sábado, 14 de novembro de 2015

LAURINE ROUSSELET | Suzanne de Césaire, odisea martiniquesa


Suzanne Roussy de Césaire insta a edificar la disidencia con su voz femenina y revolucionaria. Su ascenso vital se exhibió con fulgores hacia un desciframiento de la identidad negra antillana. Si el tiempo a veces consume la pureza de un corazón comprometido, no ocurre en absoluto con ese ser de una voluntad sin camuflar, de una fuerza creadora carente de la armonía engañosa otorgada por la suerte de la refundación de una mirada. No son sino siete [01] los artículos que constituyen el evento de su obra, publicados de 1941 a 1945 en la famosa revista antillana Trópicos (Tropiques), [02] con una Aurora de la libertad (Aurore de la liberté) [03] escrita en 1955 para el teatro y que se perdió. Su pluma panfletaria proclama la muerte del “duduismo” [04] para arraigar la cultura martiniquesa en su tierra, exponer la necesidad de que las Antillas reflexionen acerca de su identidad teniendo en cuenta el África histórica, [05] requiriendo al surrealismo: [06]

Vamos, la verdadera poesía está en otra parte. Lejos de las rimas, los llantos, los vientos alisios, las cacatúas. Bambús, proclamamos la muerte de la literatura dudú. Y al diablo con el hibisco, el franchipán, las buganvillas.

La poesía martiniquesa será caníbal o no será. [07]

La autora nació con el nombre de Suzanne Roussy, el 11 de agosto de 1915, en la aldea Poterie aux Trois-Îlets en la isla de Martinica, hija de una maestra de escuela y un empleado de azucarera. Estudió en la escuela primaria de Rivière-Salée antes de marchar al internado colonial de Fort-de-France; llega a la Francia continental para vivir sus años universitarios en Toulouse, Departamento de Letras modernas de la Facultad, de 1933 a 1936, y en París, Escuela normal superior de la calle de Ulm, en 1936. Traba amistad, en particular, con la actriz martiniquesa Jenny Alpha, la abogada y política Gerty Archimède, [08] el escritor guyanés Léon-Gontran Damas. Léopold Sédar Senghor le presenta a Aimé Césaire, con quien casa el año siguiente, en el ayuntamiento del XIVº distrito de París, vistiendo un traje sastre rojo, color de pasión, de erotismo, lo cual erige de por sí la importancia de lo laico. Aimé había terminado sus estudios en el liceo Louis-le-Grand, donde tuvieron lugar su encuentro con Léopold Sédar Senghor, su reencuentro con Léon-Gontran Damas. [09] La conocida revista El estudiante negro (L'Étudiant noir), [10] creada con la intención de recuperar el patrimonio de las civilizaciones africanas, la expresión negroafricana, había visto la luz. Aimé Césaire había empezado a redactar su obra maestra Retorno al país natal (Cahier au retour d'un pays natal), [11] texto fundacional de la Negritud.

SUZANNE DE CÉSAIRE EN EL PARÍS NEGRO | En París, el encuentro entre Suzanne y Aimé alcanza la realidad del gran amor, la intensidad de sus fuerzas brillantes, y pone de manifiesto una fecundidad literaria y artística impresionante hasta los años de la revista Tropiques (1941-1945), teniendo lugar su vuelta a Martinica en 1939. Ambos dan clases entonces en el liceo Víctor-Schœlcher en Fort-de-France. En Cahier au retour d'un pays natal, Aimé entrega abiertamente la transparencia de sus sentimientos hacia ella:

vum rooh oh
para que vuelva el tiempo de promisión
y el pájaro que conocía mi nombre
y la mujer que tenía mil nombres
de fuente de sol y de lloros
y su pelo de alevín
y sus pasos mis climas
y sus ojos mis estaciones
y los días sin dolo
y las noches sin ofensa
y las estrellas de confidencia
y el viento de connivencia

Es el compromiso político doble de Aimé en 1945 –es elegido alcalde de Fort-de-France y diputado por Martinica en las Cortes nacionales [12] – el que señalará la conciencia de una fractura, alimentada por obstáculos materiales en el caso de Suzanne, madre entonces de cuatro niños. [13] En esas fechas, la belleza de Suzanne, de cuerpo tan frágil como solar, expresa la posibilidad de la insurrección interior. Un mal devastador la infecta durante años bajo la forma de una pulmonía severa. Suzanne roza la muerte [14] en 1942 cuando da luz a Ina quien a contrario, en opinión de los médicos, la habría fortalecido. En Tumba del sol (Tombeau du soleil), Aimé Césaire se dirige directamente a Suzanne:

Ventanas del pantanal floreced ¡ah! floreced
en la quietud de la noche para Suzanne de Césaire
de mariposas sonoras.
Hincharemos nuestras velas oceánicas,
hacia el ímpetu recobrado de las pampas y las piedras
y cantaremos a los bajos caudales inagotablemente
la canción de la aurora.

