terça-feira, 15 de setembro de 2015

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Juan Gelman: en la presencia ausente de lo amado


Lo sé, a Juan Gelman (Buenos Aires, Argentina, 1930) no le gustan las entrevistas, prefiere evadirlas hasta el punto donde su cortesía y gentileza le permiten rechazarlas. Juan es sobre todo un hombre de palabras escritas que se escuchan como susurros y risas apagadas, como juegos de voces en la oscuridad del pasado o quizás como luces verbales en medio de las sombras del dolor y de la ausencia. La voz de Gelman, la física, ha adquirido un tono de aspiración, como cuando llena los pulmones del humo de sus cigarrillos y hace esfuerzos para que no escape la nicotina y las palabras. Ríe y habla hacia el interior para que no diga su voz, sino el eco. A veces, como lo insinuara Julio Cortázar, se conduce como un buscador de imposibles, un alquimista, mirando a través de sus ojos verdes los tiempos del desastre y convirtiendo estos escenarios en épocas mejores.
Esta conversación con Juan Gelman es la acumulación de charlas casuales y premeditadas, primero en una cafetería de la colonia Condesa en la Ciudad de México, luego en Oaxaca en el encuentro de Poetas del Mundo Latino en el 2000 y después allí mismo en el del 2001, y ahora en diciembre del 2001 en Zacatecas, en el homenaje que organizó en su honor el poeta José de Jesús Sampedro, en el Festival de Poesía Ramón López Velarde. Pudimos hablar y soltar ocurrencias con José de Jesús Sampedro y Eduardo Hurtado, con Mara (su esposa) y Roberto Ponce, en los callejones de Zacatecas, en sus museos, en los bares y restaurantes, en las avenidas arboladas de Jerez y ante un recitador insólito en la casa del poeta jerezano. Por cierto, allí, en Jerez, descubrí algunos ojos de sulfato de cobre mientras Gelman escuchaba conmovido el texto de María Isela Sánchez Valadez (una de las redactoras y poeta de Dos filos -la revista que dirige Sampedro) que por poco lo hace llorar. Una alegre tristeza sella los gestos de su cara, inunda sus ojos acuosos. Gelman dice que lloran a causa de una cirugía reciente de cataratas, pero yo digo que es porque observan con tímida emoción e incredulidad el universo. Y al igual que Alejandro García, quien lo presentó ante los estudiantes de la Escuela de Letras de la Universidad de Zacatecas: ¿cómo hace para someter el poema a un tono de sosiego cuando el dolor es tan grande que se palpa?
Cuando estoy por la mañana en su casa del DF, luego de casi renunciar a mi afán de entrevistarlo, de atrapar sus respuestas en una grabadora y tamizarlas y editarlas en la escritura, no puedo evitar el recuerdo de estas reflexiones, como si estuviésemos en Zacatecas, fumando uno de los innumerables cigarrillos que consumen juntos él y Mara durante el día, como si el humo los atase al misterio de los sueños, posiblemente a aquellos que dejaron en el sur. [JAL]

JAL Vamos a la literatura y a sus raíces. Vienes de una familia judía, ucraniana, que traía el ruso como idioma natal y luego adquirió otro, el español argentino. ¿Cómo jugaron en tu oído y en tu mente los idiomas?

