quinta-feira, 23 de junho de 2016

ROCÍO GONZÁLEZ | Eduardo Mosches: volver no es siempre un tango


Los Susurros de la memoria de Eduardo Mosches es una composición en dos tiempos: uno, el de su propia experiencia, que incluye la infancia, la adolescencia y el momento de desarraigo, cuando abandona su país y se convierte en nómada, que concluye con un poema del regreso, después de treinta años, donde admite que sólo pudo reconocerse “sentado entre los sentados/ bebiendo entre bebedores”. La segunda parte se titula la memoria entre memorias y es una entremezcla de hechos vividos con otras personas o recuerdos surgidos a través de otros: especie de fotografías que despliegan la imaginación o llaman a nostalgia. Lo que persiste en estos poemas es un tono reconciliatorio, en el que el autor parece decirnos que está en paz con su pasado, no en la tristeza de la resignación, sino en el sentido nietzscheano de aceptación plena de la vida tal como es.
Esta organización del pasado y su asentimiento en un presente asumido, gozoso a pesar de las pérdidas, más allá de los rencores y el dolor, le dan la posibilidad a los recuerdos de Eduardo Mosches de hacerse cromáticos, así ciertos colores rojizos acompañan ese final de infancia, o bien los sueños dejan rastros húmedos en la angustia azul del deseo adolescente. Así también la construcción de la memoria: rastros, fugacidades, olores, nimios objetos que devienen en la estructura de una vida, la elección de nuestras pasiones o su olvido. Pues las cosas no son tan simples como parecen, llegar a crear un universo de palabras que sostengan el corpus de la memoria elegida implica numerosas renuncias, falsas o ciertas proyecciones, andamiajes y pegotes que luego no sabemos cómo quitar, pues el que escribe siempre está en la cuerda floja: cada palabra lo va inventando, en un juego de acumulación y sustracción que ni el mismo escritor reconoce, tal vez porque, como sabe bien Deleuze: “Escribir no es contar los recuerdos, los viajes, los amores y los lutos, los sueños y las fantasías propios. Sucede lo mismo cuando se peca por exceso de realidad, o de imaginación: en ambos casos, el eterno papá y mamá, estructura edípica, se proyecta en lo real o se introyecta en lo imaginario” (Gilles Deleuze, Crítica y clínica, Anagrama). Por eso no es casual que Eduardo Mosches escriba:

En suma no poseo para expresar mi vida sino mi muerte
la que se va armando instante con instante como una enredadera (p. 54)

Pues cada vez que se escribe, se actualiza y combate nuestra “pulsión de muerte”, así, al recordar (tales hechos y no otros, o como dice Mosches, cuando elegimos una memoria entre memorias) lo que hacemos es darle un orden simbólico a nuestro yo autobiográfico. Elegimos que lo que nos perturba del exterior nos engendre nuevamente, escribir es regresar a “la noche del mundo” (en el sentido hegeliano) y encontrarnos con nosotros mismos para crear lo que seremos después de cada nueva experiencia. Eso es lo que hace Eduardo al saldar cuentas con su historia en cada uno de los poemas que integran este libro: apela al grado cero de su subjetividad para renacer en la construcción personal del que quiere ser recordado. Lo único que posibilita este renacer es el lenguaje: nombrar lo que somos, lo que hemos sido, lo que aspiramos a ser. En ese nombramiento también hay un ejercicio de resistencia, contra lo que nos anula e indigna, contra las formas dadas que se nos imponen, pero en las que no nos reconocemos. Tal vez por eso una de las constantes en este libro  sea nombrar lo suave, lo sutil, lo más cotidiano y próximo: la presencia simple de la madre con sus olores que serán para siempre la fuente aromática de la infancia, o el momento en que el hijo descubre en una fotografía la niñez del padre, o los primeros escarceos amorosos del adolescente. Aún cuando la memoria se remite a lo cruel, a lo incomprensible, elige recordar, junto a los desaparecidos, las

… azucenas olorosas
el ondular de cierta cadera dando forma a una esquina
alguna pasión abrazando la otra espalda
un eucalipto que respira en la flama del beso
charlas nadando en brebaje tibio y verde
también una calavera con residuo de bala en plena frente. (p. 50)





 Es en el nombramiento de las pequeñas cosas donde se quiere renacer, es en la experiencia singular donde nos volvemos a crear colectivamente, como sociedades, como pueblo, como humanidad; pues el escritor sabe que sólo así se escapa del destino edípico impuesto desde siempre por el discurso del orden: se trata de crear una fisura que obligue al lenguaje a decir un poco más de lo que sabe, se trata de que en la escritura que se destruya la lengua materna y se cree una nueva, hablando de lo que es único en nosotros y, por tanto, es único en el mundo. Negarse a repetir el cuento que nos contaron con las mismas palabras, introducir el sesgo, el extrañamiento o el delirio.
Ese retorno a la noche del mundo, que obliga a repensar lo que hemos sido, es –supongo- lo que tuvo que hacer Eduardo Mosches al escribir este libro: ¿qué susurros escuchar, qué cantos, qué gritos, qué conjuros? ¿Cómo traducir la vida a versos? ¿Reducirla, amplificarla, inventarla de nuevo? ¿Qué mandatos o sueños de la madre y el padre olvidar y cuáles sostener? Restitución de la nostalgia, invocar, a fuerza del asedio, con absoluta fidelidad, a los demonios y a los dioses y ser uno mismo, sin ser enteramente el que fuimos, porque esa piel ya fue habitada por el lenguaje, y éste –de algún modo– introdujo sus visiones y oyó decir, por ejemplo: tengo mi casa, allá lejos,  donde nacen los lobos. La nostalgia implica un regreso, aunque sepamos de antemano que en ese regreso podemos perder cierto hálito que sostuvo nuestro pasado, o para seguir con la metáfora de Eduardo, podemos ser mordidos por los lobos; se necesita, por ello, coraje, valentía, riesgo. Sin duda, este libro debe ser una celebración para su autor, pues si bien no salió ileso en el viaje de retorno, sus mordeduras, sus tatuajes no fueron de olvido, ni de odio, sino de las huellas que otros le dejaron y de vida.



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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Arturo Rivera (México, 1945)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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