Aprovechada por los tres mosqueteros de la negritud, o sea Léopold Sédar Senghor, Aimé Césaire y Léon Gontran-Damas, quienes producen desde 1934, cada uno respectivamente con “L'Humanisme et nous: René Maran” (L'Étudiant noir, núm. 1, marzo de 1935), “Nègrerie: jeunesse noire et assimiliation” (ibídem) y Pigments (G. L. M., 1937), una revolución cultural, [15] la oportunidad no pudo sino inspirarse en la musa Suzanne Roussy, celebrada después por André Breton, [16] “bella como la llama de un ponche”, por las colegas martiniquesas Paulette, [17] Jane y Andrée Nardal. Residentes en la calle de Clamart, en lucha con la xenofobia, el racismo, el ostracismo que imperan entre la intelligentsia parisiense, las hermanas Nardal instauran unos grupos de reflexión acerca de la condición de los negros. En febrero de 1928, Jane publica su famoso artículo “El internacionalismo negro” (“L'internationalisme noir”) en la primera entrega de la revista La Dépêche Africaine. Ese texto expone la pluralidad de las herencias culturales de la raza “negra”, introduciendo el neologismo “afrolatino” para vincular dos elementos a priori antinómicos: la cultura africana y la cultura francesa (latina). La militancia de las hermanas Nardal reside en la voluntad de interconectar las distintas diásporas negras –negros americanos, antillanos y africanos– en un espacio de bilingüismo. Su piso se convierte en el mítico “Salon Clamart”. Ahí se desarrollan, se critican las ideas del etnólogo Leo Frobenius, [18] uno de los pioneros de la contestación de los cimientos ideológicos del colonialismo en África, autor de la teoría de la Atlantis africana. ¿Cómo podría sorprender entonces la publicación por Suzanne de Césaire del artículo “Leo Frobenius y el problema de las civilizaciones” (“Leo Frobenius et le problème des civilisations”, Tropiques, núm. 1, abril de 1941), que se fundará en la teoría revolucionaria del científico para levantar una antropología de lo imaginario antillano?
Este es el grandioso mensaje de Leo Frobenius al hombre de hoy. Su filosofía va más allá de los raciocinios escolares de sus antecesores y coetáneos. Ha dado vida y potencia a la sociología. Restituye el significado de las cosmogonías y de los mitos extraviados desde Anaxágoras y Platón.
Y esa Filosofía es Poesía, el mundo creado de nuevo, el hombre amo de un nuevo destino, fuerte de una experiencia nueva de la vida. [19]
Los intelectuales negros del Barrio Latino, entre ellos algunos líderes de la “Negro Renaissance” [20] exiliados por voluntad propia desde finales de los años 1920 –Claude Mac Kay, [21] Countee Cullen, Langston Hugues, Richard Wright, James Baldwin, René Maran, [22] Jean Price Mars– participan en esa explosión cultural. Los temas panafricanos, y en particular los de Marcus Garvey, cabeza de fila de la organización UNIA [23] con su lema “Come back to Africa”, electrizan al grupo, los temas de la Harlem Renaissance se han ganado las conciencias (iniciados en los góspeles por su profesora de inglés, Paulette Nardal, los jóvenes coristas cantan el eslogan “Black is beautiful”), Cheikh Anta Diop [24] amplía la Anterioridad de las civilizaciones negras. Antes de 1930 se publican textos de peso en órganos y periódicos, concreciones de la maduración de la conciencia negra expresada mediante los congresos panafricanos y la abundancia de nuevas asociaciones negras. Para el gran público, a partir de 1930, la ola negra cobra realidad con fuerza en los cafés, los cabarés, las galerías: del “fenómeno Josefina Baker”, quien baila el charlestón en el Folies-Bergère, al descubrimiento del jazz, y en particular el de Duke Ellington, del Instituto negro de París fundado por Léo Sajous.
Si los intercambios culturales y políticos entre África, Estados Unidos y Francia garantizan una revolución de la identidad negra (del panafricanismo a la negritud), los años 1920 y 1930 representan también la resistencia intelectual al colonialismo. En Francia, dos son los movimientos que activan la lucha: uno, vinculado al partido comunista, junta militantes africanos [25] (obreros, estibadores, tiradores); el otro es intelectual y antillano. Pronto provocará éste una ruptura (contra la parafernalia asimilacionista burguesa) para con su propio pueblo, con un lenguaje y un movimiento, el surrealismo (preludio de la antillanidad y la criollidad), ruptura alentada en Martinica por la revista Tropiques, y ello en un contexto histórico trágico (ya desde 1940, los actos de resistencia pasiva se multiplican en las Antillas contra la Francia de Vichy). Pero, por aquel momento, el campo de lo posible se limita a un amplio movimiento de liberación del hombre de color, lo cual le lleva a Suzanne de Césaire a denunciar el vínculo entre la emancipación y la mente asimilacionista:

Se entenderá entonces que el objetivo esencial para el hombre de color haya devenido en la asimilación. Y que en su mente, con una fuerza temible, obre la desastrosa confusión: liberación se corresponde con asimilación. […]
Carrera hacia la fortuna. Hacia los títulos. Arribismo. Lucha empequeñecida a la medida de la burguesía. Carrera hacia las imitaciones. Feria de vanidades. [26]

SUZANNE DE CÉSAIRE Y LA BÚSQUEDA DE UN ARRAIGO | Suzanne de Césaire contribuirá con pasión a la refundación de la identidad negra antillana, acumulando las referencias culturales negroafricanas:

