terça-feira, 1 de setembro de 2015

ENRIQUE DE SANTIAGO | Ludwig Zeller en dos tiempos


1. MEMÓRIA DE UNA EXPOSICIÓN


En prolongadas conversaciones que tuvimos con Ludwig Zeller y Susana Wald, ellos siempre me comentaban de las vicisitudes y de la interesante experiencia que fue montar la exhibición en la Casa Central de la Universidad Católica de Santiago en el año de 1970, titulada “Surrealismo en Chile”.  Eran tiempos de transformaciones y desde los años 1967-1968, en Chile como en el mundo se estaban produciendo acciones de cambio en casi todos los estamentos importantes de la sociedad. Así mismo, estas transformaciones de carácter transversal, ya habían llegado a las aulas y casas universitarias- y la Universidad Católica de Santiago no estaba exenta de estas nuevas influencias con aires de renovación. Estamos hablando de 1967, y después de una intensa presión ejercida por los estudiantes de la Feuc, y tras la toma del edificio central, la rectoría pasaba a manos del primer Rector laico desde su fundación en 1888. Esta universidad siempre había sido manejada por rectores eclesíasticos (más aún que esta casa de estudios, desde 1930 tenía la calidad de "Pontificia" decretada por Pío XI). Así fue que quedó al mando de la universidad, Fernando Castillo Velasco, de militancia democrata-cristiana quien asume la rectoría en ese convulsionado año, manteniéndose en ese cargo hasta el golpe de estado de 1973. Fue  durante el año 1970, que surge la idea de realizar la muestra y Susana me hacía mención que un grupo de alumnos de Rodolfo Opazo - que por entonces era profesor en la universidad-  fueron a conversar con el rector, para mencionarles que uno de los requisitos para que ellos montaran el evento, era tener plena libertad para funcionar. Castillo Velasco accedió a esta petición y firmó una carta dando plenas garantías de libertad a Ludwig Zeller para que realizaran la intervención de los espacios de la sede central. Es así que los cambios que se venían generando desde 1967  permitirían en gran parte que la Exposición de Surrealismo en Chile, fuese realizable en una universidad ligada a la Iglesia Católica. Lo que parecía impensable, se lograba concretar, siendo además un gran suceso y un hito que vale la pena rememorar. 
Pero retrocedamos unos años atrás, Zeller y Wald (quienes se conocen y se enamoran perdidamente el uno del otro en 1963) venían ya experimentando nuevas formas para expandir el espíritu, una de ellas era el Surrealismo. A Zeller le había tocado participar en la Exposición convocada y organizada por el “mandragórico” Braulio Arenas en 1965 en el Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (ese mismo año y en ese lugar Zeller realizaba su primera exhibición individual). Esa instancia había servido para estrechar lazos y generar proyectos en conjunto con otros artistas, literatos y exploradores surrealistas, que darían forma a las primeras actividades que vendrían a futuro, en términos de proyectos expositivos, centros de encuentro cultural o editoriales.
Al año siguiente en el mismo Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (y siendo Zeller curador de ese espacio) se encuentran Zeller y Wald con Braulio Arenas, donde todos confluían para realizar un encuentro homenaje a André Breton quien fallecía ese año de 1966. En ese evento se dan ciertos desencuentros con Arenas, que molestaron al ex integrante de “Mandrágora”. En esa ocasión es interesante llamar la atención que mientras Arenas, tomaba la palabra de modo solemne y funerario, Susana y Ludwig, celebraban el Surrealismo que renacía en aquellos que quedaban vivos. Una suerte de huevo filosófico  descrito en los misterios órficos, que a su vez se renovaba en Zeller y Wald, quienes ya antes habían comenzado a realizar actividades desde su propio núcleo creativo, trabajando el Surrealismo de forma paralela y generando nuevas experiencias. Para esa fecha, Arenas  había domado o perdido su actitud  insumisa de sus inicios. Zeller y Wald desde antes del encuentro con el "mandragórico" ya venían explorando lo surreal en una suerte de "toma de posta" o relevo surrealista. Actividad que  continúan conforme pasan los años, en una vertiginosa propuesta de proyectos desde lo expositivo, lo editorial o de la gestión de ideas como lo fue “Casa de la Luna”, que además le vinculaban con un circulo amplio de la cultura nacional, pues para ellos no había círculos cerrados o manifestaciones excluyentes, y así de esa manera se relacionaban con todos aquellos que demostrasen tener una fuerte dosis a favor de las nuevas exploraciones artísticas, humanas o culturales. Cabe eso sí, destacar que siempre sus acciones fueron en la medida apropiada para seguir planteando un Surrealismo activo, rebelde y provocativo. Con lo qué, se aseguraban nuevos aires que vinieran a regar esta geografía con un rico material surreal y poético. Por lo tanto la renovación surrealista estaba asegurada gracias a ellos.
