sexta-feira, 6 de março de 2015

JAVIER PAYERAS | Actuar una ausencia: Luis Cardoza y Aragón

¿Quién actúa mi ausencia,
El bufón de la muerte?
¡Limpia mis nervios suave canción,
Me dirijo a la ciudad sin ojos!

El pensamiento de Cardoza es poligonal, en él subsiste un razonamiento que  no lo es y lo es en sí mismo, una extraña anarquía de diversos matices. No es esa figura papal de los que sacan las lanzas de su memoria bibliográfica y erigen  muros con libros para disimular su fragilidad. Diluir esa imagen, su fantasma, determinar dónde se queda corto el abismo de tiempo entre él y los que vivimos, hacer una absurda catedral a sus gestos simples o abultar la crítica insípida que se hace en Guatemala es algo que prefiero evitar, me permitiré mostrar algunas anotaciones que sobre él he hecho en cuadernos y hojas mientras recibo tediosas cátedras en la universidad, voy en el bus o  bebo café en el lugar de siempre
Cardoza llegó a mis manos cuando aún estudiaba la secundaria, La Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo fue un respiro para alguien que odiaba El Señor Presidente y La Historia de un Pepe. Más de una vez leí en voz alta partes del texto y dejé de hacerlo para evitarme dar explicaciones. Una especie de violencia corría entre sus  páginas, eran imágenes veloces que no lograba alcanzar, alguna palabra no dicha entraba en mí, descubría que también la angustia tiene matices, que escribir es también angustia. Después de leer el libro fui a conseguirme una edición de La temporada en el infierno. Apollinaire, Huidobro, el Manifiesto Dadá. No sé cuántos siglos le debo a ese libro que ahora debí retomar para escribir estas cuantas cosas.
El tiempo siempre guarda palabras, los símbolos de otro lenguaje que se escribe sin palabras. El idioma es la piel de otro lenguaje. Dónde están los telescopios que nos permiten ver hacia adentro. “El poeta no pelea por su vida, huye de ella”. A veces usamos como símbolo el alzar la voz, renunciar a lo que vemos, dejar que suenen al oído las piedras que lanzamos a la muerte. Recuerdo una tarde en que pegábamos afiches para una lectura de poesía. Esa noche llegaron unos cuantos. Todo estaba dedicado a Cardoza, como siempre improvisamos, salió bien. Era como si aquellas palabras fueran a decirse una sola vez en el tiempo, sentía rabia, sentía desasosiego por aquello que me insistía recordar-no eran mis palabras-sin embargo eran tan mías. Así me pertenecieron muchas voces. Jamás me ha pertenecido nada, nunca me he sentido dueño de nada en absoluto, las palabras que me llenan tampoco son mías, Cardoza es lo más cercano a mí por que estando tan cerca no estamos en ningún lado.

02-02-1997 | Creo que existen dos tipos de escritores: los buenos y los mediocres. Los buenos son buenos, los malos son buenos y los mediocres son correctos.  Cardoza es exquisitamente incorrecto.
Artaud dejó una bomba en Luis.  La extravagancia siempre lleva un poco de santidad, ser divinamente incorrectos. Artaud  llevaba prisa por revitalizar la palabra escrita, desdoblarla y llevarla al máximo. El exceso de imágenes recurrente en los textos surrealistas alejan la fría prosa científica de los ensayos. Cardoza interviene la estructura de sus textos críticos, irrumpe con imágenes imprevistas, asumiendo el riesgo de empalagar al lector.  Las vanguardias del siglo veinte buscaron la palabra como un medio para alcanzar al lenguaje visual. El anarquismo de los artistas de la segunda década del Siglo XX  no es más que la doble incógnita  del mundo  industrializado “Un carro de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia”  Marinnetti rompe con el angustioso antagonismo  romántico hombre-máquina  y surge una poesía  concreta.
 La huella del modernismo, es entonces en Cardoza, llevar al idioma hasta sus límites, sin justificar por medio de la forma todo el significado poético, la mayoría de sus textos también padecen de un agudo racionalismo. Sus primeros poemas son impresiones de un joven provinciano sumergido en el mundo convulso y desencantado de la primera posguerra, las ruinas y las cenizas, el cadáver del mundo que se levantaba hastiado del romanticismo y del pasado, el arte no para creer sino para crear, sin verdades.


