segunda-feira, 29 de maio de 2017

ALESSANDRA GALIMBERTI | Diálogo com Susana Wald


AG | Naciste en Budapest en 1937, dos años antes de estallar la II Guerra Mundial, y emigraste con tu familia a Argentina en 1949, en plena posguerra. Qué significó para ti esta infancia en una Europa convulsionada?

SW | La infancia en la Europa convulsionada ha significado, entre otras cosas, que mi familia se viera obligada a abandonar Hungría y para mí comenzara de esa forma una vida muy dentro de los parámetros europeos en lo que a mi vida familiar respecta, pero también una vida en un entorno latinoamericano. Mi formación conjunta estos elementos. Llego a Argentina a partir de una educación, en la primera niñez, bastante prusiana, y como adolescente me inserto en otro mundo donde, por ejemplo, van apareciendo los textos de Jorge Luis Borges, o de autores franceses como Albert Camus o Michel Butor que, para participar con otros jóvenes de mi edad era de rigor haber leído. Para una adolescente que venía de un régimen comunista totalitario, el ambiente de Buenos Aires era resfrescante. Ahí todo parecía alcanzable, y el desarrollo del pensamiento pudo fluir con libertad.

AG | Echo en falta alguna otra referencia explícita en relación a tu infancia en Hungría: mencionas lo del sistema totalitario y lo demás se deja implícito a partir de lo que cuentas de Buenos Aires.

SW | Mi primera infancia se desarrolla en años en que la Segunda Guerra aún no estaba golpeando mi ciudad natal en forma directa. Tengo recuerdos maravillosos de ese primer periodo. Paseos por la ciudad de Budapest con mi padre, visitas diarias al parque con mi madre, y paseos los fines de semana a los bosques que se encontraban a las afueras de la ciudad por el lado de Buda. Creo que esos eventos me han marcado. Siento un apego a la naturaleza por un lado y a la vida en la gran ciudad por otro. Mis padres tenían también una casa de veraneo a la orilla del Lago Balaton. Íbamos ahí durante supongo que unas ocho semanas en el verano. El agua del lago, sus alrededores, los recuerdo como lugares de gran encanto envueltos en esa bruma de luces doradas de la infancia.
Sin embargo hubo un deterioro constante en la situación de mis mayores a medida que avanzaba la guerra lo que creo que incidió en una atmósfera de angustia que iba invadiendo todo y que la niña que yo era no podía entender. Eso y la disciplina a la que nos sometía mi madre me han hecho entrar en la vida adulta antes que otros niños, como por ejemplo los de mi edad que conocí en Argentina.
En Budapest fui a la escuela primaria, adonde entré frisando ya el octavo año, dado que durante la guerra no había posibilidad para ello. Aprender a leer me fue una revelación y la lectura me resultó en alimento constante durante toda la vida.

AG | Llegaste a Argentina a los doce años y a partir de ahí empezó tu largo periplo por las Américas: Chile, Canadá, México ¿qué me puedes decir acerca de esto? Lo consideras un exilio forzado o el elixir de un viaje sin retorno?

SW | Mis padres decidieron abandonar Hungría y con ello perdieron su nacionalidad y yo la mía. No sé si eso lo puedo considerar exilio. No llegamos a Buenos Aires perseguidos, mis padres no eran personas metidas en política, pero al mismo tiempo estábamos en un medio totalmente nuevo para nosotros, en medio de una lengua diferente al nuestro. Culturalmente sí puedo hablar de exilio. Durante muchos años no he vuelto a Hungría. No tuve deseo de ir antes de la caída del Muro de Berlín. Ahora me gustaría ir, pero todavía no se me ha dado la oportunidad.
De Buenos Aires me mudé a Santiago de Chile porque mi marido, mi primer compañero (padre de dos de mis hijos, nacidos en Santiago), tenía su residencia permanente ahí. Me entusiasmó estar en Chile y en cuanto pude hacerlo me nacionalicé. Esta fue una movida probablemente naive, los chilenos nunca me consideraron una de los suyos. Excepción de ello es Ludwig Zeller a quien conocí en 1963.
Por razones de mucha actividad cultural que en esa época no podía separarse de lo político (área en que nunca he sido activa), Zeller y yo decidimos irnos a Canadá, con tres de nuestros cuatro hijos. En Canadá obtuve la ciudadanía a la que no podría renunciar nunca. Encuentro en Canadá un mundo que me es muy afín, un grupo humano esforzadísimo, un entorno con el que armonizo instintiva y racionalmente.