Dentro de este contexto forman “el café cultural llamado “Casa de la Luna”, nombre ideado para darle una connotación desde lo femenino y renovador, coincidiendo en lo esencial con las palabras de Breton en torno al mito de Melusina, que es planteada  en el libro “Arcano 17”. Tan solo algunos meses duró la aventura de esta Casa Cultural  desde abril a noviembre de1968, pero fueron suficientes para marcar a toda una generación que acudió a ese espacio a crear, compartir o lisa y llanamente a conocer o contemplar. 
Gracias a los conocimientos adquiridos en este tipo de gestiones y los vínculos forjados en esta anterior experiencia, es que posteriormente los invitan a ser parte de "Surrealismo en Chile" y deciden aceptar la invitación de Opazo con sus alumnos, para luego tomar la iniciativa de convocar y sumar a una serie de artistas afines, que seguían y continuaban los postulados del Surrealismo en Chile. Así tomaba cuerpo el proyecto de realizar la exposición en la Universidad Católica de Santiago.
Ludwig, cuenta (como citaba anteriormente) que uno de los aspectos importantes dentro de sus peticiones para usar el espacio y donde colocaron mucho énfasis, fue en el tema de contar con plena libertad para obrar y expresarse. El petitorio incluía el no estar sujeto a ningún tipo de censura, lo cual fue aceptado plenamente por la autoridad rectora y así entonces sintiéndose conformes, se suman  para desarrollar este montaje en total libertad expresiva.
La exposición sucedió en el invierno de 1970, sus organizadores no recuerdan con precisión el día, ni el mes. Pero sí hacen memoria de que la idea surge de Rodolfo Opazo y un grupo de alumnos suyos, que sabiendo que ellos estaban ligados a la experiencia surrealista le sugieren realizar esta muestra en la casa central de esta universidad donde Opazo era profesor. Ludwig y Susana acceden y después de recibida la carta de garantías del rector, se da el vamos y comenzaría el trabajo que fue intenso, desde los traslados de materiales hasta el montaje, convocatoria, diseño etc. En esa vorágine, fue que comenzaron a surgir ideas para intervenir el espacio del hall central, Susana Wald comentaba que estuvieron trabajando día y noche con Valentina Cruz, para realizar una instalación de grandes senos de hule en el piso, la idea era regar con el “eros” toda la superficie. Fueron 15 días de laborioso trabajo, donde fue importante el apoyo de estos 15 alumnos de Rodolfo Opazo que según Susana, se convirtieron en sus ayudantes, así se logro realizar todas las tareas y sacar adelante la organización y montajes, así como también el traslado de obras (ella recuerda que dos cuadros de Matta se los prestaron a Zeller exclusivamente para esta muestra). Así en 15 épicos días, se logró diseñar, montar, difundir, incluso con catálogo incluido.