15-01-2001 | Vivir en Guatemala requiere de vigor y metafísica. Necesitamos la catarsis. Todos los días marchamos hacia ninguna parte, somos expertos en llorar las cenizas y ser  fanfarrones de la tristeza. La ciudad es el epicentro de este desconcierto, en cien metros de terreno atravesamos el tercer y el primer mundo, de la choza al cibercafé. Los guatemaltecos vivimos la  añoranza de la pérdida, de las fotografías sepia, del blanco y negro, vivimos de coronar monumentos falsos, de colocarle  ‘’ismos’’ a la tradición,  de falsificarnos. Es muy guatemalteco quedarse en suspenso y en silencio esperando la caída del otro, no tomar partida ni flanco, estar únicamente guardando el polvo que seguramente jamás va a levantarse. Sin embargo padecer una idea es lo mejor que puede sucedernos, tener esa venturosa convicción de encontrar caminos en el aire, de sentirse vigorizado por ese terror, sin los atavismos de buscarnos una identidad y asumir que la Coca Cola y el tamal somos nosotros, de que también tuvimos armas y derrotas y esperanzas y derrotas y conquista y acaso una vez el vértigo de la victoria, eso es lo único capaz de llevarnos a la poesía. No quiero referirme a esa unidimensionalidad que se le da siempre a la injusticia, cuando todo se debe a errores imperdonables de voluntad, cuando se quiere ser guatemalteco, se asume el sino trágico de ser un mundo entero. Qué necesitamos para abrazar la gloria en nuestra tierra. Canonizarnos, ser esa figura papal y burocrática, inventarse un lenguaje y decir que es nuestro, cometer un enorme crimen contra la inteligencia y admitir que sí, que existimos, que somos seres mágicos, que aquí suceden cosas maravillosas e inexplicables, que tenemos un origen noble y sobre todo, que nuestro pasado es digno de confianza. Hasta cuándo la retórica, cuánto tiempo tendrá que pasar para que dejemos de mentirnos, cuándo dejaremos de empezar. Es increíble que cien  años del nacimiento de un poeta únicamente signifiquen discursos moralizantes, monumentos cursis, homenajes en escuelas pintadas por la Pepsi Cola y fotografías de nuestros poco esclarecidos políticos y empresarios junto a los intelectuales correctos y políticamente necesarios, qué triste que todo se termine gastando, que sean las remotas palabras de los ministros y los funcionarios las que resuman pobremente la vida de un hombre. No tenemos talento para comprender a nuestros portentos.

26-04-2000 | No me siento en paz. A veces mis ideas no son muy claras, sobre todo, cuando frente a la computadora se me cruzan las palabras y termino escribiendo sobre otros asuntos. Disfruto divagando. Es interesante cómo  buscamos un mundo perfecto, una imagen pura de las cosas, de los nombres. Memorizar tantos nombres, tantos libros, tantas citas, todo ello por la idiota necesidad de tener algo que decir, tristemente nada de lo que decimos es original, todo se queda en referirse a..  Si dejáramos de tener miedo, tal vez podríamos decir algo interesante, algo que no haga referencia a nada ni a nadie, si nos olvidáramos de los neologismos, si corriéramos a mil revoluciones por segundo, algo regresaría a nosotros: nuestro espíritu. La eternidad sólo tiene un cuerpo: el que sobrevive a la inmovilidad. Hay algo inmóvil en las palabras. Por qué no prescindir de los atavismos, ciertos rigores nos hacen vulnerables a la mediocridad. ¿Y si Cardoza realmente no dijera nada, si únicamente estuviera en el juego sucio de actuar su ausencia?  Pero somos tan dependientes de los nombres, de las personas, de la tipografía (afortunadamente a punto de desaparecer),  si lo único que hacemos es enmarcar a otros dioses, correr tras otros sacerdotes. Creo que la palabra simboliza y juzga, quedan cosas y versos, lo único que podemos exprimirle a la vida.
De sus cosas quedan libros numerados y clasificados por la Biblioteca Cesar Brañas, uno de los pocos sitios que soporto de la ciudad. Algunos se guardan como fetiches, como evidencias de un exilio sagrado. Pero la gran mayoría se mantienen en circulación, a la mano. Es tan pedante tratar de hacerle justicia a un autor, juzgar, buscar discernir y sacar conclusiones que ni él mismo pudo imaginarse. Se me vienen a la memoria tantas y tantas cosas dichas en libros y conferencias. Durante los últimos cien años se ha hecho más crítica que obra, se han hecho más manifiestos que descubrimientos, hemos dicho tanto y hemos callado  aún más. Parece que todo se reduce a la necesidad de no sucumbir, de no aceptar que realmente no somos mejores, que las editoriales y los medios sólo han encontrado la forma de reciclar la basura de nosotros mismos y que los artistas únicamente tienen la tarea denigrante de entretener y ayudar a la evasión del dolor. Para darle otro giro a las cosas buscamos darles términos adecuados a las cosas inacabadas, posmodernidad por ejemplo y deducimos que está acabando o que aún no comienza. Atribulados por la ultra snob postura tendenciosa, se ha dejado de crear con firmeza, se termina siempre en la obra abierta, que como diría un amigo: es algo muy fácil en los países donde acostumbramos no terminar nada. Sin embargo levantar una literatura donde hemos tenido poca, es una tarea de búsqueda más que de anticipación. Creo que existen grandes líneas enterradas en páginas de diarios universitarios, en hojas arrancadas de antologías mal hechas, en libros publicados una sola vez para nunca jamás, textos que se negaron a subrayar los que legislan la cultura. El resultado a sido el silencio: muchos libros, pocas cosas dichas.