Interroguemos la vida de esta isla que es la nuestra.
¿Qué vemos?
Primero la situación geográfica de este trozo de tierra: tropical. Aquí, el trópico.
De ahí la adaptación aquí de una población africana. Los negros importados tuvieron que luchar contra la intensa mortalidad de los comienzos de la esclavitud, con las más duras condiciones de trabajo que puedan ser… [27]

La autora remite a las tesis de Leo Frobenius, cuando estudia las manifestaciones de la Morfología de las culturas: “No, el hombre no crea la civilización, no, la civilización no es obra del hombre. […] El hombre no actúa, es actuado, movido por una fuerza anterior a la humanidad, una fuerza que se puede asimilar a la mismísima fuerza vital, el Paideuma fundamental”, [28] una como “metafísica de la cultura”. En su artículo “Malestar de una civilización” (“Malaise d'une civilisation”), se vuelca en el ejemplo de África en la que se duplica dicha manifestación, siendo dos las civilizaciones conocidas: la etiópica (vinculada a la vida vegetativa) y la hamítica (vinculada a la vida animal). Suzanne de Césaire relacionará el estilo de vida del etíope con el ser martiniqués: el “hombre planta”. ¿Por qué se queda ella con un tópico, al poner al martiniqués de la parte del hombre colonizado (explotado por el conquistador de tipo hamítico), entregándolo al determinismo? Excluyéndose la posibilidad de contestar un proceso histórico, ¿son definitorios los factores biológicos? Con esa idea estereotipada, Suzanne de Césaire justificará primero la Negritud (idea de una raíz culturo-racial común, primordial en la creación y valoración de la identidad de su pueblo). Luego explotará esa idea como un trampolín para fundar la originalidad y legitimidad del Hombre martiniqués. En eso superará el discurso de la raíz única. Si el ser martiniqués echó raíces, simbolizado por el hombre-planta, el que posee “el sentido de la continuidad de generaciones” (del que estaría carente el pueblo hamítico) por su poder fecundante de macha energía paterna (emanando la vida física y espiritual de la tierra sembrada), no puede aún decirse ni definirse a sí mismo. Y, según la autora, el reconocimiento de paternidad es lo que permite superar el drama de los orígenes perdidos. La creación del mito de un padre fundador (generador original), con la teoría del hombre-planta, garantiza por lo tanto para Suzanne de Césaire la pertenencia del Hombre martiniqués a su tierra, el reconocimiento de una cadena de filiación, o sea una historia.
Abandono a sí mismo, a las estaciones, la luna, al día más o menos largo. Cosecha. Y siempre y por todas partes, en cualesquier manifestaciones, primacía de la planta, planta machacada pero viva, muerta, pero renaciente, la planta libre, silenciosa y orgullosa. [29]
No son pues la reconquista de una identidad mítica ni un llamamiento hacia Otra parte alguna los que le llevan a Suzanne de Césaire a pronunciarse, sino una introspección exigente: “¿Qué es el martiniqués, fundamentalmente, íntimamente, inalterablemente? Y ¿cómo vive?”. [30] Y ella se volcará precisamente en un problema cultural que padece el ser martiniqués: el olvido de sí mismo. Hay en las letras antillanas, declara, un yo colectivo corporeizado en un “ser doliente, sensible, burlón a veces”, ausente de la literatura martiniquesa. Propone entonces que el pueblo africano trasplantado a Martinica, aun cuando la situación geográfica le ayudara a adaptarse a esa parte del mundo (el Trópico) pese al percance vital experimentado, no dejó supervivencia alguna de las artes africanas; y desarrolla la fundamentación de esta carencia: crueldad de la trasplantación y olvido de las descendencias, enajenación hasta el desarraigo íntegro, confusión del hombre de color liberado por asimilar el “estilo” de vida del colonizador. Fundándose la despersonalización de Martinica –inhibición, sufrimientos, esterilidad– en el desconocimiento de la personalidad martiniquesa, para Suzanne de Césaire, la iluminación de la voluntad conlleva una esperanza sin límites. De acuerdo con los objetivos de la Revue du monde noir, que valora la identidad triangular (identidades latina, afroamericana y africana), la autora estimula la liberación de fuerzas espléndidas: “[…] una movilización de todas las fuerzas vivas entrelazadas en esta tierra donde la raza resulta de la mezcla más continua”. [31] La autora acaba con una tarea urgente para las Antillas, una invitación a conocerse a sí mismo como desnudándose: “Ahora ya es urgente osar conocerse a sí mismo, osar reconocer qué es uno, osar preguntarse qué quiere uno ser. Aquí, también, nacen, viven y mueren unos hombres; aquí también, se representa el drama entero”. [32]