La misma Susana nos relata esta experiencia diciendo: “Este sería un relato larguísimo. En breve: Alumnos de Rodolfo Opazo, un pintor chileno amigo, vinieron con él a visitarnos y a pedir ayuda para hacer una exposición de surrealismo en la Universidad Católica de Chile, en Santiago. Durante la discusión de qué se podía hacer para obligar al público a involucrarse en la actividad surreal yo propuse que hiciéramos una pintura en el piso y que dijéramos a los asistentes que, habiendo una obra de arte en el piso, debían quitarse los zapatos para entrar en la sala. Para mí esto era normal. Yo hacía murales cerámicos que siempre se armaban en el piso. Se lograron los permisos y a las seis de la tarde anterior a la inauguración Viterbo Sepúlveda, Valentina Cruz y yo nos inclinamos sobre el piso y con la ayuda de alumnos de Bellas Artes de la U. Católica logramos completar el trabajo para las seis de la mañana. Ludwig Zeller hizo un enorme recorte en papel de un falo que subía al muro y Viterbo pintó en el piso los testículos correspondientes. Yo hice una figura femenina algo sentimental; Viterbo, el mejor pintor de los tres, pintó elementos de aspecto corporal que amarraban el todo.” (1)
Para no inducir a equívocos se había colgado un gran lienzo que estaba en la entrada y cuya frase decía lo siguiente: “¡La mitad del mundo anda a pie pelado, Cristo anduvo a pie pelado, y si usted quiere ver esta exposición quítese los zapatos! Ludwig mencionaba que en una oportunidad un grupo de monjas, quería ver la exposición y obviamente una de las condiciones para acceder  a esta era entrar sin zapatos, ante lo cual las religiosas se negaron, pues entraba en conflicto con su formalidad en lo que a vestimentas se refiere. Ludwig les hizo mención de lo que el lienzo decía y  que Jesús en más de una oportunidad anduvo descalzo y que los pies eran también parte del diseño divino. Costó convencerlas pero ante este sólido argumento las hermanas accedieron y dejaron sus calzados en la entrada. Este mismo hecho se repitió muchas veces, tanto con los sacerdotes que llegaba al lugar (no importando su rango) era lo mismo si fuese el mismo rector, decanos, académicos, funcionarios y el público que asistía. En este sentido no se hacía distinción ninguna con ningún asistente. De más está agregar lo divertido que resultaba ver a todas las personas deambulando entre estos senos gigantes que emergían desde el piso, o sobre dibujos psicodélicos, además de esculturas, enfrentadas  al enorme falo creado por Ludwig y otras piezas que colganban en los muros, que eran igual de provocativas. Se producía entonces el entierro de la castidad en la mismísima sede educacional relacionada con la Iglesia Católica (pues así se llamó un happening que tuvo lugar en el hall central). Un hito, para la época, la cual se dio gracias al momento histórico-cultural por el cual atravesaba nuestro país. Si nos ponemos a pensar seriamente, hoy en día replantearse una nueva experiencia en ese mismo espacio, sería casi imposible, lo que se traduce en un retroceso en los temas y las aperturas que contienen elementos valóricos, al menos en lo que a la posición de la Iglesia Católica se refiere. Aquellos años, eran los tiempos en que la Teología de la Liberación y la nueva mirada al mundo, calaba profundamente en la iglesia. Era el período del Cardenal Raúl Silva Henríquez, donde el primer paso hacia una Reforma Agraria, lo daba la misma iglesia, la misma que crearía posteriormente el Comité Pro-Paz y la Vicaría de la Solidaridad en tiempos de persecución política en los sombríos años de la dictadura.
Según lo mencionado por Ludwig y Susana, los participantes a esta puesta en escena surrealista fueron: Roberto Matta, Haroldo Donoso, Rodolfo Opazo, Valentina Cruz, Carmen García, Viterbo Sepúlveda, Susana Wald, Ludwig Zeller, Dámaso Ogaz, Nemesio Antúnez, Enrique Zañartu, Juana Lecaros y Rolando Toro.
Señala también Susana Wald: “Las obras expuestas en Surrealismo en Chile fueron buenas, importantes. Dos enormes telas de Matta, cosas de Zañartu, Antúnez, Cruz y bastantes otros. Dibujos míos. Era tiempo de campaña electoral y colgamos un maniquí con el bando como “presidenciable”. Había obras de presos de la cárcel, piezas tridimensionales. En la inauguración participaron unas modelos vistiendo creaciones de un modisto famoso, muy espectaculares. También se presentó un acto, un happening, llamado “El entierro de la castidad en la Universidad Católica”. A mí me tocó anunciarlo, en medio del silencio espectral en que cayó el abundantísimo público parado sin calzado, en pleno invierno, entre pausas de la música electrónica clásica.” (2)
El incluir a Haroldo Donoso (fallecido en 1958), fue una forma de homenajearlo, pues había tenido amistad con Zeller en la década del 50, fue este último quien también preparó y curó una muestra de Donoso en la sala del Ministerio de Educación. Otra de las muestras que organizó Zeller en esta misma sala, fue la de Roberto Matta, en uno de sus viajes en 1961, lamentablemente de todas las exhibiciones curadas y organizadas por Zeller en más de 10 años de actividad curatorial en el Ministerio de Educación no se conserva ningún registro escrito, catálogo o imagen.  Poco sabemos hoy de Donoso, pero sabemos que se están haciendo esfuerzos importantes desde el MNBA y de algunos amigos surrealistas para insertarlo en la memoria de la plástica y la cultura chilena.
