sábado, 22 de novembro de 2014

LUIS CABRERA DELGADO | Por dónde anda la literatura juvenil latinoamericana






Luís Cabrera DelgadoEl 20 de noviembre de 2012 fueron dados a conocer los resultados del Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil 2012 convocado por la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil en que resultó ganadora en la categoría de novela para jóvenes Palomita de sol, de Sócrates Zuzunaga; galardón que viene a sumarse a otras distinciones literarias obtenidas por este autor peruano, quien se ha caracterizado por no escribir atendiendo a pautas, moda ni convenciones, sino como expresión de sus necesidades personales; y ello lo demuestran títulos como Y tenía dos luceros, Zorrito de puma Takacho, takachito, takachín.
Con una formación académica en el ámbito de la enseñanza y, posiblemente, una actividad profesional relacionada directamente con los niños, junto con su particular idiosincrasia de hombre andino, le han servido a la hora de establecer una comunicación estética literaria con los más jóvenes lectores; logrando, según ha sido catalogado por la crítica, “un perfecto mimetismo con el sentimiento infantil”.
Palomito de sol, concebida en 10 capítulos,  es una novela de amor, de un primer amor adolescente, que como se expresa en la frase colofón del relato: “nunca se olvida”; mucho más este por tratarse de un amor trágico, alegórico al drama shakespeareano de Montescos y Capuletos, con la peculiaridad de que las causas del cisma son aquí  las diferencias sociales y económicas de los personajes.
Trabajada en una no acostumbrada segunda persona, la voz narrativa es un alter ego recordándole a Aluko, su protagonista, todos los detalles de la historia. Este tratamiento formal le otorga originalidad a la obra y hace que el lector tome una actitud más comprometida y participativa en los hechos; los que se van concatenando progresivamente en un adecuado desarrollo dramático capaz de mantener el interés por lo venidero en el próximo momento.
LucebertEntre los valores estéticos a destacar en la novela, se debe señalar su proyección desde una cultura latinoamericana autóctona y popular, término este último que asumo como significativo de identidad de uno de los pueblos de nuestro continente. Este elemento está desde el tratamiento mismo del idioma, pues por la proyección de voces vernáculas, la sintaxis de los diálogos, descripciones y narración -que reflejan una forma peculiar del habla latinoamericana-, y la belleza con visos poéticos con que se manifiesta todo el tiempo, enriquecen al castellano. Aquí me gustaría mencionar la tendencia del autor a usar vocablos reconocidos como americanismos (pircado, badulaquería, jebe), quechuas (chitis, tiktimaki, tunyu, kirkinchu) y otros de pura estirpe española, pero poco usados en la actualidad (fintas, dizque, encostalar…)
El sistema de imágenes y metáforas con que se adorna la prosa está en todo momento referido al ambiente donde viven los personajes: la peculiar geografía andina, sus fenómenos atmosféricos, su flora, su fauna... denotando la simbiosis con la Naturaleza del hombre no contaminado por el asfalto. Sirvan a manera de ejemplo estas citas:

el viento soplaba, suave y cariñosamente, y eso era como las palabras de tu padre, gruñón pero afable (…) unos pequeños senos empezaban a crecer y a abultar, como cerritos incipientes (…) su pollera celeste, ribeteada con cintas de arco iris (…) brincando, como una chivatita que está yendo a abrevar en el caudal de la acequia (…) la pancita azul del cielo ayacuchano

El autor ha sabido reflejar la filosofía, idiosincrasia, patrones de conductas y tradiciones de una determinada población andina, recurriendo de manera directa, cuando le es necesario, a la parábola ilustrativa y educativa de algunas de sus leyendas, como cuando, por ejemplo, para cuestionar la ambición, hace referencia al hermoso canto del chiwaku pidiéndole perdón a Taita Dios, por haber roto el Arí Mankacha en aras de obtener ganancias. La obra proyecta con fuerza la mitología andina, no sólo dentro del ámbito de la literatura, sino desde ella, al globalizado mundo que se construye hoy en día obviando las esencias particulares de los diferentes grupos humanos que habitamos el planeta.  
En este sentido señalo la transcripción de formas poéticas que, insertadas de manera oportuna, matizan la trama y dan a conocer composiciones de puro arraigo de la cultura popular. Ello ocurre cuando ante el terrible desengaño amoroso que sufre, el protagonista canta:

Al cielo pido la muerte,
pero no llega;
quiero ese sueño sin despertar
para olvidarteeeee…

O en un momento de euforia en que Aluko comienza “a danzar como un danzante de tijeras, silbando la tonada del “wallpa waqay” (…) “y a cantar huainitos de amor:

Esas tus pestañas
alfileres son,
que me han traspasado
hasta el corazón.

