terça-feira, 19 de abril de 2016

GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN | El mundo como relato. Ideología, tecnología y lenguajes en el siglo XXI


LAS FORMAS DEL RELATO | Dos maneras de expresión toman parte de la naturaleza humana; cantar y contar; celebrar y exaltar lo interno; dialogar con el afuera; referir lo circundante. La relación o crónica de hechos, sean éstos acontecimientos cotidianos o experiencias interiores, forman parte de ese relato que puede ser de simples sucesos (noticias), acontecimientos referenciales comunes (crónicas) o ideas (el ensayo); cuando deseamos otorgar rango artístico a ese relato, tenemos las opciones de la novela o el cuento literarios. En todo caso, ellos provienen de una tradición oral arraigada que va formulándose y consolidándose con el paso del tiempo, y puede dar origen a otras formas narrativas como la periodística –radial, televisiva o escrita—y ésta a su vez ramificarse hacia otras formas visuales como el cine, el video o la fotografía. El uso de formas narrativas mezcladas que dan origen al cine, como el guión, el sketch, el gag y otros formatos intermedios,constituyen un complejo entramado de modos de narrar que toman elementos prestados de la música, la pintura o el teatro –y ahora de los efectos especiales creados por las computadoras—en la consecución de sus objetivos.
Tenemos entonces que el relato, en sus variadas formas y técnicas, se asume como uno de los elementos constitutivos del mundo, en la medida en que se erige desde el lenguaje oral o escrito, y de los medios que los transmiten. Ha ocurrido que los llamados medios de masas (mass media) se han convertido en portadores de mensajes cifrados en teléfonos, tabletas y computadoras que pueden recibirlos, reenviarlos y retransmitirlos en tiempo real a una velocidad pasmosa. El fenómeno de la comunicación ha adquirido tintes espectaculares y convierte dramas, tragedias, desastres naturales e intervenciones militares, huracanes o guerras teledirigidas y permiteque éstos sean captados por el espectador en el momento mismo de estar ocurriendo. Todos estos relatos son parte esencial de lo que podríamos llamar mundo o realidad, y nos permitirían ver ese mundo como un relato que empieza con las noticias matutinas o las pequeñas historias del barrio, conformadas por chismes oínfimasanécdotas desprendidas de la vida cotidiana, desde levantarse de la cama, bañarse o desayunarse, hasta narrar el sueño o la pesadilla que tuvimos esa noche. Desde ahí, hasta las producciones complejas de una película, una novela o un análisis de ideas asumido a través de un estudio, tratado o ensayo. Visto entonces el mundo como un gran relato, tendríamos que considerar a aquellos que arman, redactan o escriben esos relatos, sus narradores, quienes van desde escritores de novela hasta redactores de noticias, desde reporteros hasta locutores, vecinos de barrio a taxistas, maestros, cronistas orales u oficiales, personajes del barrio narradores de anécdotas formando parte del gran relato cotidiano, de la selva narrativa donde nos movemos a diario y donde participan poetas, cantantes, políticos o parlamentarios, todos ellos enfrentados al reto de un nuevo relato que justifique su hacer.
Por supuesto, las características de estos relatos difieren tanto en sentido como en estructura. Los relatos escritos se enfrentan a un tipo de análisis distinto al de los visuales y sonoros, y estas diferencias a veces se advierten no sólo en su formato externo sino también en su contenido, sentido o significado. La lingüística y luego la semiótica hicieron de ello una especie de ciencia, la semiología o estudio de los significados, disciplina que durante años – especialmente en los del estructuralismo de los años 60-- alcanzó niveles muy sofisticados de interpretación. Por ejemplo, Roland Barthes y Svetan Todorov dispusieron de un buen arsenal metodológico, conceptual y simbólico para llevar a cabo este análisis que cubrió casi todos los campos del saber humanístico: sociología, psicología, economía, antropología e historia, dejando no pocos hallazgos a su paso.