AG | Faltaría tal vez decir algo sobre México.

SW | Mi relación con México tiene elementos mágicos. El primer premio que me gané (en un concurso de dibujo) fue un libro sobre plástica mexicana. Me llamó enormemente la atención. Luego, ya en Argentina, y más tarde en Chile, leí libros sobre arqueología y arte mexicano que me acercaron enormemente a este medio. Esto era parte de mi interés general y nunca había pensado que significaría que yo tendría casa aquí. Desde muy temprano me he interesado en el arte mundial, el de China, por ejemplo, y nunca he ido allá.
Llegué por primera vez a México para participar en una exposición colectiva. La invitación se dio en forma oblicua, desde Francia, donde el director del Movimiento Phases era el que tenía contacto con los organizadores mexicanos de la muestra.
Años más tarde surgió el deseo de ubicar un lugar para nuestras vacaciones en un lugar en que mi compañero, Ludwig Zeller, poeta en lengua hispana, pudiera sentirse cómodo. Eran vacaciones de tres meses que pasábamos en Oaxaca adonde llegamos por recomendación de dos poetas. Zeller luego se afincó aquí y yo me eché otra emigración encima y me mudé a Oaxaca para estar con él.
Mi contacto con Canadá sin embargo sigue muy firme y lo siento imprescindible. Voy regularmente a Toronto, lugar que del mismo modo que Oaxaca llamo “casa”.

AG | Tu arte ha transitado durante todos estos años desde la cerámica –tu primera formación- hasta la pintura; desde la litografía a los mirages hechos en estrecha colaboración con Ludwig Zeller. El surrealismo sería el eje transversal que atraviesa todas estas expresiones artísticas?

SW | Cuando yo era adolescente la situación de las mujeres era diferente a la que tenemos ahora. Mis padres decidieron mandar a la universidad a mi hermano y a mí, mujer, me mandaron a un lugar que consideraban probablemente más “decente”, una escuela de tipo vocacional. Escogieron la cerámica porque habían sabido de artistas mujeres que practicaban esa especialidad y porque notaban que yo tenía talento para lo visual.
Cuando conocí a Ludwig Zeller tuve mis primeros contactos con la psicología junguiana y con el surrealismo, vías de pensamiento que luego pude penetrar y en los que pude encontrar los medios de subsistencia para mi interioridad tanto en tiempos buenos como difíciles. Se puede llamar al surrealismo un eje transversal de mi vida. Fui surrealista antes de darme cuenta de que el concepto existía. Una especie de surrealismo instintivo que de hecho permea el arte de muchas personas jóvenes.

AG | Tal vez hacer más hincapié en la pintura que es, por lo que intuyo, donde te explayas tú misma, artísticamente, en el surrealismo.

SW | El surrealismo no es un “estilo”, es un modo de vida. Soy surrealista cuando pinto y también en otras actividades de mi vida. Me eduqué como ceramista y durante veinticinco años he trabajado con materiales cerámicos. Fue prácticamente un azar lo que me trajo a la pintura. Tengo desde la adolescencia una inquietud de hacer, un demonio interior (según lo define Stefan Zweig), que me impulsa a la labor creativa. Me enfermo si no hago algo que me sale de dentro. En cierto momento me quedé sin taller de cerámica y comencé a trabajar, a instancias de Zeller, en colaboración, en lo que rápidamente se desarrolló en nuestros “mirages”. Al principio estas imágenes estaban hechas en blanco y negro. Luego entró a jugar el color. A través de esa experiencia, y viendo mis errores, me metí a investigar los métodos pictóricos y partí a pintar. Como dibujante llevo toda la vida, pero en pintura sólo tengo treinta años de trabajo.

AG | Has realizado varios murales: ¿puede haber relación entre muralismo y surrealismo?