LucebertLa novela, sin que ese sea su intención, nos va estar transmitiendo en todo momento información de la cultura de este pueblo, como son las prácticas de la medicina tradicional (“la curandera pedía que le traigan un huevo fresco, de gallina negra, puesto en un día martes o viernes. Y, con ese huevo, ella le pasaba por todo el cuerpo al enfermo, lentamente, deteniéndose en cada lugar, rezando unas oraciones extrañas y llamando al espíritu para que regrese al cuerpo del niño…”), sus alimentos (“tuna”, “un cántaro lleno de espumante chicha de jora”, “sopa de maíz molido”); los roles familiares (“te percataste de que su padre te estaba apreciando mucho. Y te dijiste, para tus adentros, que él podría llegar a ser tu suegro y te alegraste mucho con esa idea”); y otros muchos elementos de la vida andina.
Aunque su tema central es el amor, reflejado en la psicología propia de la adolescencia, se abordan otros asuntos de interés como es la actitud discriminatoria ante la diferencia que sufre el protagonistas (marginado por tus propios amigos de esa época por tener esas verrugas” (…) “eras más despreciado que el chiwakitu o zorzalito negro”); las contradicciones éticas y sociales que enjuician determinados estratos de poder (“Ellos gozan haciendo sufrir a los pobres… Para eso, tienen su plata, pues… ¿Cuándo llegará la justicia para los pobres?...”); las actividades laborales en la que participan los jóvenes varones (“…encostalando papas, junto a tus padres. O, tal vez, estarías mejor cortando alfalfa y pasto para tus cuyes (…) apacentar tus ovejas) y las mujeres (“…hilando ese copo de lana” (…)  “¿Vas a tejerte una chompita?”).
Hay en la novela un dibujo psicológico preciso de los personajes, tanto del actor  principal como de los actuantes secundarios en el más cercano círculo de este. No sucede lo mismo con la co-protagonista y objeto de amor que mueve la trama, pues su descripción, hecha con ojos de enamorado, se basa más en la belleza física, se obvian las cualidades personales y se regodea en lo puramente externo:

era una palomita de sol y lluvia y noches de luna, que revoloteaba su grácil adolescencia entre floridos retamales y maizales y alfalfares. Qué caray, era una palomita muy coqueta y de andinos sentimientos, a quien le gustaba recibir miradas anhelosas, porque sabía que sus ojos eran más hermosos cuando ella bajaba sus pestañas (…) su risa llegó hasta tus oídos, como la bulla musical de un riachuelo que se desliza por las quebradas con una música de campanitas de plata, o como el canto jubiloso de una lorita bullanguera que se va hacia las quebradas en busca de maizales en flor (...) su sonrisa de nievecita blanca.