13-10-1997 | ‘’Ser guatemalteco es enviar al infierno el libro de Job y evocar Saint-Just sin olvidar a las bañistas de Mack Sennet’’. 
Qué resultado da la memoria, si todo se nos escapa de los ojos. Las imágenes que acostumbro subrayar en los libros de Cardoza son sus instantes de presagio, cuando intenta encarrilarse en la intuición. Pessoa bien decía que escribir es habituarse a fingir. El escritor jamas escribe muchos libros, el escritor escribe realmente uno y lo repite muchas veces.  Me agradan las voces con temperamento, el recato y la duda en un autor, fastidia. Pound: ‘’What thou lovest well remains, the rest is dross’’ ‘’Lo que bien amas permanece el resto es escoria’’.

18-01-2000 | Ahora que acostumbro no entender nada, ni siquiera en las imágenes recurrentes de Vallejo, que empieza a envejecer. Si un mal tipo escribe tan  bien, está imposibilitado de verle fin a sus palabras. Por aquí pasa un río, no entiendo por qué  debo estar en deuda con Malevich, un cuadro blanco en un fondo blanco no significa nada dentro de nada, me siento más a gusto orinando a Don Justo Rufino en la Reforma o viendo libros en la vitrina de la librería… Qué maravilla estar borracho en la playa leyendo a Cardoza, sin preocuparme porque es tarde, recoger piedritas para mi hijo en el lago de Atitlán y quedarme  escuchando la música de los tambores para ignorar las incógnitas que me hacen dudar y desistir. Si Cardoza peregrinara hasta este tiempo seguramente no sería de los nuestros, seguramente me criticaría por flexible o probablemente estaría en París tratando de inspirarse con las novedades literarias.

19-11-1999 | Me cuestan leer sus ensayos (los de C.) son tan literarios, escribe literatura sobre libros, son poemas extensos, demasiado líricos, mucha imagen, demasiado saturados de información. Por qué siempre tengo que terminar escribiendo malos poemas después de leerlo. Luego me enferma tenerlos que tirar y volver a leer sus ensayos para comprender qué era lo que me decían. ¿Por qué nadie habla bien de Cardoza?.
 Me parece tan estúpido tener que escribir contando sobre nuestro maravilloso pasado, nos estamos muriendo de hambre y lo único que todos quieren es recordar, me dan alergia las tradiciones, quisiera que de ser posible se fueran con el diluvio universal, odio la marimba que tocan en las dependencias del estado, también odio el espantapájaros cultural que hicieron de Asturias los pistoleros iletrados que nos gobiernan, odio la izquierda tanto como la derecha, ¿dónde estoy? ¿Dónde puedo encontrar un lugar? Cardoza en las Líneas de su mano ha dicho cosas falsas o que al menos jamás he visto. Soy una hormiga en una montaña que creo el Universo, la montaña es Guatemala con todos sus rumores, con sus malas noticias, con su arte de frutas y flautas, con sus escritores cobardes, con sus críticas provincianas y pseudo didácticas. Prefiero escuchar y ver lo que existe entre las líneas de su sencillez.

22-03-1998 | Seguimos dando giros sin despegar de nuestra esperanza. Cómo escribir poesía en el mundo hoy. Cuánto de ruego llevan nuestras palabras. Somos la antropofagia, qué nos cuesta ser la mala consciencia, ver de distinta forma la fragmentación, de ser nada y símbolo, la paz añadida y la impotencia. No tenemos más Cardozas.