SW | Llamamos “muralismo” a un movimiento artístico que en México estuvo en manos de un grupo de pintores de enorme talento que trabajaron después de la Revolución Mexicana y que consideraban que debían manifestar en su obra un compromiso político. Creo que pintar obra de gran formato siempre lleva a la transmisión de ideas, dado que los muros están en edificios y pueden ser vistos por mucha gente. Si consideramos que el surrealismo es un modo de vida, que sí lo es, y que como tal tiene, como toda vida, muchas facetas, tengo que admitir que no hay razón por la cual el arte de impulso surreal no pueda o no deba darse en gran formato, ocupando, si es posible incluso muros enteros. Ahora si la pregunta sondea la referencia entre el punto de vista surrealista y el punto de vista de los muralistas mexicanos, me parece que ahí puede haber discrepancias porque políticamente los fines pueden ser divergentes.

AG | Tu encuentro con Ludwig Zeller, ha representado un parteaguas en tu vida. ¿Consideras que sí es posible una sana relación de colaboración y complementariedad intelectual y creativa en el seno de una pareja sentimental?

SW | Sí. Es posible, y además es muy gozoso y reconfortante.

AG | Me gustaría saber más de esa relación.

SW | Hay un aspecto íntimo de nuestra relación que es nuestro tesoro personal. En cuanto a nuestra colaboración, puedo decir que nos interesan las mismas cosas, algo que hemos constatado desde el inicio de nuestra relación. También tenemos, en la plástica, patterns interiores muy similares, cosa que descubrimos con sorpresa en la primera hora tras nuestro encuentro. Nos atrae el mundo onírico, lo irracional, el modo de enfocar la vida dentro de las propuestas básicas del surrealismo: amor, poesía y libertad. Son asuntos a los que no podemos renunciar. Todo nuestro trabajo se mueve en estos tres ejes, tanto en la obra personal como nuestra colaboración en lo visual, que es muy original.

AG | Tu trayectoria en el mundo del arte ha ido a la par que tu trayectoria en el mundo editorial: se retroalimentan ambos mundos? Qué significa el libro para ti?

SW | Yo vengo de familias lectoras, de entornos en que hay multitudes de libros. Desde muy pequeña estoy acostumbrada a leer, un poco de todo. De hecho sin lectura no me aguanto. Es mi estímulo, mi tranquilizante, mi incentivo. En Ludwig Zeller conocí a una persona obsesionada con el trabajo editorial. Mis primeras contribuciones fueron de diseño, disciplina que aprendí en la Escuela Nacional de Cerámica y cuyos fundamentos son los mismos para todas las artes visuales. Luego me hice traductora, primero para compartir textos en francés e inglés con Ludwig y luego para ser su intérprete en los primeros años de nuestra vida en Canadá.
Ya en Chile teníamos una editorial, Casa de la Luna, y en Canadá establecimos otra, Oasis Publications. El impulso intelectual para estas dos editoriales partió principalmente de Ludwig; mi papel, cinematográficamente hablando, era de producción, mientras él dirigía la película. En el mundo de los libros se conjunta, naturalmente todo lo referente al mundo literario y visual. En ambos mundos me siento en casa.

AG | Además de editar libros, te has dedicado a la escritura, produciendo textos o traduciéndolos. En qué se diferencian y/o se asemejan el pincel y la pluma?

SW | Considero que todo se hace con los mismos instrumentos, la mente que es parte del cuerpo. No importa qué hagas, especulación en física nuclear, poesía, composición musical, danza, pintura o escultura, son todas cosas que expresan nuestra experiencia humana. El pincel y la pluma, como tú dices, están en la misma mano. En mi caso nunca logré especializarme por completo y no he podido tranquilizarme ni establecerme en una sola cosa. Ahora estoy en una fase de mi vida en que no encuentro salida a ideas que tengo para hacer escultura, por ejemplo, y por alguna circunstancia, como haber estado en un ambiente asfixiante o haberme quebrado la cadera, no he podido moverme libremente en el sentido físico —cosa imprescindible para la plástica—. Ello me ha llevado a escribir.

AG | Qué te ha brindado la escritura en estos últimos tiempos (que por circunstancias varias no te has podido mover)?