Nos interesa resaltar aquí las formas que esos relatos han venido adquiriendo en el discurso social y en el discurso ideológico, principalmente, mediante una serie de procedimientos sutiles o directos, descarnados o brutales aveces. Impresiona ver el conjunto de relatos difundidos a través de la televisión en los distintos formatos de noticieros, reportajes, documentales, comerciales o videos, y cómo éstos poco a poco han pasado a tomar parte de las maneras de recepción de los espectadores, de cuanto acaece en el mundo inmediato (el llamado tiempo real) como aquello que ha ocurrido a días, meses o años de distancia, y cómo éstos fenómenos producidos en el tiempo entran simultáneamente a la conciencia humana a elaborar ahí sus significaciones complejas, las cuales sufren a diario un permanente proceso de transformación. En la actualidad, los seres humanos de las ciudades vivimos dependientes de estos mensajes, desde aquellos que consideramos importantes o trascendentales, hasta los de simple diversión o entretenimiento. Por las llamadas redes sociales asociadas a computadoras, tabletas y teléfonos una gigantesca red de imágenes y mensajes escritos o audiovisuales –como los emitidos por la red Internet—nos permiten acceder a la información a una velocidad enorme. Lo que puede parecer algo común es en verdad una suerte de milagro tecnológico en el que se han empleado millones de ideas y recursos, y una monumental maquinaria comercial para hacerla posible, y así los ciudadanos podamos sentirnos conectados a las diversas realidades.

EL RELATO IDEOLÓGICO | Esto, por una parte. Por la otra, estarían las realidades presenciales relacionadas a nuestros entornos cotidianos, familiares o sociales, y son asumidas desde nuestras actividades productivas o laborales, ya sean éstas físicas o intelectuales. El ser humano requiere de modo permanente de la creación de ideas, y debe objetivar esas ideas de cualquier modo. Una vez una idea ha sido concretada genera a su vez otra, y este proceso es infinito. El proceso mecánico-industrial de fabricación de productos y objetos –sea cual fuere su naturaleza— genera una fuerza de trabajo, y ésta a su vez una serie de valores económicos que muy bien estudió Marx en su obra El Capital; éstos explican una serie de circunstancias de orden sociopolítico donde quedan bien expuestos los rasgos de la era industrial en las sociedades capitalistas de Occidente, cuyo coletazo vivimos en este siglo XXI con unas características muy propias, donde sus contenidos se han vuelto globales, nutridos de fenómenos geopolíticos y económicos y de fenómenos bélicos e ideológicos, basados en mensajes bien montados por grupos de dominación, que no cesan en su voluntad de apropiarse de los principales recursos del planeta (óigase bien, no se bastan con los suyos, van por los ajenos)para perpetrar su dominación global. Esta no es una idea exagerada, ni tomada de un libro de ciencia ficción. Es una realidad develada a través de los mismos medios que estos grupos han creado para la dominación de los otros. Esos “otros” no son meros contrincantes que cuentan con las mismas armas para responder o defenderse. Estos grupos dominantes emplean técnicas sofisticadas e indirectas de confrontar sus modos de dominación. Las primeras son las asambleas diplomáticas mundiales (ONU, OEA, OTAN.etc.) para justificar la legalidad de sus acciones bajo el pretexto de la paz (lo cual comporta una flagrante contradicción) y finalmente mediante ataques directos con misiles teledirigidos a su oponente (lo cual pulveriza su falaz discurso acerca de la libertad humana) para luego coronar todo esto con el daño permanente a la ecología del planeta mediante el uso de sustancias químicas y gases contaminantes, por lo cual deberían ser juzgados por los demás países.
Estos últimos constituyen relatos de horror, presentes de manera constante en la escena mundial, que intentan ser contrarrestados por relatos humanistas, ecologistas o socialistas y, en el mejor de los casos, por prácticas que tienen como base la fe, la esperanza o la piedad, fundamentadosen la filosofía, la religión, la espiritualidad o el arte. Los relatos filosóficos, religiosos y artísticos tienen el denominador común de ofrecer opciones de convivencia, tolerancia, meditación, paz, equilibrio con la naturaleza y un desarrollo de la sensibilidad creadora, más allá del de una mera inteligencia aplicada que puede ser devastadora. Nos preguntamos, una y otra vez, de qué sirve la inteligencia y la capacidad de innovacióntecnológica sin una filosofía ética que la sustente; de qué sirven inventos técnicos prodigiosos si no van en función de la felicidad humana. El progreso cuantitativo y el progreso económico, por sí solos, no nos dicen nada si no van encauzados por una filosofía o un arte; los proyectos humanos no pueden estar todos guiados por un afán de rentabilidad o de ganancia competitiva, pues quedarían cosificados, convertidos en objetos vacíos.