23-03-1998 | ¿A quién sirven las palabras? No existe lo inagotable. Cardoza promete al menos que no todo el tiempo seremos indios mágicos. La realidad no tiene artificio, cuesta más inventar el vacío. La sombra seca de lo que somos es tan insignificante que es mejor evadir alegremente nuestras debilidades. La permanencia es transformarnos no falsificarnos.

19-4-1999 | Escribir como hablar dormido… Sí, es posible que nadie te entienda cuando estás dormido, que nadie tome en serio lo que decís. Las mejores líneas son involuntarias, queremos domarlas cuando comenzamos a aprender y todo se convierte en imitación, cuando buscamos el camino difícil de perdernos y regresar al mismo sitio. Escribir es callar o al menos creer que el silencio no es eterno.
Cardoza hace ruido con la memoria, para él las cosas siguen y siguen pasando sin detenerse, no tiene quietud. Se instala en terreno baldío, exila su lucidez en la detonación de las imágenes escritas para ser vistas. El sobrio terremoto de su infancia dejó a sus pies la abierta soledad. Sólo de lejos se recuerda la infancia, únicamente vive en nosotros lo que hemos perdido. Qué sombra dejó en él un río, la naturaleza que se esconde. Empezamos a vivir el tiempo de las exclusiones, el ser humano comenzará a morir junto al camino, una tecla presionará el nuevo mundo y tendremos que hacernos a un lado para que los dinosaurios se maten.
Vale la pena sentir de cerca las canciones de la tormenta, leer al día siguiente lo que escribimos dormidos, vale la pena rebelarse y sentir un poco.

01-12-2000 | Guatemala Las líneas de su mano:

Las paredes ennegrecidas con letreros de Alka Seltzer,
las revoluciones tristes,
los muertos sin nombre,
 los peatones rápidos,
los travestís,
 los borrachos de la diecisiete,
las cárceles  abiertas,
la maldita Huelga de Dolores,
 las abarroterías de cerveza,
las zonas de coca,
las secretarias cursis,
los volcanes promiscuos,
los marimbistas,
 los rockeros,
el mal fútbol,
los buenos poetas,
 las puertas giratorias,
los supermercados de monopolios,
las piscinas con olas,
los mapas en relieve,
los niños trabajadores,
 las  madres solteras,
los tamales, las hamburguesas,  el atol,  la coca cola,
 las maquilas, las pertroleras,
los informes de memoria histórica, las  dos derechas, las  masacres onerosas,
la cacareada “pluriculturalidad”,
 los pocos aciertos,
las estatuas de animales,
 los abuelos arbencistas, los soldados  “demócratas”, 
los baños en los parques, los desempleados,
la fe en la muerte, el grito y los cohetillos,
el desencanto y las ojeras, el paisaje y  el código de barras…

LAS LÍNEAS QUE FALTARON | Me da la sensación de no haber añadido nada a lo dicho anteriormente. Entre otras cosas porque no tengo mucho que decir. Alguna vez creí hacer lo correcto, pensé que un poema era mejor que todo y que nada, algo es cierto, el primer libro de Cardoza que llegó a mis manos aún no lo he terminado. Siento que aquella lectura escenificada no ha concluido y que apenas estoy comenzando a conocerlo. Quizá por esa manera tan suya de interpretar el dolor e interpelar nuestro cansancio de tantas cosas, Guatemala es el purgatorio de los artistas, las penas y el dolor se quedan aquí. Es tan necesario Cardoza cuando estamos tan solos “Es algo más triste, deslumbrante y alto estar a solas con la vida’’. Estoy seguro que Cardoza ha regresado, sólo que para seguir actuando su ausencia.


Javier Payeras (Guatemala, 1974). Narrador, poeta y ensayista. Ha publicado Lecturas Menores (Ensayo 2007), Días Amarillos (Novela 2009), La Resignación y la Asfixia (poesía 2011), Soledadbrother (2003, adaptación al teatro a cargo de Luis Carlos Pineda y Josué Sotomayor, en 2013). Es antologador de Microfé: Poesía Guatemalteca Contemporánea (2012). Actualmente escribe en el blog www.javierpayeras.blogspot.com y en la columna de opinión “El Intruso” en el diario Siglo 21 en Guatemala. Contacto: javier.payeras.mcd@gmail.com. Página ilustrada con obras de Fabio Rincones (Venezuela), artista invitado de esta edición de ARC.








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