Esta no presentación de la Jacintacha en toda su dimensión psicológica,  considero está hecha con la intención de propiciar la versatilidad de interpretaciones que los lectores podamos hacer ante el comportamiento de la muchacha en el desenlace de la novela.
LucebertLas anécdotas en que transcurre la historia del libro nos llevan desde el surgimiento puro y esperanzador en su protagonista del sentimiento amoroso; pasando por la incipiente y natural sexualidad propia de la edad, la que en el niño en contacto directo con los animales (“…un carnero que tuviste hace un tiempo atrás. Qué caray, éste, pues, no dejaba nunca de perseguir a las ovejas y trataba siempre de querer subirse sobre ellas, con la finalidad de sacudir las ancas, haciendo lo que se tiene que hacer para que la oveja salga preñada y así tenga su cría.”) carece del matiz malsano y represivo que la religión se ocupara de atribuirle (“Lloraste pidiendo perdón a Taitacha Dios y a los santos de la iglesia”); hasta las nefastas consecuencias del sexo cuando está movido por intereses puramente carnales.
El valor de esta novela sobrepasa el estrecho margen del nivel etario del lector implícito con que arbitrariamente se acostumbra a encasillar los libros, pues este es un texto para todas las edades,  me atrevo a augurarle un puesto dentro de los textos clásicos de la literatura latinoamericana.
Este certamen contó con la participación de un alto número de autores, fue entonces lógico que los jurados, tanto de uno como del otro nivel convocado, encontraran obras de calidad, merecedoras muchas ellas de haber obtenido el máximo galardón. Fue lo ocurrido en el nivel juvenil, donde intentando un nivel de justicia, y ante la imposibilidad de dar más de un premio, se decidió otorgar Menciones Honrosas a cuatro de los textos concursantes. Al abrir las plicas de estos libros aparecieron nombres de reconocidos escritores, con importantes trayectorias dentro de la literatura del continente.
Uno de estos libros fue Fábula verde, de la boliviana Isabel Mesa, quien con este texto una vez más nos lleva y recrea por sus tópicos preferidos: la cultura aborigen, la historia y la modernidad, moviéndose hábilmente entre los planos realista y fantástico, lo que obliga al lector a participar en un juego de la imaginación que demanda una actitud avizora e inteligente. A ello nos tiene acostumbrado por algunos de sus libros, como pueden ser La portada mágica, Trapizonda o La esfera de cristal.
Fabula verde es una novela futurista con un mensaje ecológico, pero es también un texto con todos los ingredientes propios de una aventura de acción, con persecuciones, secuestros, mensajes codificados y escapadas peligrosas y emocionantes, en el que la autora, y como si todo esto no fuera suficiente para lograr un libro de interés para el público adolescente al que está dirigido, es capaz de combinar hábilmente, en voz de sus propios protagonistas,  una serie de leyendas de los pueblos aborígenes con la trama que va desarrollando la novela, lo cual hace que estas no molesten y que el lector las conozcas de manera divertida.
Otros muchos elementos que son afines a los jóvenes de hoy en día acercan el texto a su lector implícito, desde los códigos de la escritura del chateo hasta un sinnúmero de equipos electrónicos (tabletas, laptops,  irisphones, pantallas virtuales…) usados en oficinas y cibercafés para la comunicación en servicios como el Twitter y el Facebook; y otros muchos propios de la ciencia ficción que la autora crea para alertarnos que el mal uso de todos estos recursos pueden convertir al hombre en una máquina deshumanizada.
 Este realismo, dentro de los parámetros de la literatura de anticipación científica es combinado con un recurso propio de la más común de las fantasías de los niños y de los pueblos primitivos: el antropomorfismo.
Al final, triunfa el bien sobre el mal, y las deidades protectoras marchan satisfechas pues los lectores se habrán enriquecido con el mejor de los goces estéticos y también aspirarán a un mundo mejor.
Otro de los textos mencionados fue La sombría casa de Dione, del cubano Aramís Quintero, poeta y ensayista de una amplia bibliografía publicada en Cuba y otros varios países, fundamentalmente en Chile donde radica desde hace años. Es graduado en la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica, de la Universidad de La Habana, y entre sus libros se deben mencionar Maíz regadoLetras mágica y Rimas de sol y sal.
Aunque ha incursionado también en la narrativa, este nuevo libro no deja de sorprender, pues el autor entra en la novelística para jóvenes conservando su sello estilístico, “de una acendrada pureza lírica”, lo que se hace visible en la limpieza y belleza de su prosa.