Los portadores de estos relatos son, en cualquier caso, quienes lideran las políticas en los distintos estamentos jurídicos, administrativos y económicos. La cultura, en este sentido, funcionaría como el ente nucleador para dar consistencia conceptual a cada uno de los proyectos que se ejecuten para el bien común. La cultura ya no sería entonces un ente accesorio, un adorno superfluo de la dinámica social, si no un elemento cohesionador. Esta es una de las fallas principales de tantos modelos políticos, que fracasan precisamente porque no se harespetado su legado cultural, poniendo por encima de éste los intereses económicos y financieros, y montando sobre éstos el llamado “aparato productivo” como si éste funcionara de manera independiente de las demás estructuras de la sociedad. Esta ha sido también la falla principal del capitalismo desarrollado, empeñado en exportar (y a veces en imponer) su modelo productivo con la pretensión de hacerlo universal. No redundaremos aquí en las formas empleadas para implementar ese modelo a nivel mundial, con las nefastas consecuencias que todos conocemos.

RELATOS POLÍTICOS | Las democracias representativas de Occidente han depositado en sus líderes (presidentes, gobernadores, alcaldes, parlamentarios, diplomáticos) la mayor confianza como portadores de sus derechos y necesidades, pero también de sus discursos, es decir, de sus relatos ideológicos. Tales relatos, por naturaleza circunstanciales, se aferran a necesidades inmediatas de las comunidades, quedando luego como simples episodios en el determinado lapso de tiempo de sus mandatos. Tales mandatarios manejan cuantiosos recursos económicos durante esos lapsos, sin poder resistirse a la tentación de enriquecerse con éstos de manera personal. Así alcaldes, gobernadores o presidentes, en coordinación con empresarios y financistas, abordan tales proyectos con un saldo mayor de ganancias para ellos que para la colectividad. El proceso se repite desde una simple vía dañada en el barrio hasta un gran proyecto hidroeléctrico; todo justificado en facturas falsas, empresas fantasmas, intermediarios y comisiones. Los políticos se han ganado su mala reputación debido a estas transacciones donde no media la sensatez ni el sentido de una educación constructiva. El político profesional a menudo se basta a sí mismo, se protege con financistas cercanos y la anuencia de administradores y testaferros. Al final de cada mandato, logran su cometido: enriquecerse con los recursos destinados al colectivo. Su discurso, su relato, es la demagogia, es decir, la reiteración de formas vacías del lenguaje, de fórmulas discursivas repetitivas. Todo ello formando parte del juego de una democracia puramente formal, despojada de contenidos sociales reales. Tal práctica se produce en el seno de empresas pequeñas y grandes, en instituciones estatales, ministerios, corporaciones; lo cual no sólo acarrea el empobrecimiento material de un estado o país, si no esencialmente un empobrecimiento moral, basado en complicidades automáticas y acuerdos tácitos. Mientras tanto, el discurso público, el relato hacia afuera, se empobrece.

RELATOS HISTÓRICOS | Cuando surgen los discursos a contrapelo a los de la democracia representativa, es justamente para neutralizar o desenmascarar aquellos relatos fallidos, empobrecidos. No ha sido sólo el discurso socialista o emancipador, si no el discurso de una filosofía de urgencias que pueda enfrentarse al relato histórico de los imperios seculares. En Europa desde el siglo XIV hasta el siglo XIX se mantuvieron reinados e imperios que ejercieron su dominio tanto en sus propias tierras como en aquellas que conquistaron en territorios de ultramar, a donde arribaron con expectativas de continuar su dominación. Lo lograron a medias. Inglaterra, Francia, Portugal, España y Holanda se dispersaron por mares de otros continentes en busca de riquezas (las suyas no les bastaban) en nombre de sus respectivas coronas, sometiendo con diversos métodos a territorios y naciones aborígenes de este lado del mar, colocando sus nombres a las nuevas geografías e imponiendo costumbres, lenguas y religión. A través de un arduo y complejo proceso, etnias de este lado del océano se mezclaron con aquellas dando como resultado a etnias distintas, una “raza” otra que ha venido arrastrando sus vicisitudes a lo largo de quinientos años. No es tema de este escrito juzgar qué ha sido bueno o malo o porqué, donde radican sus errores o aciertos; en todo caso habremos de arrojar una mirada distinta del legado que tenemos ante nosotros (del cual ya no podremos excluir la cosmovisión indígena y la africana) para poder hacer juicios certeros acerca de las realidades que compartimos y muchas veces no comprendemos, por hallarse estas realidades inmersas en diversas paradojas históricas y en contradicciones que se fueron produciendo mediante el ejercicio de gobiernos insensatos o simplemente crueles, donde imperó la fuerza bruta y el exterminio de naciones aborígenes enteras.