JG En mi casa se hablaba el yiddish y el ruso. Yo soy el único argentino de esa familia. Mi padre y mi madre emigraron de la URSS. Mi padre, que era obrero, había participado en la revolución rusa de 1905 como socialrevolucionario. Viajó a la Argentina una primera vez, antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, y volvió a Europa luego del triunfo de la revolución rusa de 1917, pero no pudo entrar a la joven URSS, había guerra civil y 22 naciones extranjeras la impulsaban. Se instaló en Berlín y preparó la salida de su primera mujer y sus dos hijos de Moscú: el bote en que éstos y otros emigrados cruzaban un río se dio vuelta, fallecieron su mujer y un hijo, y mi hermano Boris se salvó milagrosamente. Finalmente pudo entrar en 1922 y conoció luego a mi madre con quien procreó una hija. Mi padre volvió a la Argentina con su familia, la mía, en 1928. Dos años después nací yo en Buenos Aires. Mi hermano, que era mayor que yo 19 años, me recitaba en ruso poemas de Pushkin cuando yo tenía unos cuatro o cinco años de edad. El significado por supuesto no lo entendía, pero su música me emocionaba y conmovía. Han pasado 65 años y aún recuerdo algunos versos. Tal vez eso tuvo que ver con mi amor a la poesía. Sin duda, tuvo que ver. ¿Sabés, lo que pasa con Pushkin? Traducido parece que no existe, pero en ruso es otra cosa. Por cierto, mi padre hablaba muy bien el castellano y también se hablaba el castellano en casa.
Nosotros vivíamos en un barrio más bien nada pudiente, Villa Crespo, y uno hacía la vida en la calle, jugando fútbol, haciendo travesuras con los chicos de la barra, peleándonos con otras barras. Fui a la escuela pública, al Colegio Nacional de Buenos Aires, y a los 15 años con la barra comenzamos a ir a los bailes, al café. Viví y crecí en un barrio con mucha tradición tanguera, mezclado, porque también había una buena parte de inmigrados judíos y árabes. Se dice que Borges tenía allí "un informante" al que le pagaba 10 pesos por cada historia de guapos que le traía.
En casa no eran religiosos, no obstante que mamá era hija, nieta, biznieta y tataranieta de rabinos. Se celebraban los rituales y fiestas corrientes, por razones más culturales que religiosas.

JAL Se ha hablado mucho de que tu poesía está muy cercana a ratos de Oliverio Girondo o al Trilce de César Vallejo, pero pienso si no tendrá más que ver con esa Babel en la que fuiste criado y educado. Si ese gusto por las palabras, por el juego verbal no se dio de manera más natural en el ámbito de tu casa.

JG Yo creo que sí. Pero además tiene que ver con algo que seguramente has sentido, con los límites de la lengua, y con el cómo a veces uno choca con esos límites, con la imposibilidad de trascenderlos, que son también los límites humanos, por supuesto. La infancia impone un sello esencial y luego vienen las lecturas.

JAL ¿Tendrá también que ver con la forma lógica como hablan los niños?

JG Bueno, sí, pero esto ocurría hace siglos en el idioma de la península. Mi relectura de los místicos españoles en el exilio me llevó a dialogar con la lengua del siglo XVI y eso se plasmó en Citas y Comentarios, dos libros escritos en 1978 y l979. Luego escribí dibaxu, que reúne poemas en sefardí, entre 1983 y 1985. No soy de origen sefardí, pero como intento explicar en el exergo de ese librito, es como si en ese momento buscara las formas más exiliadas de la lengua, el sustrato, las raíces del idioma, ése de las jarchas del siglo IX y del Mio Cid. Me deslumbró el candor del sefardí, el sonar de sus diminutivos, su sintaxis que, efectivamente, obedece a una lógica más antigua, más primitiva entre comillas, con una edificación significativa cercana al balbuceo.

JAL ¿Reconoces en tu obra la presencia de la estética de las vanguardias?

JG Sí, claro, sobre todo de los dos que mencionaste: César Vallejo y Oliverio Girondo. El primero por una razón de coincidencias sensibles, o de confluencias, y con Girondo por ese talento, por esa libertad creadora, sobre todo en La masmédula, en que se asiste a una búsqueda extrema de la expresión. Pero cuando se habla de influencias, pienso que cada poeta transmite un lenguaje propio y creo en lo que dijo Lezama Lima, que "las influencias no son causas que producen efectos, sino efectos que iluminan causas". Hasta los creadores más vanguardistas parten de la tradición, aunque sea para negarla. Nadie viene de la nada, ningún escritor nace en probeta.

JAL Se habla también de tu deuda con Raúl González Tuñón, quien avaló y prologó tu primer libro publicado, Violín y otras cuestiones, y te dio a conocer en el ambiente argentino. ¿La reconoces?

JG Sí, claro. Fue un gran poeta. Él tenía una íntima relación con la ciudad, que asoma sobre todo en un libro que se llama A la sombra de los barrios amados, y esto era ya una afinidad. Yo formaba parte entonces de un grupo de jóvenes poetas, "El Pan Duro", y Raúl nos alentaba y de alguna manera nos patrocinaba. Era un hombre de una gran generosidad personal y literaria. Nada que ver con la pomposidad y engreimiento de ciertos poetas argentinos, que por otro lado no le llegaban ni a los talones.