TROPIQUES (1941-1945) EN LAS ANTILLAS | Expongamos, ante todo, el contexto histórico de las Antillas. En la primavera de 1940, Alemania invade Francia. El imperio colonial francés, por su parte, no se ve afectado. ¿Volcaráse de parte de Vichy o con la Francia Libre? Está en juego algo colosal. Las islas de Martinica y Guadalupe (a las que se llama en aquellos tiempos “las antiguas colonias”) eligen estar con Vichy pese a un sólido anclaje republicano. Los únicos en decidir la adhesión han sido los administradores coloniales (sin consulta alguna de las poblaciones locales). En Guadalupe, el gobernador Constant Sorin se hace petainista, acuciado por el almirante Robert. [33] La gestión de este último en Martinica pasará a la historia, pese al baile de gobernadores (Bressoles y Nicol). Se encadenan los actos de poder dictatorial por parte de Sorin y Robert. A la abolición del sufragio universal siguen, entre más cosas, una ola de arrestos y destierros (a la Guayana francesa o al castillo Napoleón, en las islas de Los Santos, convertido en cárcel política) y la revocación masiva de los concejos. A la policía se le llama “Gestapo”. La censura apunta a los medios de comunicación: emisoras (inglesas) de radio, periódicos. La ideología de la “Revolución nacional”, con su lema “Trabajo, familia, patria”, afecta a la condición de las mujeres con la suspensión del trabajo femenino.
La caída de Vichy en las Antillas es llamativa, liberándose la población por sí misma. La pérdida de las libertades políticas, el ascenso del racismo galvanizan a la “disidencia” (la resistencia en las Antillas). Se convierte en Resistencia activa desde 1942. Cuatro mil “disidentes” (de Guadalupe y Martinica) arriesgan la vida para alcanzar las islas Dominica y Santa Lucía (que cuentan con unos centros de acogida establecidos por la Francia Libre) antes de salir para Canadá, Estados Unidos o el Reino Unido donde recibirán formación con vistas a liberar Francia. La caída de Vichy en las Antillas se produce primero en Guadalupe. El 30 de abril de 1943, en Port-Louis, el movimiento social de los empleados de la azucarera de Beauport se convierte en una auténtica revolución. En Martinica, la fecha del 18 de junio de 1943 pasa a la historia. Celebración en Fort-de-France del tercer aniversario del Llamamiento del general De Gaulle. A Vichy le llega la hora cuando policía y ejército se niegan a abrir fuego contra la multitud.
En esas circunstancias totalitarias es en las que ve la luz la revista Tropiques. Tendrá catorce entregas repartidas entre abril de 1941 y septiembre de 1945, con una interrupción en 1943 debido a la censura. Los fundadores son: Suzanne y Aimé Césaire, profesores en el liceo Schœlcher (por el célebre abolicionista de la esclavitud), René Ménil, Aristide Maugée y Lucie Thésée, todos ellos docentes. Atestiguan el visceral propósito de inventar una literatura original, orgullosamente martiniquesa. Así es como se introducen la valoración de la mitología, la cruel experiencia de la esclavitud, la identidad abandonada por la sociedad posterior a la esclavista. Los temas de la revista se despliegan a partir de la enajenación del hombre martiniqués a la búsqueda de un ideal (asimilación de la condición social del pequeñoburgués de la Francia continental), la esterilidad artística martiniquesa (alimentada, como ya se ha dicho, por el desconocimiento que tiene el hombre martiniqués de su naturaleza profunda), la aportación occidental, la compleja realidad biológica del hombre martiniqués (relación con África), el reconocimiento de los negros americanos (estudio de su poesía), el folclore antillano (realidad histórica y racial).
Ya desde el primer número (abril de 1941), la revista Tropiques se inscribe dentro de un marco doble: regional y mundial. Aimé Césaire da la tónica en la presentación de la revista, en la que a Martinica se le enjuicia con ferocidad: “Tierra muda y estéril. De la nuestra estoy hablando. Y mi oído mide por el Caribe el espantoso silencio del Hombre. […] Nada de ciudad. Nada de arte. Nada de poesía. Ni una semilla. Ni un brote. O la lacra repelente de los remedos. De verdad, tierra estéril y muda…”. Los animadores se esforzarán pues por oponerse a las enajenaciones y complejos antillanos. Participarán también en una internacional antifascista.
Pero ya no hay tiempo para vivir a expensas del mundo. De salvarlo es más bien de lo que se trata. Tiempo es de que ciñamos la espada como el hombre valiente. Las circunstancias mundiales se muestran menos favorables aún. […] Adonde miremos progresa la sombra. […] Y sin embargo somos de quienes a la sombra le decimos que NO. Sabemos que la salvación del mundo también depende de nosotros.
Suzanne es quien lleva los artículos al servicio de información del almirante Robert. No se formula objeción alguna a la publicación de los sumarios propuestos hasta mayo de 1943, cuando el teniente de navío Bayle, jefe de la censura, se percata del engaño del que ha sido víctima: el contenido de las entregas anteriores no exhibía solamente unos textos atentos a las ideas filosóficas, cuentos de animales, disertaciones para el bachillerato, inventarios de botánica tropical, de folclore o reseñas de lecturas, sino textos políticos que versaban sobre las realidades sociocultural, económica, psicológica, racial.
Cuando la señora de Césaire me pidió para el nuevo número de Tropiques el documento requerido, asentí de inmediato, pues no veía objeción alguna, muy al contrario, a la publicación de una nueva revista literaria y cultural.
Las expreso, al contrario, formalmente respecto de una revista revolucionaria, racial y sectaria. [34]
¿Descuido, desidia, ignorancia frente a textos de doble sentido? Supieron burlar la censura unos ensayos tan apasionados como “Nacimiento de nuestro arte” (“Naissance de notre art”, Tropiques, núm. 1, abril de 1941) y “Orientación de la poesía” (“Orientation de la poésie”, Tropiques, núm. 2, julio de 1941) de René Ménil. Apropiadamente virulenta, una carta, redactada por Suzanne y firmada por todos los animadores “a 12 de mayo de 1943”, sirve como respuesta; vuelve a definir algunos de los términos a los que recurrió el censor:
Revolucionarios”, como el Víctor Hugo de Los castigos.
Sectarios”, apasionadamente, como Rimbaud y Lautréamont.
Racistas”, en efecto. Del racismo de Toussaint Louverture, de Claude Mac Kay y de Langston Hugues –contra el de Drumont e Hitler–.
Dos meses más tarde, afortunadamente, se producía el final de la Ocupación en Martinica. No padecieron represalia alguna.
La afirmación ardiente de una especificidad de la identidad antillana se retoma desde el mismo momento en que vuelve a publicarse la revista, en febrero de 1944, cuando Aimé Césaire afirma: “Creer que, carentes de partidos políticos potentes, las Antillas carecen de una potente voluntad sería un gravísimo error. Sabemos muy bien lo que queremos. Libertad. Dignidad. Justicia. La Navidad incendiada. […] La Revolución martiniquesa será en nombre del pan, por supuesto, pero también en nombre del aire y la poesía (viene a ser igual)”.