Otro punto importante es no encontrar ninguna información sobre Viterbo Sepúlveda, salvo unos archivos de imágenes que yo poseo sobre las ilustraciones de un libro-único editado junto a Zeller titulado “Desde el manantial”.
“Surrealismo en Chile" está aún en la memoria de los que asistieron o conocieron  de cerca  este evento en 1970, sin lugar a dudas marca un momento en la historia del Surrealismo en nuestro país, pues es la pieza clave o pivote entre dos generaciones de surrealistas, la de los 30 al 60 y la siguiente surgida en principio de los 90 (Entre 1971-1990 el Surrealismo chileno se da casi completamente en el exilio al igual que Zeller y Wald, se suman otros nombres como Jorge Leal Labrín, Aresti, Freddy Flores-Knistoff, Murua y un largo etc. que concentran su devenir creativo fuera de nuestras fronteras) 
De aquellas dos experiencias surgidas en los años 30; sabemos mucho más de la segunda, conocida como el “Grupo Mandrágora”
La primera con su primer intento-estreno pseudo-fallido en nuestro país se conoce como el de los “Decembristas” mal llamado cubistas (algunos pocos sí lo fueron, pero la mayoría siguieron la corriente surrealista en sus años venideros) pero esto es otro tema y lo veremos en otra oportunidad.
Ludwig Zeller y Susana Wald, Mario Murua, Stella Díaz Varín, Jorge Leal Labrín, conservaron el espíritu y el alma surreal, para vaciarlo en las  posteriores generaciones de surrealistas surgidas en torno a publicaciones como “A Contramar”,  “Entreguerras” “Derrame” “La Gran Pirámide Polar” y “Ediciones Corriente Alterna”. La colaboración de estos padrinos surrealistas en las nuevas ediciones, hace que surjan nuevos ímpetus que se hacen notar hasta nuestros días.
El ejercicio de la exposición "Surrealismo en Chile", con su poesía, sus instalaciones, decorados, obras y su happening titulado  “El Entierro de la Castidad” en 1970, es un hecho prácticamente desconocido para la mayoría, pero que es atesorado por unos pocos.  Y al igual que la Exposición Internacional del Surrealismo de 1948 en la Galería Dédalo (Versión Nº 8 de las Exposiciones del Surrealismo) con su réplica en 1965 en el Instituto Chileno-Norteamericano, estos hechos son aquellos impulsos "distintos" que en el nuevo siglo empujan a  seguir con la aventuran surrealista. Gracias a Susana, Ludwig y ¿por qué no? también hay que agradecer al resto de artistas, poetas, performancistas, bailarines, modelos, ayudantes y público que también fueron parte de esta aventura extraordinaria. Una formidable experiencia que perduró en el tiempo y que mantuvo en alto el espíritu surrealista, ya que lo que se realizó en aquel año de 1970 sirvió en gran manera para todo lo que vino posteriormente  pues aquello que recordamos en esta página, sería lo que  reencantaría a nuevas generaciones a partir de los años 90, para así poder volver a encontrarlos a ambos nuevamente  participando en otra loca odisea como fue la  Exposición Internacional del Surrealismo  “El Umbral Secreto” en los años 2009 y 2010 (Versión Nº 17 de las Exposiciones del Surrealismo). (3)

NOTAS 
(1) y (2) Susana Wald: "La vastedad simbólica" Entrevista de Floriano Martins en Agulha, Revista de Cultura.
(3) El año 2012 se celebró la versión Nº 18 con la Exposición Internacional del Surrealismo "Toward the world of the fifth sun" en Pennsylvania. EEUU.