JAL A diferencia de los vanguardistas, tu poesía no busca la novedad como sustancia, apenas como forma en el uso de la palabras, de las posibilidades del lenguaje, que por otro lado ya explicaste parte de su origen y su sentido primigenio. El tiempo en tu obra no se proyecta hacia el futuro de manera explícita, sino implícita, pues siempre vuelve hacia una revisión del pasado y a veces del presente. No hay pues la actitud o la vocación del vate, del vaticinador o visionario, sino del recuento histórico.

JG Yo creo que Ezra Pound tenía razón al exigir un arte que volviera nuevo lo viejo. Y desde luego, eso está movido por la experiencia personal, la experiencia de una lengua, etcétera. No comparto la idea de que el libro es un difunto porque la televisión existe, eso es rechazar o negar un legado muy rico depositado a lo largo de los siglos, de lengua y de cosmovisión, de mucha vivencia humana bajo cada una de las palabras que se usan. El habla y la poesía vienen del fondo de los tiempos; ningún desastre natural o de mano de hombre podrá acabar con ellas y sólo callarán cuando el mundo se termine.

JAL Eduardo Milán te identifica como un poeta de la lengua. ¿Estarías de acuerdo en esa observación?

JG Supongo que sí.

JAL Él pone de ejemplo de su definición a poetas como Alvaro Mutis, Francisco Cervantes, Francisco Hernández, pero en tu caso uno descubre que abres la puerta hacia otras vertientes poéticas y juegas con la tradición pensando en el presente y en el porvenir, de allí el nombre de tu libro antológico publicado por la UNAM, En el hoy y mañana y ayer.

JG Pienso que de alguna manera uno vive esos tres tiempos, dentro de un continuum sobresaltado por sus propias interrupciones, frágil, a veces incoherente, con momentos y rostros distintos.

JAL ¿Cómo fue tu relación con poetas que tuvieron una posición política francamente contraria a la tuya, digamos Borges u Olga Orozco?