TROPIQUES Y EL SURREALISMO | Tras sacar partido de los fundamentos de la vuelta a los orígenes africanos, la aceptación de la raza, la enseñanza del folclore, les adviene un arma más, proporcionada por Europa, a unos animadores de Tropiques poseídos por el ansia apasionada de darle cuerpo a la resistencia del pueblo martiniqués: el surrealismo.
Esa es la actividad surrealista, una actividad total: la única que puede liberar al hombre revelándole el propio inconsciente, una entre aquellas que ayudarán a liberar a los pueblos iluminando los mitos ciegos que los han llevado hasta hoy. [35]
En la primavera de 1941, André Breton sale de la Francia de Vichy para Estados Unidos. El transatlántico que lo conduce a Nueva York (con decenas de intelectuales que salen rumbo al exilio, entre ellos Claude Lévi-Strauss, Anna Seghers, Wilfredo Lam, André Masson) hace una escala técnica en Martinica. En un puesto de Fort-de-France, Breton se topa con la revista Tropiques. Durante el mes de abril, un día memorable juntará en el bosque de Abasalon, cerca del monte Pelée, a Aimé y Suzanne Césaire, René Ménil, André Breton con su mujer Jacqueline Lamba y Aube, la hija de ambos, André Masson, [36] Wilfredo Lam y su mujer Helena. Con Martinica encantadora de serpientes (Martinique charmeuse de serpents), [37] André Breton dará fe de la situación de la isla en 1941 –condiciones económicas y sociales, política colonial– rindiendo homenaje a la vez a la belleza de ese lugar tropical. Un estudio sobre Aimé Césaire, “Un gran poeta negro” (“Un grand poète noir”), cierra el libro. Pero El diálogo criollo (Le Dialogue créole), escrito a cuatro manos por Breton y Masson, sale ya en 1942 en una revista de Buenos Aires: “Creemos que podemos abandonarnos impunemente al bosque y venga de repente con que nos obsesionan sus meandros: ¿saldremos de este laberinto verde?, ¿no será que estamos en las Puertas Pánicas?”. Suzanne de Césaire llega a contestarles en el último de sus artículos publicados en Tropiques, “El gran camuflaje” (“Le grand camouflage”), en el que la poesía lleva a la embriaguez y que señala la originalidad de la literatura martiniquesa en la aceptación de su historia dolorosa y su presente, lleno de voces que justifican una poética criolla:

Los cañacoros de Absalon sangran sin embargo en las simas y la belleza del paisaje tropical sube a la cabeza de los poetas que por él pasan. Por las movidas redes de las palmas ven el incendio antillano que rueda sobre el quieto mar de lavas del Caribe. Aquí prende la vida en un fuego vegetal. [38]

La autora encontrará en el surrealismo un ardiente espíritu de aperturismo, adherido a la causa de los oprimidos. De hecho, ese movimiento constituye el evento de una inmensa fuerza de ruptura (artístico-intelectual, sociopolítica) en cuanto corporeización de la deconstrucción del lenguaje, instrumento por antonomasia de la opresión colonial. De la revuelta poética ha de advenir la revolución social. Para Suzanne de Césaire, la expresión poética afirma su soberanía en cuanto constituye la base del revestimiento de la memoria colectiva y de la reescritura de la historia, abolido el espacio (síntesis de pasado, presente y futuro). En “André Breton poète…” (Tropiques, núm. 4, enero de 1942), rinde homenaje al escritor para el que, subraya ella, la libertad, tan sencilla palabra, es Exigencia:

De hecho, se trataba de recobrar la divina libertad, la divina potencia de los sueños y la infancia. […]
Abismos del inconsciente. Abismos de lo maravilloso. Libertad, ese otro abismo.