SW | La plástica requiere trabajo físico. No es posible trabajar sola en plástica si no se puede mover libremente una o si no se tiene la suficiente fuerza física para mover cosas. No poder moverme me llevó a buscar otra salida para dar rienda a mi inquietud interior. Escribir se puede incluso estando en una celda, y no se necesita muchos elementos para poder hacerlo. Al escribir y así poder organizar ideas siempre he logrado encontrar sosiego. En los últimos años pude expandir esta experiencia que en forma pequeña, ya sea en mi diario o en notas sueltas he llevado toda mi vida. La actividad de hacer notas para las transmisiones de radio en que he participado me ha llevado a escribir semanalmente un artículo. Y la necesidad de sobrevivir disturbios sociales que me afectaron mucho interiormente me ha llevado a escribir mi primer libro. El ver pasar el tiempo y tratar de salvar el recuerdo de actividades pasadas me llevó a escribir el segundo, un librillo diminuto en que relato actividades y eventos de nuestras vidas en 1968.

AG | Un tema recurrente en tus pinturas y en tus escritos es el tema de lo femenino. ¿Cuál es tu búsqueda al respecto?

SW | Nací de sexo femenino, me hice mujer. Cuando adolescente me lamentaba de ello porque me daba cuenta que haber nacido con mi sexo me impedía hacer las cosas que deseaba. Luego en los 1970as fui testigo de la aparición del feminismo en el mundo sobre todo estadounidense que me quedaba cercano. No participé en esa primera ola, aunque hice contacto con feministas a quienes todavía tengo entre mis amigas. Dentro del grupo de docentes con el que trabajaba en Sheridan College nunca fui discriminada. El proceso de maduración, la llegada de la vejez, me han llevado a profundizar en mi condición humana y femenina y ello me ha traído al punto en que estoy. Creo que es imprescindible rescatar la dignidad, la sacralidad misma de lo femenino y aparearlas a la dignidad y sacralidad masculinas. De la complementaridad y el equilibrio entre ambos géneros está por nacer un mundo nuevo, una realidad diferente y la posibilidad de sobrevivencia de la vida de los humanos y del planeta en sí.

AG | Este año ha salido publicada la traducción que hiciste del inglés de los poemas de Enjeduana. ¿Ellos nos dan claves para rastrear arquetipos femeninos que rescatar?

SW | Este tema tiene por fuerza elementos que se inscriben en el área de la psicología profunda. Enjeduana fue una suma sacerdotisa y poeta, devota de una diosa que era la manifestación de un arquetipo muy vivo para su época. Enjeduana en su poesía crea incluso un nuevo arquetipo en su devoción a su diosa Inana. Enjeduana vivió hace cuatro milenios y medio, que es un tiempo muy remoto. En la poesía de esta mujer podemos sin duda “rastrear” como dices un arquetipo femenino y es exactamente eso lo que hace el libro de Betty De Shong Meador que yo he traducido.
Pero yo debo insistir en el hecho que menciono en mi introducción al libro y es que los arquetipos que hacían vibrar a Enjeduana y a personas de su época no son los mismos que nos hacen temblar ahora. Es natural que así sea. Los arquetipos son cosa viva y como todo lo vivo están en cambio constante. La tarea verdaderamente grande que tenemos las mujeres pensantes y creativas hoy en día es que desde nuestro interior más profundo debemos dar salida a arquetipos que sean los que puedan ser aplicables a la realidad colectiva y privada en este momento. Para mí esa es la esencia del trabajo artístico, de la creación de que somos parte, de la poesía en su sentido puro y original.



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ALESSANDRA GALIMBERTI (España, 1970). Su labor profesional transita entre la gestión, la investigación, el periodismo y la producción cultural. Brinda consultorías a particulares, asociaciones civiles, instituciones académicas, instituciones públicas u organismos internacionales. Ha sido co-fundadora de la Nueva Babel, espacio independiente de cultura y música; de Babelarte AC, plataforma que aborda la cultura desde la perspectiva de género, derecho y desarrollo, así como del Colectivo Tutuma, espacio cultural autogestivo. Coordinó la investigación y la edición del libro “Oaxaca en Femenino: 40 mujeres en las artes visuales”, publicado por el CONACULTA. Es colaboradora de La Jornada Semanal y otros medios. Entrevista originalmente publicada en México, em octubre de 2009. Contacto: galimberti.alessandra@yahoo.com.mx.
Página ilustrada com obras de Susana Wald (Hungría, 1937).

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Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 28 | Junho de 2017
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