(3) En este año de 2013 se celebra la Nº 19 Exposición Internacional del Surrealismo "Todos hemos sido creados por amor" en Praga, República Checa.


2. FRAGMENTOS ONÍRICOS EN UN DESIERTO

Ludwig Zeller es un reconocido poeta con una vastedad de libros publicados, pero también es un prolífico collagista y su imaginario poético se despliega paralelamente en esta otra expresión que es netamente visual, actividad a la cual también debemos sumar los caligramas recortados. Allí se encuentra el sintagma de aquello que ha aguardado el momento justo para manar recortado de sus tijeras,  pero entendiendo bien que esta otra obra posee tantos elementos de lo maravilloso como la primera (la literaria). Es la misma metáfora que llega vestida en forma de collages, donde Zeller nos acerca a lo desconocido conjugado como fracciones de una realidad, y donde cabe preguntarse ¿podemos hablar de lo desconocido? Y es entonces que el collagista interpela al espectador a mirar con “un ojo en estado salvaje”, es como si nos dijera a modo de respuesta: Miren mis visiones, penetren en ellas y sólo sientan. La composición es una metáfora dormida que habita en el espíritu de Zeller y que despierta en su obra plena de misterios, es en cierta forma como nos dice el lingüista George Lakoff, "Las generalizaciones que rigen las expresiones metafóricas no están en el lenguaje, sino en el pensamiento” (1) Y el pensamiento de Zeller con frecuencia está en otro plano dimensional, donde el lenguaje conocido es reemplazado por uno más profundo, uno decidor de lo indecible. Aquí Zeller es donde responde, tomando fracciones de realidades para buscar otra realidad de un plano lejano, en una frase o imagen que proviene del sueño, de lo inconsciente, o del secreto que surge al beber de las aguas del pozo profundo del  hermetismo.
Hablar de Zeller, es partir diciendo que él ha mantenido vivo lo maravilloso, y que ha defendido la metáfora a ultranza ante todo aquello que arremete contra ella, me refiero especialmente a aquel consenso social, que también ha negado al ser humano el derecho legitimo de sus infinitas posibilidades. Entonces el collagista, desenmascara los límites y conduce a las miradas con sus espíritus hacia las hespérides surreales.
Narrar la vida de Ludwig Zeller es hacer mención de los hechos importantes de más de la mitad de la historia del Surrealismo. Este poeta y creador visual es el eslabón entre los primeros surrealistas de 1924 y las nuevas generaciones del siglo XXI. Muchos de estos últimos, han surgido bajo sus influjos y ejemplo. Zeller mismo es la condición surrealista, una vida de ensoñaciones poéticas, de consecuencia libertaria y amor desbordante. Él es quien ha bebido del fruto profuso del sueño sin tomar resguardo alguno, pues la cautela que se puede llevar en la maleta mientras se cumple la travesía por lo maravilloso implica perder las huellas del vellocino de oro. “Al interior del ojo veo lo invisible y me veo a mí mismo” dice en el poema Salvar la poesía, quemar las naves (1), y en esto no hay vuelta atrás sobre todo cuando se trata de afrontar la búsqueda de la gnosis arcana, comúnmente llamada la alquimia del Uno. Se hinchan entonces las velas del navío de este argonauta, que se encamina a navegar en los piélagos del sabio delirio que conduce al logos olvidado. La creación es una de las tantas e infinitas posibilidades de manifestarse en el Surrealismo, y allí es donde los nautas oníricos se sienten a sus anchas, pero en realidad es también donde ofician como médiums entre lo de dentro y lo de fuera, y estos dos  hemisferios dimensionales, se encuentran en el collage de Zeller, es el atuendo morfológico que es también vehículo de su poesía, allí donde él construye visualmente lo que la oratoria recóndita de su alma le dicta. Él, Max Ernst, Lou Dubois, y Man Ray, por citar algunos, son sus máximos exponentes. Pero en Zeller el collage toma nuevos rumbos, hay en sus obras una actividad de separación de la figura del fondo y este último se vuelve desierto, el mismo que sus ojos vieron desde su nacimiento, en el ya desaparecido pueblo de Río Loa (Atacama). Pero Zeller leía del desierto aquello que lo empujó a ser un poeta de la palabra y también de la imagen, él vio además a través de los espejismos nortinos lo que le permite hermanar la poesía y la imagen con la infinita fuente surrealista.