La introspección permite además que la autora reflexione acerca de su condición de mujer de color, de la permanencia en ella de los valores de partición. Y el surrealismo experimenta las mismas aspiraciones –buceo en el inconsciente revelador de la raíz (suple la ausencia del origen) con vistas a una liberación del yo profundo (permite que el ser experimente una relación de ósmosis con el universo), aporte de fuerzas solares, luchadoras al ser oprimido, para que pueda vivir en concordia con los demás–, ciñéndose a la búsqueda de lo más hondo. La “ciencia suprema que es la poesía” de Breton sirve pues para legitimar la teoría “científica” del hombre-planta de Frobenius. Por fin podrá el hombre martiniqués integrar su pertenencia física y espiritual en la tierra que lo cría:

Así pues, lejos de contradecir, o mitigar, o derivar nuestro sentimiento revolucionario de la vida, el surrealismo lo respalda. Nutre en nosotros una fuerte impaciencia, sustentando sin parar el ejército masivo de las negaciones. [39]

Expresión de la esperanza, el movimiento literario y artístico alentará pues el patrimonio cultural de los pueblos caribeños con la ruptura y la transgresión del lenguaje. En el artículo “1943: el surrealismo y nosotros” (“1943: le surréalisme et nous”) añade la autora: “Ni un instante durante esos duros años de dominio de Vichy se destiñó aquí del todo la imagen de la libertad, y al surrealismo se lo debemos”. Será en el momento de burlar la censura cuando los animadores de Tropiques llegarán de un modo natural a un nuevo método literario-estético. La obra Las armas milagrosas (Les Armes miraculeuses) [40] de Aimé Césaire es muestra de esa consideración. Se presenta, con su lengua opaca, de imágenes magníficas, como una de las más difíciles del poeta; del surrealismo adopta la polisemia (preludio de la poética de lo diverso, del pensamiento plural) para engañar a la censura en ese doble tiempo de ocupación, colonial y vichysta, de la isla de Martinica.

SUZANNE DE CÉSAIRE, HUMANISTA VISIONARIA | Por medio de Tropiques, el pensamiento de Suzanne de Césaire propone una literatura anclada en el “verdadero ser” martiniqués, cuya autenticidad reside en la pertenencia a la tierra caribeña. En eso, la autora prescribe la muerte de una poesía “duduizante”, expone las nuevas disposiciones pluridimensionales de la literatura martiniquesa. La perspectiva de una poesía caníbal puede ver la luz: “La poesía martiniquesa sera caníbal o no será”. [41] Conviene señalar que el personaje legendario Calibán (esclavo del mago Próspero, símbolo del pueblo caribe) en La tempestad de Shakespeare es anagrama de caníbal (inglés cannibal, francés cannibale). Con objeto de subrayar la heterogeneidad cultural y la fecundidad creadora de las Antillas, se tendrá en cuenta el conjunto de las relaciones dinámicas e interculturales propias de ese territorio: vínculos entre experiencia histórica, geografía, combinaciones raciales, factores de marginalización. Esta poética se fundamenta pues sobre el valor de la experiencia vivida por la comunidad. Cincuenta años más tarde, el movimiento de la criollidad, promovido en Martinica por los autores de Elogio de la criollidad (Éloge de la créolité, 1989) –o sea Patrick Chamoiseau, Raphaël Confiant y Jean Bernabé–, reivindicará también el mismo anclaje, cimiento de la identidad antillana, tan híbrida como cosmopolita. (El concepto de Negritud, impropio ahora para reflejar la realidad antillana en su diversidad, se verá superado.) Suzanne de Césaire insiste en la idea de la transformación, que sólo puede advenir si se duplican las concepciones jerárquicas, estereotipadas y lineales de la experiencia colectiva. La aventura de una totalidad, síntesis de elementos de lo más variados y opuestos, supone el fin de la segregación racial y explotación de unos por otros: “Se tratará de trascender al fin las sórdidas antinomias actuales –blancos-negros, europeos-africanos, civilizados-salvajes–, al fin recobrada la potencia mágica de los mauríes, extraída de las mismas fuentes vivas”. [42] No hay febrilidad alguna en la autora al convidar su pueblo a unas “comuniones insólitas” entre los componentes varios (europeos, africanos, indianos, asiáticos) que moldearon su tierra, como confirmará el crítico martiniqués Édouard Glissant, [43] teórico de la antillanidad a finales de los años 1960. Por la especificidad de las Antillas (diversidad, lenguas, historias) existe un mestizaje sin límites, de una fuerza creadora infinita. En “El gran camuflaje” (“Le grand camouflage”, Tropiques, núms. 13-14, 1945), su último texto, Suzanne de Césaire da vida con virtuosismo a su territorio tropical, en el que se manifiesta el cuerpo como punto de contacto con el mundo. Para la autora, la voz poética se convierte en el medio apto para liberar el cuerpo enajenado del martiniqués, prende el anhelo de la realidad, imaginaria como física. “Cataclismos”, “llamada de tambores”, “simas”, “incendio antillano”, “inasible trepidación cósmica”, “llamas tropicales”, “caóticos riñones de las bailarinas”, “tallos de sucos dorados, ovillados como un sexo”: otros tantos términos mordaces, crudos, distintivos del amor apasionado y devastador empleados por Suzanne de Césaire para describir su tierra abierta, erótica y revolucionaria. Alternan unos paisajes desgarradores hasta confundirse con la inmensidad luminosa. En la ocupación del grito, la autora rezuma descargas líricas y suelta chorros ardientes en pro de una emancipación de cuerpos y cabezas. Allí está la violencia, incluida en la “belleza intolerable” de la naturaleza, espejo del movimiento subversivo de elaboración de una literatura antillana. En la noche tropical, los cuerpos de los bailarines vibran con el sonido de África, se retuercen y desenfrenan contra una realidad blanca invasora. Si el clamor del grito se origina en los siglos pasados, abre a un posible cielo presente para determinar una identidad antillana asumida y aspirante. En el ensayo El discurso antillano (Le Discours antillais) [44] de Édouard Glissant, publicado casi cuarenta años después de “Le grand camouflage”, que analiza, a partir del caso martiniqués, las fuerzas activas en las culturas antillanas, el grito también revela la propia experiencia: “Y es que al cuerpo enajenado del esclavo, en los tiempos del sistema servil, se le priva de hecho, como para ahuecarlo del todo, de la palabra […]. Cuando el cuerpo se libera (llegado el día) acompaña al grito, que es la explosión”. Por fin, al “hombre planta” sí es a quien se concede la posibilidad de una siempre renovada mutación.
La poesía no renuncia. La poesía anima y sirve el aliento de cada cual, como el de la comunidad. Lo arrebata, lo imagina, lo sustenta. Ha de ser la respuesta de una voluntad. Escribe la autora: “Aquí los poetas sienten que se les trastorna la cabeza […], ven cómo se avivan las llamas tropicales ya no en los cañacoros, las gerberas, los hibiscos, las buganvillas, los ceibos, sino en las hambres, los miedos, los odios, la ferocidad que arden en los fondos de los cerros”. [45] Suzanne desaparece a la edad de cincuenta y un años, separada (a petición suya) tres años antes de su Aimé –“Amado”–, quien la celebraba todavía, cual musa eterna, en un último poema, “Roca de la mujer dormida” (“Rocher de la femme endormie”):

