segunda-feira, 3 de abril de 2017

SUSANA WALD | En busca de Laurette Séjourné (Inicio de un primer borrador)


La de Laurette Séjourné es una imagen de madre para las mujeres de mi generación. Nace en 1911; Violeta Resinger, mi madre pianista, en 1908, al igual que Simone de Beauvoir. Otra figura materna es Remedios Varo, también de 1908. Esa generación de mujeres puso un esfuerzo en su vida y su trabajo que es la piedra fundacional de la realidad que más tarde se desarrolla con personas como Betty Friedan seguidas por el contingente enorme que hace explotar la realidad anterior y va formando la presente. Para la humanidad estas mujeres son fenómenos esencialmente importantes.
Laurette Séjourné  es una de esos fenómenos. Sus ideas me acompañan desde mi juventud. En mi madurez presente tengo la certeza de que conocerla mejor es de gran interés para la ciencia y también para el público en general. A Séjourné le tocó vivir un periodo muy duro del difícil siglo XX. Durante todas esas vivencias, a pesar de ellas y hasta los últimos días de su vida, se mantuvo firme en sus ideales y convicciones.
Me parece de candente interés salvar la imagen de Séjourné recogiendo todos los recuerdos posibles de quienes la conocieron y la amaron.

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Vivía y trabajaba en Santiago de Chile cuando sobrecogida de emociones leí su espléndido tercer libro, Pensamiento y religión en el México Antiguo. Escribí a la autora y Laurette Séjourné, sin conocer la joven veinticuatro años menor que ella que la contactaba, respondió el 16 de septiembre de 1964 con una nota cargada de sentimiento, envuelta en tonos de desánimo.

Querida Susanne (sic) Wald, su nota me ha conmovido profundamente; ¿Me creerá usted si le digo que —esta misma mañana, por primera vez desde que me dedico a esta extraña tarea— había sentido la angustia de la imposibilidad de poder comunicar vez alguna lo que descubro en este universo precolombino? ¿Y qué me he dolido de la esterilidad de todo mi trabajo? Con afecto, su Laurette.

Desde el momento mismo de recibir esta nota, escrita con letra menuda en la primera página de La simbólica del fuego, un sobretiro de la revista Cuadernos Americanos, estuve conmovida por el sentimiento que la animaba. ¿Qué era lo que provocaba que esta mujer cuyo trabajo estaba publicado por la prestigiosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica estuviera "dolida por la esterilidad" de su trabajo que yo percibía magnífico y pleno de significado? Tuve un instantáneo y durable deseo de conocerla mejor. Quería comprender por qué tendría ella esta sensación respecto a una labor tan profundamente conmovedora e iluminadora como la suya.
El desánimo que respiraba la nota debía estar provocado por alguna causa mayor, al punto de que quien la escribía mencionaba a una persona desconocida un estado emocional necesariamente íntimo. ¿Por qué le parecía que era imposible comunicar lo que descubría en el universo precolombino? ¿Qué causaba esta barrera en la comunicación? Era obvio que Séjourné era capaz de expresarse sin problemas. Eso se podía percibir en sus textos. ¿Estaría luchando contra fuerzas exteriores a ella?
Mi apasionamiento por la muy velada persona de Laurette Séjourné no ha mermado desde el momento mismo en que recibo esa primera nota que respira desesperación, desánimo, fatiga. Asocio el tono de esa nota al evento diecinueve años anterior, de enero de 1945, cuando ella intenta suicidarse.
Para esa fecha se ha producido un alejamiento entre ella y Victor Serge, su segundo marido. En la introducción para, Carnets, [1] libro de Serge, los recopiladores le citan:

Escribir para [meter al] cajón, a más de mis cincuenta años, ante un futuro oscuro y sin excluir la hipótesis de que las tiranías durarán más de lo que me resta de vida, ¿qué me da?

Y agregan los autores:

[Los] últimos años [de Víctor Serge] están marcados por el desgarramiento de la pareja y la enfermedad. Serge sufre de una condición cardiaca que hace más notoria le diferencia de edad: veintiún años separan a los esposos.

La primera idea que surge es que el gesto suicida de Laurette se debe a la depresión causada por el alejamiento de Víctor, su enfermedad y la diferencia generacional. Es posible, pero lo más probable es que se trate de un asunto más complejo.
Laurette debe trabajar para mantener a Víctor y a sí misma. Posiblemente le afecta el encuentro de culturas: la que ella trae consigo de Europa y la que encuentra en los mesoamericanos que la rodean. En sus escritos Laurette está claramente al lado de los derechos de los nativos indígenas, tanto en el tiempo de la llegada de los españoles como en la época en que le toca conocerlos. Pero hay elementos sutiles, asuntos profundos que surgen cuando dos culturas tan diferentes se tocan, o chocan, o se mezclan.
Laurette es mujer, en un país donde las tareas decisivas en lo político y lo social las llevan los varones. Es mujer, en una profesión en que predominan los varones. Está protegida por la sombra de los varones con quienes está casada, pero eso la lleva a la condición de "la mujer de", un situación en que se respeta la persona, la labor y las ideas de una mujer no por lo que son en sí, sino en función de su situación matrimonial. Tiene dueño, es intocable al igual que un mueble de colección. Esta condición la reconocen con facilidad las mujeres de su generación e incluso de la generación siguiente, pero no la perciben ni la sienten los varones. Para ellos ser "dueño" de la mujer agrega valor a su idea de potencia, de poder. Para la mujer en cambio es un peso constante, una sombra o una nube que la cubren en todo momento, aunque no las perciba en forma consciente.
La diferencia cultural la explica el mismo Víctor Serge cuando dice en una nota en que se refiere a los mexicanos:

Aquí los instintos priman sobre la psicología cuya existencia sólo la conocen los profesionales…

Y anota un par de detalles que fascinaron a André Breton cuando visitó México al que encontró el país donde todo lo percibía surreal. Este juicio suyo se basa en observaciones de la superficie de una realidad más profunda y cargada de problemas. Lo que ve Breton es aparentemente lo que busca el surrealismo, la unión de los opuestos. No hay tal unión, hay una situación de paralelismos irreconciliables. Eso lo menciona Serge cuando dice:

…la montaña árida está al lado de la ciudad, el cuchillo bajo la mano, la cólera bajo la risa; aquí la pasión elemental mata sin complicarse, la fe hace delirar y asegura el perdón, la codicia es el fuego, el amor es una violencia que calma; la muerte no es burguesa, es cercana y es negra y con sus dientes burlonas de calaveras, resucita el recuerdo de la danza macabra de Dürer — y no el de un catafalco topando con los crines con penachos que llevan el bello ataúd al [cementerio] Père Lachaise... Todo es tórrido, brutal, vehemente, simple — pero simple como la vida misma de tejidos carnales, henchidos de sangre, que no son sino carne y misterio: nada es cerebral.

Para el intelectual que viene de Europa, incluso con la mayor simpatía y admiración de todo lo que lo rodea en México esta condición que el mismo Serge subraya, esta falta del elemento cerebral es difícil de sobrellevar. La falta de lo cerebral quizás esté sobreestimado en Europa, pero eso cerebral es el elemento que rige todas las actividades e intenta ahogar las filtraciones de lo instintivo, de lo que viene del sentimiento.
En México la abundancia de la creación visual, de las artesanías, de la presencia de la música popular bien puede deberse al predominio de la actividad del hemisferio derecho del cerebro humano en detrimento del izquierdo. Cuando Séjourné y Serge, poco después de casarse viajan a Oaxaca en un especie de luna de miel, disfrutan y admiran, al igual que Breton, las manifestaciones de la cultura que no es cerebral. Ellos lo observan desde su condición de seres educados a la manera europea, y quizás no se detienen lo suficiente a considerar cómo los ven a ellos los seres cuyas vidas y costumbres están observando.
Luego cuando conviven con los mexicanos más enraizados en lo instintivo y emocional, cuando trabajan con personas que están embebidas de la cultura mucho menos lineal que la suya, surge el choque cultural. Ese choque afecta más a Laurette porque está también teñida por la discriminación contra la mujer que incluso setenta años más tarde permea la realidad, proyecta su sombra sobre las comunicaciones humanas.
Vale la pena observar que la nota de Serge y el intento de suicidio de Séjourné se producen en la misma época. Para entonces Serge lleva cuatro años en México y Séjourné tres. En sus vidas y en el cúmulo de eventos que viven este es un periodo de muchísimas emociones. La guerra, la huída necesaria para salvar la vida propia y de los dos hijos de Serge que traen consigo; la dificultad de sobrevivir, por parte de Serge sin poder vender sus textos ricos en matices; para Séjourné la dificultad de hacer trabajo de toda índole con tal de lograr lo mínimo para la sobrevivencia; las inevitables consecuencias de estar criando a una niña cuyas necesidades no se pueden postergar; la persecución estaliniana cuya sombra cubre las actividades de todas las horas de todos los días; los constantes destellos de información de muertes, desapariciones, enfermedades de intelectuales mayores que ellos y los de su generación. (En las notas de Serge vemos claramente la lista de "sus muertos". En el caso de Séjourné hay al respecto un silencio; tiene que haberle afectado la desaparición o muerte de personas cercanas a su sentir.)
Lo que mantiene la energía necesaria para ambos son sus pasiones creadoras: en el caso de Laurette, la arqueología; en el caso de Víctor la literatura, los artículos y novelas escritas; y para ambos los contactos con personas con quienes comparten ideales e intereses. También es aliciente poder recorrer, estudiar y conocer un país cuyas características los fascinan y preocupan. Características que observan tanto en la naturaleza, clima, topografía, e inmensidad del territorio como en la enorme variedad de sus habitantes.

NOTA
1. Víctor Serge, Carnets (1936-1947), Edición de la recopilación de Claudio Albertani y Claude Rioux, 2012, Argone, Marsella.



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SUSANA WALD (Canadá, 1937). Pintora, designer, traductora, ensayista. Aquí lo publicamos unas páginas inciales de un libro que sigue redactando. Página ilustrada con obras de Ana Mendoza (Venezuela), artista invitada de esta edición de ARC.

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Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 26 | Abril de 2017
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