Zeller, por casi dos décadas (1952 a 1970) desde el Ministerio de Educación en Chile, organizó varios cientos de exposiciones, muchas de ellas de carácter experimental, siendo el curador de la Galería de Artes Plásticas de dicha institución, sumando también en 1967  otras galerías y museos, como el Instituto Cultural de Las Condes en Santiago. También realizó paralelamente variadas actividades en literatura, arqueología y antropología médica. Es así mismo célebre la fundación de la “Casa de la Luna” junto a su compañera Susana Wald,  que fue un café cultural y una revista del mismo nombre del que aparecieron dos números. Esta actividad tuvo un tremendo impacto sobre las generaciones jóvenes de la época, engendrando un impulso vital que se percibe hasta nuestros días. En ese lugar,  comúnmente se congregaban varios centenares de personas para ver films, realizar exposiciones y asistir a conferencias. Posteriormente, en lo que se constituye como un hito cultural en nuestro país, Ludwig Zeller junto a Susana Wald, organizan en 1970 “Surrealismo en Chile," exposición de gran repercusión, que se celebra en la Universidad Católica de Chile (su única condición fue no estar bajo ningún tipo de censura), en lo que fuera el mayor resumen de la actividad surrealista en este país hasta la fecha. Ahí se incluyeron obras de Roberto Matta, Haroldo Donoso, Rodolfo Opazo, Valentina Cruz, Carmen García, Viterbo Sepúlveda, Susana Wald, Ludwig Zeller, Dámaso Ogaz, Nemesio Antúnez, Enrique Zañartu, Juana Lecaros y otros. En 1971 emigra junto a Susana a Toronto Canadá, donde fundan y dirigen “Oasis Publications” con más de 40 títulos publicados en 3 idiomas, inglés, español y francés. Además organizan variadas exhibiciones de artistas, preferentemente surrealistas.
Ludwig Zeller participó en la XLII Bienal de Venecia, en 1986, en el marco de la exposición Arte y Alquimia cuyo curador fue el reconocido historiador del arte, teórico y poeta Arturo Schwarz. También es sustancial su presencia en cuatro de las últimas Exposiciones Internacionales Surrealistas (1975, 2008, 2009 y 2012) encuentros que son una verdadera tradición dentro de este movimiento. Es por esto y mucho más, que Zeller, es parte vital de la actividad surrealista en todo el amplio significado de la palabra, comenzando por la intimista, aquella que se ejecuta en ese espacio personal donde se conecta el individuo solo ante el universo in abscondito, y la otra que lo vincula de manera colectiva, donde se comparte la ilusión hermanada, aquella tan característica del Surrealismo, en una suerte de trueque de sensaciones oníricas y palabras cargadas de simbolismo, cuando es el momento de compartir los secretos sin hablar. 
El collage de Zeller es la cúspide del silencio que se inquieta en la aparente nada, porque el vacío no existe, ya que nada es nada, pues ésta en verdad es una realidad no percibida, una que sostiene el todo con su andamiaje invisible, es aquel todo-nada oculto, que sólo se puede alcanzar con la imagen metafórica. Es el despliegue de una parcialidad-toda del Aor Ensoph, pues es la suma de la iniciativa expansiva, porque como dice Kandinsky: “Por otro lado, en el arte no existe la forma totalmente material” (2). Zeller en sus collages vuelve al origen de las cosas y explora la fuente primigenia a partir de sus apariciones postreras, entonces ingresa a la fuente única del signo hermético, la cosa antes de ser engendrada y al mismo tiempo, busca el rescate de ésta desde abismo de la muerte, una suerte de plano extendido, un continuum de paredes cuánticas, un mapa cósmico, a partir de reseñas terráqueas, pues es la ecuación oculta y circular, lo activo que atraviesa lo pasivo. Su constructo es el pináculo sintáctico que emerge alzando sus faldeos oníricos.