Por los juegos cicatriciales del cielo
La veo parpadeando
Con objeto de informarme de que comprende mis señales
Cuáles de hecho en peligro caídas son de un sol muy antiguo
Las suyas creo que soy ya el único en captarlas aún…

La existencia de Suzanne de Césaire es todo amor. “Mi madre, Bella como la llama de su pensamiento. […] Mi madre que creía más en las luchas que en las lágrimas […], con una tenacidad incansable”, consigna su hija Ina. El amor no juega con la fiebre. La integra. Y sus buchadas de abandono son otras tantas líneas de escritura. Con sus siete artículos redactados, Suzanne Roussy de Césaire es precursora de movimientos como la antillanidad y la criollidad e inspiradora de futuros movimientos feministas antillanos. “Tu generación será la de las mujeres que elijan”, advierte a su hija Ina. Hay destinos que superan lo imposible y destacan por la liberación. La vida se ama entonces hasta el vértigo. Es el riesgo jugado de la autenticidad y la brecha de la mutación. Suzanne es uno de esos seres para quienes el sentido de la historia se convierte en la condición de su sueño ilimitado. En otras palabras, el triunfo de sus fuerzas supera cualquier inscripción funeraria. Hasta en la opacidad de las noches, la belleza deviene en lugar de tránsito…