La sombría casa de Dione, narrada desde una primera voz, la de su protagonista, con un preciso dibujo de la psicología propia de la adolescencia, es una novela de amor, o más bien de varios y grandes amores, pero con una envoltura de aventura y misterio, intriga y suspenso,  donde está presente el asunto del vampirismo, tan de moda y preferencia en el interés de los jóvenes actuales; pero no usado por puro aderezo externo, pues ello le concedería un mero valor temporal, sino porque lo aborda para fijar una postura crítica ante la intolerancia y las conductas agresivas a las que conducen la intransigencia y el irrespeto a las diferencias. Toda la trama transcurre en un dosificado creyendo argumental, manejado por el autor con maestría dramatúrgica para mantener el interés lector, para al final sorprendernos con una solución totalmente realista del conflicto y destacar valores como la persistencia, la fuerza del amor y la valentía.
Matilde Rentería es una escritora poco proclive a la promoción de su obra; sus libros, en ediciones de autor, han circulado de manera limitada por su país: Chile. Entre estos podemos mencionar: Los cuentos de la Nati, Yoseg, Los caprichos de Natalia, Cuba íntima. Crónica de un viaje.
Esta ha sido su primera incursión en un certamen literario y se alzó con una de las menciones otorgadas por su libro En silencio.
Se trata de una novela psicológica, narrada desde la perspectiva de un joven introvertido y sin el comportamiento  optimista y alegre  del resto de sus coetáreos, que lo lleva a una posición de aislamiento social y de incomprensión familiar. El texto aborda también el tema de la discapacidad, ésta en la co-protagonista de la historia y en una manifestación no abordada con mucho frecuencia: la condición de sordo muda. Esta joven motiva y mueve el sentimiento amoroso del protagonista y lo hace buscar y encontrar su lugar en la sociedad. Es, por lo tanto, una novela de crecimiento, muy adecuada para la edad juvenil, pues los acontecimientos que vive  su actor principal y narrador, de quien, con toda intención de la autora, no le conocemos el nombre, lo llevan a un enriquecimiento de perspectiva de vida, con positivos cambios sociales, familiares y personales.
LucebertEs un texto con una redacción precisa y un lenguaje acorde a los parámetros apropiados para un libro puramente realista. Los acontecimientos están expuestos de tal manera que despiertan la curiosidad por la solución de los conflictos principal y parciales. Tiene presente el ingrediente romántico como motor primordial para las motivaciones de la acción dramática.
A orillas del Guadalquivir,  de la argentina Carla Dulfano, aborda un muy interesante asunto, que aunque enmarcado en un momento histórico determinado de la península Ibérica en el bien remoto 1148, tiene plena vigencia en la actualidad, pues denuncia la xenofobia y la intolerancia ante posturas diferentes en la vida, en este caso la religión, pues nos traslada a los momentos previos de romperse la aparente armonía con la que allí convivían cristianos, musulmanes y judíos.
Carla trabaja como docente, y en la literatura ha obtenido galardones en concursos de España y diferentes países de América Latina. Es narradora, poeta, compositora y dramaturga y sus libros han aparecido por diferentes puntos del mundo de habla hispana.
Aunque los hechos y personajes de esta novela son ficticios, están inspirados en un personaje real, un  médico medieval andaluz, Moisés Maimónides, cuya infancia feliz concluyó con la invasión almóhade marroquí a Córdoba, que obligó a su familia a exiliarse en Toledo.
Después de breves oraciones, de un narrador, que funcionan a manera de título de cada segmentos, estos son narrados en primera persona, pero alternando las voces entre los tres protagonistas.  La relación amorosa entre los personajes jóvenes, sus conflictos por los exigentes compromisos religiosos que deben asumir, unidos a las  actitudes rígidas de los padres, son elementos  que coadyuvan a la comunicación lectora con el público a que está dirigida.
La autora maneja con habilidad la presentación de los diferentes pasajes de la trama para, por una parte darnos una serie de informaciones necesarias para entender las condiciones en que se desarrolla la historia, a la par que logra una dosificación dramatúrgica eficaz. Posee un muy adecuado nivel de lenguaje. Tiene sobre añadido el valor de remitirnos a un espacio geográfico, una época y a una situación que no nos atañe de manera directa, pero que de alguna forma, como latinoamericanos, tiene que ver con la historia nuestra y que constituye en elemento de enriquecimiento para la cultura general de los presuntos lectores de nuestra región.       
Tanto la novela premiada como los textos mencionados prestigiarán al Premio Latinoamericano de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil y  en su debut marca el nivel de calidad exigido para próximas ediciones del concurso. Hasta tanto, estos textos no sean publicados, sirvan estas notas para saber por dónde anda la literatura juvenil latinoamericana.

Luís Cabrera Delgado (Cuba, 1945). Narrador, dramaturgo, guionista de radio, crítico e investigador. Ha publicado una treintena de títulos en Cuba, México, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y Brasil. Es Miembro Fundador de la Academia Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil. Contacto: luiscd@cenit.cult.cu. Página ilustrada con obras de Lucebert (Holanda), artista invitado de esta edición de ARC.



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