Como en las antiguas “Escuelas del silencio”, Zeller plasma un mensaje donde el discípulo, que en este caso es el espectador, no es aleccionado a la manera conocida, no hay estímulo alguno de un predicado oral, sólo se le invita a la contemplación, y al diálogo sin palabras. Así entonces debemos sumergirnos en el mudo piélago simbólico, desde donde se ocultan las mareas con sus vaivenes de ocultismo, las que solicitan la perspicacia del observador, pues el collage es una suerte de alfabeto público y secreto a la vez. Esta es la calcinación del silencio primordial ante la acción del collagista, que nos revela parte de lo oculto, una especie de ojo de la cerradura por donde mirar, para que luego intentemos conseguir la llave para entrar.  Es la acción alquímica que muestra lo esencial que subyace en los trozos conjugados de lo evidente y una acción holística de la otredad, que habita también en la vecindad de su collage, esa imagen desierta que comparte su irregularidad cartográfica con las imágenes yuxtapuestas. Vacío colindante, que se abalanza sobre el espacio poético trazado por Zeller y que dibuja su propia vibración espacial, pues cada zona desértica traída a la relación composicional varía según las formas plagada de seres y objetos que están instalados al centro de la escena, donde a veces se percibe una ínsula apartada del todo, ya que la acción creadora es hija del azar, pues el accionar del vidente se separa de la razón, intuyendo la ratio propia de un orden invisible (lo mal llamado irracional) con sus relaciones superiores e inferiores y sus correspondencias interdimensionales. La morfología oceánica del vacío, en su lucha permanente en el seno del espíritu del poeta, es una suerte deTenten y Cai Cai Vilu, donde surge el asomo de las potestades de un demiurgo con tijeras. Hay dos visiones que se conforman en una, la inmensidad de lo de dentro, que es a la vez de acción centrípeta y centrífuga, y la realidad-irrealidad de lo de fuera, que es pasiva-activa y que posee como característica el ocultamiento de las emanaciones centrífugas del collage. Y así el vacío devuelve sus imágenes hacia el centro interferidas por la acción balsámica de la metafísica silenciosa.
En este sentido podemos citar a Bachelard: “El más acá y el más allá repiten sordamente la dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera: todo se dibuja, incluso lo infinito. Se quiere fijar el ser y al fijarlo se quiere trascender todas las situaciones para dar una situación de todas las situaciones. Se enfrenta entonces el ser del hombre con el ser del mundo, como si se tocaran fácilmente las primitividades. Se hace pasar a la categoría de absoluto la dialéctica del aquí y del allá.” (4)
Y parafraseando al Filósofo gnóstico Plotino, es en la búsqueda del “Uno”, donde hay determinados elementos en el vacío, que están emparentados con él mismo, pero que pese a estar cerca en su vacuidad, no interrumpen la trascendencia del todo que es uno, aquello que está presente, pero que a la vez está separado. El collage de Zeller es el centro de su búsqueda, el Eros que no se extravía y que conduce su alma hacia arriba, según la tradición platónica, en esta mención, el arriba es circular, es lo mismo que lo que rodea, ya que está el plano al costado que refleja también el arriba y el abajo, el espacio global virtual, como el aire que lo circunda (su materia oscura). Entonces se podría decir que Zeller, al trozar  el plano con fragmentos sonoros de realidad, lo que hace realmente es hacer vibrar las cuerdas en el vacío del  silencio.

NOTAS
1. George Lakoff, Contemporary Theories of Metaphor, in Ortony, Andrew (ed.) Metaphor     and Thought (2nd edition), Cambridge University Press, 1992, Cambridge, Inglaterra.
2. Ludwig Zeller Salvar la poesía quemar las naves  pág. 75 Ediciones Fondo de Cultura Económica, 1993, México.
3.  Wassily Kandinsky De lo espiritual en el arte pág. 65, Editorial Labor, 1991, España.
4. Gastón Bachelard La poética del espacio Cap.: La Dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera pág. 186 Ediciones: Fondo de Cultura económica, 2000, México.



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ENRIQUE DE SANTIAGO (Chile, 1961). Artista visual, poeta, investigador, ensayista, curador y gestor cultural. Contacto: artedeenrique@yahoo.es. Foto: LZ con Susana Wald © Paris, 1975.







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