NOTAS
01. “Leo Frobenius et le problème des civilisations”, “Alain et l'esthétique”, “André Breton poète”, “Misère d'une poésie. John-Antoine Nau”, “Malaise d'une civilisation”, “1943: le surréalisme et nous”, “Le grand camouflage”.
02. Tropiques (1941-1945) tendrá catorce entregas. Revista anticolonialista: contra el régimen de Vichy en Francia, representado por el almirante Robert.
03. Libre adaptación de la novela Youma de Lafcadio Hearn (Mercure de France, París, 1923).
04. Corriente literaria y artística antillana, concebida con una ceguera ideológica adherida a los tópicos compartidos por la mirada colonial.
05. En el campo literario afroantillano, el esquema violento rige varias experiencias de la violencia (esclavitud, colonización) que se convierten en otras tantas modalidades de la posibilidad del África histórica.
06. André Breton publicó Manifeste du surréalisme (Éditions du Sagittaire, París, 1924) y Second manifeste du surréalisme (revista La Révolution surréaliste, París, 1930).
07, “Misère d'une poésie. John-Antoine Nau”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 66. Primera publicación en la revista Tropiques, núm. 4, enero de 1942. La exhortación de Suzanne de Césaire, “La poesía martiniquesa será caníbal o no será”, remite a la famosa frase (y última) de la novela Nadja de André Breton (Gallimard, París, 1937): “La belleza será CONVULSIVA o no será”.
08. Gerty Archimède (Morne-à-l'Eau, 1909–Basse-Terre, 1980). Fue la primera mujer abogada en la isla de Guadalupe (1939), la primera diputada comunista elegida en Guadalupe (1951).
09. Léon-Gontran Damas (Cayena, 1912–Washington, 1978) y Aimé Césaire son alumnos en el liceo Schœlcher de Fort-de-France en 1925-1926.
10. La revista L'Étudiant noir, dirigida por antillanos y africanos, se publicó de 1934 a 1940. Fundada por Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor, Léon Gontran-Damas, Guy Tirolien, Birago Diop, Léonard Sainville, Ousmane Socé. Rechaza las tesis demasiado asimilacionistas de Légitime Défense (rechazo del marxismo y el surrealismo).
11. En el verano de 1935, Césaire emprende la redacción de Cahier au retour d'un pays natal, primero con el título de Cahier pour un retour natal (Cuaderno para un retorno natal), en Dalmacia, en casa de su amigo Petar Guberina. Terminado en 1938. La primera versión fue publicada en agosto de 1939 en el número 220 de la revista parisina Volontés. Primera publicación en español con el título Retorno al país natal, traducción de Lydia Cabrera, ilustrada con tres dibujos a tinta china de Wilfredo Lam, prefacio de Benjamin Péret (Molina y Cía. Editores, La Habana, 1942). En París, primera publicación de Cahier au retour d'un pays natal como libro en la editorial Bordas en 1947.
12. Aimé será diputado por Martinica de 1946 a 1993, durante las IVª y Vª Repúblicas francesas.
13. Suzanne y Aimé serán padres de seis niños: Jacques en 1938, Jean-Paul en 1939, Francis en 1941, Ina en 1942, Marco en 1948 y Michèle en 1951.
14. Dos décadas después, un tumor cerebral se lleva a Suzanne de Césaire. Muere en 1966 en el departamento (provincia francesa) de Yvelines, cerca de París.
15. Entre los mayores textos de la negritud: Chants d'ombre (1945), Hosties noires (1948) de Senghor, Cahier au retour d'un pays natal (1938) de Césaire.
16. André Breton (Tinchebray, 1896–París, 1966). Autor, poeta, ensayista teórico del surrealismo. Dedica a Suzanne de Césaire un poema, “Pour madame Suzanne Césaire”, Tropiques, núm. 3, octubre de 1941.
17. Paulette Nardal (Saint-Pierre, Martinica, 1896–Fort-de-France, Martinica, 1985). Es la primera mujer martiniquesa en estudiar inglés en la universidad de la Sorbona en 1920. Crea la reputada revista bilingüe (francés/inglés) Revue du monde noir con el escritor haitiano Léo Sajous en 1931.
18. Leo Frobenius (Berlín, 1873–Biganzolo, 1938).
19. “Leo Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 39-40.
20. Movimiento social y literario nacido en Harlem, que cristaliza por los años 1920 tomando el nombre de “New Negro” (término usado por vez primera en 1925 por Alain Locke en su celebrada antología The New Negro). Tiene el objetivo de devolver al negro americano la posesión de su personalidad enajenada por la cultura dominante.
21. Llega a Francia en 1923. Se otorga en 1929 a su novela Banjo (escrita en Marsella) el Harmon Gold Award for Literature. Banjo exhorta a la élite negra asimilada a que resista a la cultura europea y enarbola la idea de que los destinos de un negro instruido y el de un negro analfabeto no difieren en lo fundamental. Banjo influye en toda una generación.
22. Es el primer hombre negro en Francia quien se lleva el premio Goncourt, en 1921, por Batouala, véritable Roman nègre.
23. La Universal Negro Improvement Association, fundada en 1916, constituye el primer movimiento de masas de los negros americanos. La ideología de Garvey se fundamenta en el “retorno a África” conocido como “sionismo negro”, un anticomunismo, un antiliberalismo. Su lucha contra el mestizaje pretende introducir la división racial propia de las Antillas. Pese a su componente racista, muchos negros se adueñan con orgullo del famoso Black is beautiful del movimiento precursor.
24. Cheikh Anta Diop (Thieytou, 1923–Dakar, 1986) es un historiador, antropólogo, egiptólogo y político senegalés.
25. El senegalés Lamine Senghor crea el Comité de defensa de la raza negra (Comité de défense de la race nègre) y la revista La Voix des Nègres (1926).
26. “Malaise d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 72-73. “Malaise d'une civilisation” se publicó primero en Tropiques, núm. 5, abril de 1942.
27. Ibídem. p. 68.
28. “Leo Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 29-30.
29. “Malaise d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 70-71.
30. Ibídem, p. 70.
31. Ibídem, p. 75.
32. “Leo Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 40.
33. Es nombrado, antes de la guerra, alto comisario del gobierno en las Antillas, con destino en Fort-de-France.
34. Carta del teniente de navío Bayle, jefe de la censura, 10 de mayo de 1943.
35. Suzanne de Césaire, “1943: le surréalisme et nous”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 81.
36. André Masson (Balagny-sur-Thérain, 1896–París, 1987), pintor.
37. Texto concebido en 1941, publicado en revista en 1942 y en libro (Éditions du Sagittaire, París) en 1948.
38. “Le grand camouflage”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 93.
39. “1943: le surréalisme et nous”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 82. Primero se publicó el artículo en Tropiques, núms. 8-9, octubre de 1943.
40. Poemas mayormente escritos de 1941 a 1945 y publicados en Tropiques, repetidamente modificados por el autor hasta la edición de 1976 (Éditions J. P. Césaire/Désormeaux, Fort-de-France). André Breton redactará el prefacio de Les Armes miraculeuses en 1944.
41. “Misère d'une poésie. John-Antoine Nau”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, 2009, París, p. 66.
42. “Malaise d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 82-83.
43. Édouard Glissant (Sainte-Marie, Martinica, 1928–París, 2011).
44. Le Discours antillais, Seuil, París, 1981.
45. “Malaise d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 94.



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Laurine Rousselet (Francia, 1974). Poeta, narradora y ensayista. Ha publicado Hasardismes (2011), La Mise en jeu (2012), Crisálida y Journal de l'attente (2013), además de Siria: cercana y a lo lejos (2015). Contacto: rousselet.lo@orange.fr. Página ilustrada con obras de Egon Schiele (Áustria), artista invitado de esta edición de ARC.





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