JG A mí nunca me ocurrió que debía negar la obra de Borges por sus posiciones políticas, lo que no significa que hago caso omiso de su posiciones políticas por el esplendor de su obra literaria. Es muy difícil descubrir las relaciones entre la ideología de un autor, que es apenas una parte de su cosmovisión, y lo que transmite su obra, su carga de lenguaje. Es muy difícil encontrar en Borges la raíces que lo llevaron a tomar determinadas posiciones. Te contaré la anécdota que protagonizaron dos compañeros presos bajo una dictadura militar argentina en que todavía podían entrar libros a las cárceles. Uno de ellos le insistía mucho a otro para que leyera Viaje al fin de la noche, de Céline. Pero el otro se resistía porque argumentaba que él no podía leer a un autor tan fascista como Céline. Pasó el tiempo y el dueño del libro arrancó hojas de la portada y le cambió las cubiertas. Le prestó el libro al compañero renuente, quien luego de leer la novela declaró que era una obra muy buena, interesante. Cuando supo quién era el autor se llevó la sorpresa de su vida. Céline colaboró con los nazis que ocuparon Francia y escribió panfletos antisemitas y pronazis terribles, pero en esa obra revolucionó la novela francesa de los años treinta y expresó soledades, desolaciones y miserias que son comunes a mucha gente
 Borges, por su parte, en la época más dura de la dictadura militar, tuvo una valentía que pocos intelectuales mostraron en la Argentina, muchos habían sido asesinados, otros estaban en el exilio y luego las condiciones de represión eran brutales. En 1977 las Madres de Plaza de Mayo sacaron un desplegado, como se dice en México, en un diario. Las tres fuerzas armadas se habían dividido las esferas de influencia, por ejemplo, a la marina le tocaba la Cancillería, el diario La Prensa, ciertas estaciones de radio; al ejército le tocaba otra cuota -la mayor, claro- y a la fuerza aérea otra. Había una suerte de libanización. La Prensa estaba bajo el control del jefe de la marina, el entonces almirante Massera, quien tenía un proyecto político propio y por esa razón permitió que el desplegado se publicara. Al pie del texto, que pedía la aparición con vida de los hijos desaparecidos, había firmas como la de Menotti y la de Borges, que las Madres habían reunido con gran sigilo a lo largo de más de un mes. Cuando apareció el desplegado fue una gran sorpresa ver la firma de Borges. Ese día le llamó por teléfono un presunto periodista radial, más bien miembro de los servicios, que todavía anda dando vueltas por allí, y a micrófono abierto, es decir, la emisión salía directamente al aire, le dijo: "Borges, hemos visto con incredulidad su firma en una declaración." Como habían pasado cuatro semanas desde que lo firmara, Borges preguntó: “¿Una declaración, de qué tipo?” El otro respondió: “Ah, ya sabía, estos subversivos actuaron por su cuenta. Estas locas de la Plaza de Mayo utilizaron su firma alevosamente.” Borges, lo interrumpió, y le insistió: “A ver, dígame, ¿de qué se trata?” Y el otro: “Ya le digo, de esas locas que reclaman hijos.” Entonces Borges volvió a interrumpirlo. “Espere, ya comprendo, sí, por supuesto, yo firmé.” La transmisión se interrumpió de golpe. Borges había elogiado a los militares que dieron el golpe en 1976, dijo que eran "unos caballeros" y otras barbaridades más, estaba ciego, no leía periódicos y lo rodeaba un sector social que no estaba precisamente afectado por la situación. Sucedió entonces que una muy amiga de Borges le presentó a una amiga suya a quien le habían secuestrado la hija y que le relató cómo un comando armado la privó de su libertad, cómo le habían destrozado la casa, le habían robado, y su peregrinar en vano por guarniciones militares. Yo vi el documental que hizo la BBC de Londres, poco antes de que él muriera, donde le preguntan acerca de ese tema. La actitud de Borges es de una tristeza absoluta. Explicó su situación y expresó consternado: “Como decía el doctor Samuel Johnson, ignorancia, señor, pura ignorancia.”
Con Olga Orozco mi esposa Mara y yo tuvimos una relación muy cercana. Por otra parte, nunca fue una reaccionaria. La primera vez que nos vimos me recibió con muchísima cordialidad, no obstante que yo estaba catalogado como militante político, revolucionario, etcétera. También fuimos amigos de Enrique Molina y nunca se interpuso entre nosotros algún prejuicio de esa índole. En broma le dije a Olga: “Bueno, usted sabe, se dice que mis poemas son subversivos", y ella me respondió de inmediato: “Sí, lo sé, pero yo los leo de otra manera.” Nos quisimos mucho.

JAL A veces en tu poesía hay gotas de romanticismo y de erotismo. El primero es de una gran intensidad, aunque lo dosificas muy bien. En cuanto al erotismo hay momentos de gran fulgor y franqueza. Catulo es quizás el personaje que más revela esa vena de erotismo y de sarcasmo.

JG Lo que sucede es que en la secundaria estudié latín y con los compañeros nos regodeábamos leyendo los poemas de Catulo, por ejemplo, ése en que llama a una cortesana y le dice que la espera con la sábana convertida en una especie de palio sostenido por su pene erecto a manera de mástil. Me encanta su erotismo, su maravillosa ironía, su rechazo del poder, a César le dice "qué me importa si eres negro o amarillo”.

JAL El mundo clásico salpica también tu obra y seguramente ahora que lo explicas se debe en parte a esa formación escolar, a tus lecciones de latín. En fin ¿cómo entiendes esa presencia?

JG Todo el mundo incorpora cosas mediante la lectura, las experiencias de vida, la música, la relación con la gente, el tiempo que pasa. A veces asoman y a veces no. Como sabés bien, no se puede escribir poesía con deliberación, tal vez pueda ser en otros géneros, y quizás haya poetas deliberados o deliberantes, pero en mi caso, como en el de tantos otros, eso se manifiesta como una obsesión imposible de evitar.

JAL En este periplo de vida, recuerdo que, en Zacatecas, a una muchacha que te dijo que a un hombre como tú era imposible imaginárselo hablando de futbol, le respondiste que en tu infancia y juventud hubieses deseado ser un futbolista profesional. Ahora, ¿cómo ves ese recuerdo o ese deseo cuando sales a la cancha de la poesía a gambetear con las palabras? Porque tu apariencia es la de un hombre triste, pero basta conocerte un poco para descubrirte un lado gozoso, muy terrenal.