Hoy por hoy es tarea imprescindible la revisión de estos relatos históricos, de estos discursos que han venido juntándose hasta la encrucijada de fines del siglo XX y comienzos del XXI, donde algunos hombres intentaron liderar con relatos distintos del antropocéntrico. En nuestro país, Francisco de Miranda y Simón Bolívar destacan por su lúcido manejo de las categorías históricas y por el impulso que tomaron de la observación del paulatino empobrecimiento de sus pueblos, a los cuales se negaba la opción de convertirse en naciones, reduciéndolas a meras provincias de los imperios europeos. Desde que el sueño de Miranda y Bolívar –-el sueño panamericano— brota en tierras americanas con posibilidades de florecer, y con el triunfo de la guerra independentista en el siglo XIX, surge en Venezuela y en el resto de América un discurso esperanzador que, a la vez que usa las inflexiones de la rica lengua castellana para expresarse, también adopta una nueva modulación para argumentar sus ideas de liberación del imperio español, y poder construir paralelamente una ideología y una doctrina distintas para las naciones nacientes: Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela se unen en un ideal común, abonado con los sueños y batallas libradas por hombres recios en pensamiento y práctica, embarcados en la noble empresa de libertar esas naciones, y de otorgarles entidad jurídica y autonomía política y administrativa, cosa que a la postre se logró con mucho esfuerzo.
Con el advenimiento de la llamada revolución industrial, el maquinismo y una concepción basada esencialmente en el desarrollismo de una industria perfeccionada por la tecnología --que tiene a la máquina como centro de rendimiento y rentabilidad-- Europa transfiere a Estados Unidos gran parte de su poderío material, y así comienza a funcionar a todo vapor el imperio de la máquina. El ferrocarril, los barcos y los aviones se convertirán en los nuevos objetos de culto del llamado progreso. No olvidemos que muchos de estos medios de viajar fueron construidos con mano de obra esclava. Al industrializarse e individualizar el uso del automóvil y del televisor, se impondrán los nuevos modelos de vida. Estados Unidos toma entonces el sitial principal de progreso, éxito, desarrollo, lujo, confort, placer. “La tierra de las oportunidades” se amoneda entonces como parámetro a seguir, cuando en verdad se trata de los primeros pasos firmes para la dominación material del continente.
Los mandatarios del país del norte sacan del juego a todos aquellos que les adversan en ideas, a través de una filosofía pragmática. Ni Abraham Lincoln, ni Martin Luther King, ni Malcolm X ni John Kennedy logran resistir los embates de este pragmatismo que reviste todas las características de un nuevo imperialismo. Lo mismo ocurrirá en América Latina con Jorge Eliécer Gaitán, Salvador Allende, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Camilo Torres, Fidel Castro o Hugo Chávez Frías, quienes ensayan en sus países otros caminos de convivencia, distintos a los del capitalismo. Ha sido ciertamente difícil escapar de la fuerte ideología pragmática del capitalismo, cuyo relato principal es el éxito y la riqueza individual, con sustentos muy poderosos en la ganancia y el mercado, y en una serie de símbolos de éxito personal basados fundamentalmente en la acumulación de bienes y la adquisición de prestigio. El dinero, su principal símbolo de estatus, no es sino un simple papel impreso con una cantidad que a menudo invierte los valores de quien lo posee en demasía: al pobre lo hace rico, y al muy rico, pobre. Carlos Marx hizo hincapié en este valor aparente del dinero que privilegia el valor de cambio sobre el valor de uso, cuando debería ser lo contrario.

RELATOS POLÍTICOS Y LITERARIOS EN VENEZUELA. EL CASO CHÁVEZ. | Después de la Guerra de Independencia, Venezuela se sumió en las guerras federales, que la dejaron aún más arrasada. El país comenzó lentamente a levantarse con el cultivo de los frutos de la tierra, hasta que logró a medias levantar una economía agraria, y lentamente, pecuaria. En las primeras décadas del siglo XX, Venezuela estuvo dominada por una serie de tiranos de nuevo cuño, todos con negocios directos con Estados Unidos. Para citar sólo a dos de estos tiranos, Juan Vicente Gómez muere en 1936 y con él su mandato; en 1958 cae la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Durante la década de los años 60 el discurso cambió: el relato político de esos años nos hablaba de una revolución protagonizada por nuevos partidos políticos legitimados por elecciones libres, pero ello fue sólo un espejismo más de un sistema inoculado por los valores del capitalismo, habida cuenta de nuestra riqueza petrolera, que era lo más importante para el país del norte. De este modo comenzaron las negociaciones con las petroleras trasnacionales (Shell, Creole, Mobil) para negociar nuestro petróleo. El país nadó entonces en la conocida bonanza creada por la venta de su petróleo, un país que vivió (y vive) casi exclusivamente de esa renta y se daba el lujo de importar casi todos sus rubros. En efecto, se creía rico, pero en verdad era un país subdesarrollado e hipotecado. El plazo de esa hipoteca se venció, y el discurso de los demócratas convencidos se tornó macroeconómico, un discurso repleto de referencias de la economía capitalista, que fue aplicado a nuestro país en términos de competitividad, crecimiento, rendimiento, ingreso per cápita, producto interno bruto, liquidez, etc.- mientras se preparaba lentamente su debacle. Los partidos políticos se descompusieron internamente e hicieron implosión a fines del silgo XX: el bipartidismo venezolano ya estaba gastado, entró en crisis y con él su relato.
Novelas y cuentos venezolanos de los años 60 y 70 reflejaron esta crisis. Un caso emblemático lo representa la novela País portátil (1968), de Adriano González León, donde se narra buena parte de la luchaguerrillera urbana del los años 60 y sus expectativas posteriores. También novelas y cuentos de Renato Rodríguez, Luis Britto García, Eduardo Liendo, Carlos Noguera, Salvador Garmendia, Argenis Rodríguez o José Vicente Abreu se inclinaron en este sentido y dieron cuenta de esta ruptura con los cánones de la narrativa burguesa o pequeño burguesa de su época, y buscó nuevos modos de relatar, alejados del costumbrismo ydel positivismo. Desde los años 70 en adelante, el relato ficcional y ensayístico se fragmenta y concentra en textos breves, irónicos, sarcásticos, existencialistas, experimentales. Tanto la narrativa de ficción como el periodismo experimentan nuevos modos expresivos, heredados en buena parte de una tradición de escritores donde se insertan los nombres de Truman Capote, Tom Wolfe o Gabriel García Márquez.
Cuando Hugo Chávez Frías asume el poder a fines del siglo XX, ya Venezuela ha entrado en su crisis terminal, que exige un cambio de paradigmas. Chávez asume el reto; fracasa en su primer intento y lo admite públicamente ante las cámaras de televisión, y esa es su primera victoria: su derrota es la derrota del pueblo, que se ve reflejado en él. Es hecho preso, pero después de recibir el indulto que lo libera se lanza como candidato a la presidencia. Su triunfo es arrollador.
Por supuesto, Chávez no pudo adaptarse a los llamados de los jerarcas privados del momento. Su figura resultó incómoda sobre todo por su manera de ver y relatar el mundo. Primero le otorga consistencia a su discurso ideológico, el cual pasó a reforzar con un elemento importante: la cohesión del relato histórico. Sus permanentes alusiones a la historia de Venezuela fueron tan didácticas como refrescantes, tan importantes como amenas, matizadas de anécdotas y datos curiosos. Con ello se alejó del relato oficial, tan almidonado y frío, usado en efemérides patrias de plaza dominical y en eventos burocráticos. Chávez logró el milagro de hacer de este relato una cátedra televisiva, para convertirlo en espacio de reflexión. De manera clara y grata, Chávez narra los acontecimientos de la historia para crear una conciencia patria y lo logra en buena parte. Esta patria de Chávez –-preciso es decirlo— no es la patria acartonada ni el patrioterismo ramplón de los discursos de asamblea, sino un país vivo y alerta a sus necesidades y derechos, a sus responsabilidades y autodeterminación. Narra los acontecimientos, pero también los coteja, los contextualiza y los hace accesibles, es decir, crea verdaderos interlocutores.