JG Eso fue la infancia. He llegado a pensar que la patria más importante es la infancia, que uno vincula a su país. Como te decía, a los quince años, diecisiete, yo iba a la milonga, como llamamos nosotros a los bailes populares. Pero Gotán, un libro que publiqué en 1962 y cuyo título quiere decir "tango" al revés, es una visión enternecida e irónica del tango. Fui amigo de Leopoldo Marechal, tal vez lo conozcas, un gran novelista a quien Cortázar admiraba mucho. Fue condenado al ostracismo interno, por razones políticas. Escribió una novela extraordinaria que se llama Adán Buenos Ayres que yo no puedo leer, y la he leído varias veces, sin reírme a carcajadas en determinados fragmentos. Algo notable en una novela. Me decía que le resultaba imposible dejar de ver el lado ridículo de las situaciones más trágicas, más dramáticas, más solemnes, más serias.

JAL ¿Y el futbolista?

JG Las evidencias sobre lo mal que jugué al fútbol eran tan claras y había tantos testigos que eso no tenía remedio. Además yo tenía un capricho, me gustaba hacer goles de taquito y me los perdía por conservar "el estilo". En el barrio me llamaban con sorna el Pibe Taquito.

JAL Argentina es un país que tiene un pasado esplendoroso en el terreno intelectual y literario, narradores por cierto con un gran sentido del humor, que habla de inteligencia y destreza en el manejo de las palabras, de la lengua. ¿Cómo ves, en este contexto político y social que vive tu país, el futuro de las letras argentinas?

JG Curiosamente se está desplegando, en esa situación de crisis, una gran oferta cultural de calidad. Se observa en el teatro, el cine, la poesía, la narrativa. No se puede ser pesimista al descubrir esa riqueza artística. Lo que extraño es la ausencia de un debate de ideas. Por otro lado, la crisis del país origina la aparición de fenómenos nuevos y muy interesantes. Se ha creado un Frente contra la pobreza en el que participan organismos barriales, grupos vecinales, gente de manera individual, desocupados, y este Frente acaba de hacer un plebiscito con propuestas que la gente apoya. Lo notable es que las votaron 2 700 000 personas. Ningún partido político en la Argentina, en los últimos años, obtuvo esa cantidad de votos. La aparición de estos nuevos signos sacude a los pensantes.

JAL Retomo el hilo conductor de mis preguntas y evoco ese momento cuando en Oaxaca me ibas narrando el encuentro con tu nieta, a la que buscaste durante años como un mastín aferrado a la huella de su sombra, y te pregunté si nunca pensaste en dejar en paz la memoria, olvidar. Entonces me respondiste que a la memoria no había que dejarla en paz, no había que dejarla descansar, había que sacudirla antes de que nos llevara al olvido y al confort. Pero ¿dónde pones el rencor, dónde el resentimiento de los agravios y los golpes sufridos?

JG Por lo pronto, hay dolor, el tremendo dolor de perder a mi hijo y a su esposa, de no haber criado a mi nieta. El sentimiento que domina es la indignación, que nunca se termina, por el crimen primero y por la impunidad después. Hace unos días, el gobierno civil argentino de Fernando de la Rúa dio a conocer un decreto que prácticamente prohíbe cualquier extradición de represores argentinos que asesinaron, como sabés, a ciudadanos españoles, italianos, alemanes y otros extranjeros. Por un lado está el juicio iniciado en España por el juez Baltasar Garzón, pero se instruyen otros en Francia, Italia, Alemania, Suecia. El decreto de De la Rúa y las declaraciones de Jaunarena, el ministro de Defensa, confirman las leyes de impunidad dictadas por otro gobierno civil, el de Alfonsín, y refrendadas por el gobierno peronista de Menem. Es decir, los gobiernos elegidos en las urnas no han hecho otra cosa que refrendar esa impunidad. En momentos de crisis tan dura como la que hoy vive la Argentina, donde la situación económica genera una enorme cantidad de desocupados, se huele ya el regreso de la represión, tal vez bajo las formas de un gobierno sedicentemente democrático. Se castiga nueva y duramente a los pobres. Pero no hay castigo para los secuestradores, torturadores y asesinos y la impunidad parece no acabar. Entonces, no se trata simplemente de rencor. El rencor es por naturaleza personal, pero el dolor y la indignación por lo sucedido y por lo que está sucediendo buscan, más que los caminos de la venganza, los de la justicia.