Esta acción fue muy importante en la educación del pueblo, que no escuchaba de su presidente sólo promesas o frases demagógicas. Chávez podía saltar de un tema a otro con increíble facilidad, y retomaba el hilo principal de su relato manteniendo la atención de sus oyentes por espacio de horas, cosa que nunca antes había sido lograda por un mandatario. Lo otro son sus conocidas dotes de humorista, melómano y amante de la poesía, actividades mediante las cuales rompió más de una vez con los formatos rígidos del protocolo político. Lejos de desagradar a la gente, se acercó a las personas, quienes le consideraban cercano, auténtico, sincero, cuya espontaneidad o jovialidad no desdecía de la seriedad de sus ideas o acciones. Tenemos, por ejemplo, los relatos de su infancia conocidos como Cuentos del arañero (2012). Con un soberbio poder de evocación, Chávez nos traslada a su infancia de vendedor de dulces que, mientras se dirige a los distintos espacios familiares o colectivos de su pueblo natal (Sabaneta de Barinas), va tejiendo una serie de anécdotas graciosas en relación a su humilde trabajo, pues pinta la vida de sus gentes con una calidez inusual, una calidez teñida de esperanza y sueños. La ternura que se desprende de estos relatos hace que el lector se identifique con la infancia de tantos niños venezolanos del campoque, en medio de sus limitaciones materiales, estaban atentos al renacer de una posibilidad de convertir la miseria de sus pueblos abandonados en espacios dignos para la vida, el trabajo y el afecto.
Claro está, no todo el libro Cuentos del arañero son recuerdos de infancia; éstos se concentran en la primera parte del volumen “Historias de familia”. El resto están centrados en su afición al béisbol en las tituladas “Crónicas de pelota”, a la cual sigue “Del cuartel” que nos narra su formación militar como soldado del ejército. Su toma de conciencia social se ve reflejada en las secciones “Próceres” y “Hombres de la Revolución”, y luego, ya en pleno ejercicio del poder, en las denominadas “Abrazando la masa” y “Fidel”. En todas ellas se trasluce la capacidad de narración oral de Chávez, en textos plenos de elementos chispeantes que pueden ser tomados como crónicas, anécdotas, historias, glosas, reflexiones; es decir, relatos mezclados que sus compiladores (los cubanos Orlando Oramas León y Jorge Legañón Alonso) supieron transcribir y organizar para presentarlas como “cuentos”, lográndolo con creces.
Por otra parte, estarían los textos escritos por Chávez, sus artículos periodísticos del comienzo de su carrera política a los que tituló Las líneas de Chávez, así como sus ideas políticas localizables en su Agenda alternativa bolivariana (2007), el Golpe de Timón (2012) y finalmente en el Plan de la Patria (2012). En la Agenda traza una serie de puntualizaciones sobre ejes, objetivos, necesidades, acciones y esquemas acerca de nuestras políticas (petrolera, fiscal, cambiaria, socioeconómica, monetaria) y enfatiza en una serie de aspectos atinentes a ejes problemáticos como la pobreza, la desnacionalización, la propiedad y la gestión del aparato productivo, la democracia económica, la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, los equilibrios macrosociales y la dinamización de la producción. Esta Agenda está basada en una Economía Humanística Autogestionaria, la cual puede ser suplementada con la ejecución de un enfoque estratégico nacional que cuente con la conservación de los equilibrios macrosociales y macroeconómicos, pero también de la provisión de los servicios públicos de vivienda, salud, educación e infraestructura, y a la vez pueda asumir funciones complementarias con el impulso de mercados intermedios de capital, en áreas y zonas de alto riesgo; la neutralización de las perturbaciones en los precios, la distribución y el ingreso, la concentración de la propiedad y la internalización petrolera a través del redimensionamiento de PDVSA, entre otros importantes aspectos.
En Golpe de Timón Chávez realiza una profunda autocrítica de su gestión en un nuevo ciclo de transformación, para poder implementar una democracia socialista, donde la propiedad social sirva para alcanzar una mayor eficiencia en las gestiones, y así conseguir mejores resultados para el pueblo, en un exhorto a trabajar en equipo y conquistar el máximo valor agregado a todos los quehaceres, con el reforzamiento de un Sistema Nacional de Medios Públicos, sistema que hasta ahora no ha podido cohesionarse de un modo efectivo. En este texto de rectificación, el comandante se reclama a sí mismo y a su equipo una mayor eficiencia en las gestiones de gobierno.
Finalmente, en el Plan de la Patria el líder nos presenta de manera esquemática pero muy clara y bien desglosada en partes y parágrafos puntuales, el proyecto que podría asumirse en estos tiempos (2013-2019) centrado en los grandes objetivos históricos y nacionales, como son la defensa plena de la Independencia Nacional; desarrollar capacidades científico-tecnológicas vinculadas a las necesidades del pueblo; proteger la independencia y soberanía nacionales; propulsar la transformación del sistema económico trascendiendo el modelo rentista; consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista; lograr la irrupción del Nuevo Estado Democrático Social, de Derecho y Justicia; convocar a una nueva orientación ética, moral y espiritual de la sociedad; consolidar a Venezuela como potencia energética mundial; desarrollar las potencialidades de nuestros recursos para el aprovechamiento de la máxima felicidad del pueblo; ampliar y conformar el poder militar para la defensa de la Patria; profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional; continuar desempeñando un papel protagónico en la construcción de la unión latinoamericana y caribeña; afianzar la identidad nacional y Nuestroamericana, y continuar trabajando en el desarrollo de un mundo multicéntrico y pluripolar sin dominación imperial, y a la vez desmontar ese sistema neocolonial de dominación imperial; construir el modelo económico eco-socialista basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, respetando los procesos y ciclos de ésta; proteger y defender la soberanía del Estado y el patrimonio histórico y cultural venezolano y nuestroamericano, y finalmente construir un gran movimiento mundial para contener las causas y reparar los efectos del cambio climático, derivados del capitalismo depredador. Todas estas ideas constituyen de por sí el principal relato teórico donde Chávez sustentará su proyecto político, que debería ser uno de nuestros nortes en los difíciles momentos que atraviesa la Patria.
Su gran dinamismo y capacidad de trabajo, aunados a su temperamento jovial, dieron como resultado una personalidad arrolladora, que colocó pronto a Chávez en el sitial de uno de los hombres más populares de América. Su fama pronto se expandió por el mundo y produjo una suerte de fenómeno político, un fenómeno único debido justamente al acopio que hizo de simpatía, lucidez y honradez moral. Chávez aprovechó su radio de influencia para lanzar a la arena política sus ideas, e hizo que países hermanos como Cuba, Ecuador, Brasil, Bolivia, Uruguay, Nicaragua o Argentina compartieran esas ideas para el bien común. Su diálogo con Chile, Perú o Colombia se hizo más difícil porque en estos países se enquistó una fuerte burguesía nacional que impidió el diálogo con las clases necesitadas, a través de una poderosa maquinaria mediática y financiera que genera violencia, corrupción, crimen organizado y tráfico de estupefacientes.
El discurso de Chávez estaba compuesto por un conjunto de relatos nutridos de la imaginación y la sensibilidad populares, y aspiraban devolverle al pueblo lo que por derecho le pertenece: su historia, sus bienes, sus aspiraciones, sus alegrías. La percepción que el pueblo tuvo de él fue el de poseedor de una gran transparencia humana y de una gran verticalidad moral: de ahí su relato encendido y su capacidad de convencer. En ese sentido, Chávez habló por buena parte de nosotros a través de un relato pleno de goce por la vida, y de constantes esfuerzos para conquistar ese gozo, ese vivir viviendo, esa suma de felicidad posible, que se distingue muy bien de tantos discursos y relatos vacíos a que nos tenía habituados la vieja política. Él, como gran narrador oral que fue,también en el fondo fue un poeta que creyó en su pueblo, y esa es ciertamente una esperanza muy difícil de arrebatar.

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GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN  (Caracas, 1950). Narrador, enssayista, traductor. Página ilustrada com obras de Arthur Bispo do Rosário (Brasil), artista convidado desta edição de ARC.



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Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 16 | Maio de 2016
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