JAL Aquí se encuentra la líder fundadora del movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo, Laura Bonaparte, para asistir a la audiencia final del juicio de garantías promovido por el ex militar de la Armada de Buenos Aires, Ricardo Miguel Cavallo, a quien se le acusa de crímenes y torturas contra personas por motivos políticos. Escuché en la radio a una hija de desaparecidos, que ya también es madre de una niña, y por tanto madre de la Plaza de Mayo, y me sorprendió escuchar a esa muchacha con un tono de madurez, pidiendo que a los victimarios de sus familiares no se les trate mal, sino que sean respetados sus derechos humanos y se les aplique un proceso justo. Que los verdugos tengan lo que no dieron a sus víctimas, un poco de piedad.

JG En la Argentina ha ocurrido algo extraordinario, nadie se ha tomado la justicia por su propia mano, ha habido incidentes en la calle, en algún café, se ha echado a represores de restaurantes donde estaban comiendo, los hijos de los desaparecidos se manifiestan frente a las casas de los asesinos para denunciarlos, pero ninguna víctima ha matado o baleado a alguno. Es notable: la gente pide que se los juzgue y con todas las garantías para ellos, algo que ningún militar hizo ni pensó hacer.

JAL Veo una situación muy delicada en este asunto de los saqueos y de la gente saliendo a las calles desesperada porque no tiene empleo ni dinero para comer. Allí aparece la oportunidad de ejercer la fuerza y la violencia para instaurar el orden; la tentación autoritaria tiene su oportunidad.

JG Eso con seguridad, porque además la desocupación tan enorme produce enfrentamientos de pobres contra pobres. La policía protege los supermercados, a los dueños millonarios, pero no así a los pequeños comerciantes. La gente, cuando no ha podido invadir los grandes comercios se ha dirigido, llevada por la desesperación, hacia los pequeños negocios. Pero hay que diferenciar esta clase de hechos de otros que responden más provocaciones, como la del grupo que entró al Congreso, incendió bancas y produjo allí otros destrozos, pues se trata de nostálgicos de la dictadura que intentan aprovechar la situación para que se produzca otro golpe militar.

JAL Tu poesía está permeada de ese espíritu de justicia entreverado con el humor, la ironía y con frecuencia de un hálito místico. La pasión y el amor se cuecen aparte. A estas alturas de la vida ¿piensas que ha cambiado tu actitud escritural?

JG Sin duda, todo cambia con el tiempo, cualquiera que sea la experiencia. El exilio modificó todo en mí. Me resulta difícil saber cómo, pero he cambiado. En cuanto al misticismo que mencionás, fue una relectura en el exilio de los místicos españoles y de los cabalistas, es decir, los místicos judíos, y también de Hildegarde de Bingen, Meister Eckehart, las beguinas Hadewicj. Los leí de otra manera porque estaba en el destierro, sintiendo en ellos, como en mí, la presencia ausente de lo amado: Dios para ellos y para mí los compañeros caídos, mi hijo, los desaparecidos, mi país. Creo, además, que hay otra similitud que aproxima a la mística y a la poesía: el éxtasis, el salirse de sí. Por último, en ambos casos la experiencia se concreta en la escritura. La religión en que realmente creo es la de la solidaridad humana. Religión en el sentido de su significado original, religare, volver a unir. Y creo que la vida es sagrada.
Siempre recuerdo ese poema de Luis Cernuda que habla de un sobreviviente de la Brigada Lincoln, ese grupo de estadounidenses que participaron en la guerra civil española en favor de la República. Cernuda dice que basta con que uno solo muestre su nobleza para volver a creer en la nobleza humana.

JAL Bueno, los místicos también se parecen de algún modo a los revolucionarios, sobre todo cuando éstos, pongamos el ejemplo del Che Guevara, están dispuestos a darlo todo por un ideal colectivo, a sacrificarse por los otros. Pero tu ¿cómo has logrado mantener firme la convicción y la confianza en la nobleza humana?

JG Sí, mantengo mis ideas y mis ideales políticos, pero con modificaciones. Ese espíritu no ha cambiado, aunque muestra no pocas lastimaduras por toda la sangre que ha corrido. En este mundo donde se tiende a la uniformización del pensamiento están ocurriendo cosas muy peligrosas. Por ejemplo, aunque sea un hecho menor ante el genocidio pacífico por hambre que cunde en el mundo, la concentración editorial que achica la pluralidad de los títulos que se publican, para no hablar de la calidad. Van absorbiendo editoriales pequeñas, y en vez de publicar dos mil ejemplares de cien obras distintas, prefieren hacer una sola tirada de cien mil de un título que les garantice la venta. Esto empobrece aun más el horizonte que nos impone una situación económica crítica.
Creo que es imposible, realmente imposible, llegar a destruir, extinguir o incluso mutilar la capacidad de sueño y de esperanza de los seres humanos. Utópicos son los que creen que se acabó la utopía. Es al revés. Quizás la función de cada utopía radique en su fracaso, para que nazcan a utopías mejores.

JAL Y la nostalgia, ¿cómo la vives? ¿Cómo la revuelves con la ironía y el humor que te caracteriza? Porque la nostalgia empapa tu escritura, ¿no es así?

JG La nostalgia no me parece un defecto, la melancolía sí. Pero a veces la nostalgia molesta, y es cierto, creo que tenés razón, procuro distanciarme de ella con la ironía y el humor.

JAL La nostalgia revolucionaria, el haber deseado algo mejor que parece no se dio. El subcomandante Marcos emerge entre las brumas de ese pasado y la movilización de un presente cibernético. Tú lo entrevistaste hace años, ¿qué esperabas encontrar?

JG Trabajo para Página/12, un periódico argentino que tal vez conozcas, y que me pidió en 1994 que entrevistara a Marcos. Fue un encuentro en una situación muy especial, se dio en la selva chiapaneca. Me interesaba, claro, su visión política, pero sobre todo su formación literaria, tema que, como habrás advertido, ocupa un tercio de la entrevista. Me interesó una idea que él expuso allí, de nítida exposición pero muy difícil práctica, acerca de las formas que debían generarse y asumirse para que la gente participe en el debate de las ideas y en el hacer la política, a la manera de la polis griega. Opinó que la caída del imperio soviético fue producto de no haber encontrado esas formas, más que del acoso de la guerra fría.

JAL ¿Lo ves como un poeta?

JG No he leído poemas de él, pero sí tiene una prosa muy notable, jugosa, rica.

JAL ¿Te renovó la esperanza?

JG Es un movimiento nuevo, ahora está un poco quieto, pero sin duda es algo muy distinto de las corrientes guerrilleras que conocimos en los años sesenta y setenta. Las manifestaciones contra la globalización en Seattle y Génova, el Foro de Porto Alegre, el movimiento lesbian-gay, el de los sin tierra brasileños, los piqueteros argentinos, etcétera. Me parece que todas esas expresiones de resistencia que se desarrollan al margen de los partidos políticos pueden abrir camino a los cambios necesarios. Al mismo tiempo, el poder los usa para justificar la represión. En la Argentina los sectores militares incluso propusieron que se considerara subversivos a los desocupados que cortan rutas para conseguir trabajo, a los piqueteros, también a los organismos de derechos humanos y otras agrupaciones no gubernamentales que molestan aunque sólo sea arañando la estructura económica y política actual, tan dominada por el FMI, las multinacionales y los intereses de Estados Unidos. La cruzada de Bush hijo contra el terrorismo no sólo ha recortado las libertades civiles en su propio país, amenaza con hacerlo en cualquier parte del mundo.

JAL Por último, ¿confías en el proceso de extradición de Cavallo a España?

JG Aunque no lo extraditen, te diré que de todos modos este señor se ha chupado dos años de prisión en una cárcel mexicana, y eso no es cualquier cosa (risas).


***

José Ángel Leyva (México, 1958). Poeta, ensayista y editor. Actualmente se desempeña como coordinador de Publicaciones del Instituto de Posgrado, Investigación y Educación Continua de la Universidad Intercontinental. Ha publicado Catulo en el Destierro (poesía, 1993, 2ª ed. 2006); El Espinazo del Diablo (poesía, 1998); y La noche del jabalí (Fábulas de lo efímero) (novela, 2002). Contacto: jangel_leyva@yahoo.com. Agulha Revista de Cultura # 66. Novembro de 2008.







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