sábado, 28 de abril de 2018

EFRAÍN HERNÁNDEZ | El grabado de Alvaro Duval



Alvaro Duval obtiene su licenciatura en artes plásticas en la especialidad de grabado en la Universidad de Costa Rica en 1977. Su formación se da bajo la conducción de los maestros Francisco Amighetti y Juan Luis Rodríguez. Antes de decidirse por la especialidad del grabado, Duval había estudiado varios años en la cátedra de pintura, hecho que influirá muchísimo en las características que definirán su obra. Luego de su graduación, su interés le lleva a buscar una formación más completa y en 1978 llevó un curso de xilografía acudiendo a la convocatoria del prestigioso Centro Regional de Artes Gráficas (CREAGRAF). En 1980 recibió un curso con el maestro francés Claude Huart y en 1981 completó otro, esta vez de grabado japonés. En 1983 continuó su formación y tomó el curso de “madera perdida por eliminación” con el maestro francés Huart.
En 1984, Duval, nutrido por el conocimiento adquirido, expone en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica un conjunto de grabados en el que se recoge el resultado de su espíritu inquisitivo y explorador. En esta exhibición, el público pudo apreciar los resultados del cuidadoso proceso técnico del grabador. En el texto introductorio del catálogo el propio artista nos dice acerca de sus intereses: “los trabajos que en esta ocasión presento son el producto de una ardua labor de estudio técnico, sin muchas pretensiones temáticas que durante varios meses he realizado”. Es fácil comprobar, estudiando sus grabados, el nivel de pericia técnica y dedicación que Duval exhibe en sus obras, y es también evidente, que el grabador es un artista imbuido de los valores del arte moderno. Un artista profundamente interesado en la forma misma como tema fundamental del trabajo artístico y en la indisoluble unidad técnica/expresión.
Estas convicciones son producto de su educación universitaria y pertenecen a principios plástico-estéticos muy difundidos en el medio artístico costarricense acerca de la naturaleza del trabajo artístico. Una vez incorporado al cuerpo docente de la Universidad Nacional, institución en la que trabajó por muchos años, Duval difundió estos valores entre la población estudiantil que estuvo a su cargo.
El análisis de un pequeño grupo de obras: Barcas, Oruga y Disputa, realizadas en 1982, nos permitirá un acercamiento a las características fundamentales del grabado de Alvaro Duval. En primer lugar, Duval es un artista dedicado al color: a la luminosidad y brillo del color. Sus colores son intensos y vitales; llenos de energía. Su vibración les convierte en protagonistas indiscutibles de la obra. Este color al que nos referimos, se construye lentamente; capa sobre capa, transparencia sobre transparencia; usando el proceso de las veladuras. Gracias a la aplicación paciente de pigmentos y colores por medio de plantillas y al trabajo de superposición de áreas hasta lograr una estructura de planos cromáticos de gran complejidad, el grabador obtiene superficies lustrosas, a veces transparentes y en otras ocasiones saturadas. Los procesos de aplicación de color utilizados por este grabador singularizan su obra plástica y constituyen un aporte a la plástica del país. Oruga es un buen ejemplo de este proceso en el cual el color se usa de forma constructiva para finalmente determinar el movimiento, los ritmos, las formas y los planos del conjunto. La abundancia de superficies yuxtapuestas y la armonía resultante del conjunto nos hablan de la importancia de la composición en la que confluyen curvas sinuosas con líneas geométricas, formas estables y muy definidas con zonas terminadas a base de manchas. Lo definitivo de los negros y marrones dialoga con la sutileza de los cadmios y verdosos hasta integrar un diálogo de opuestos que se resuelve de manera armónica.
Aunque es posible apreciar en la imagen una o varias figuras de oruga, la figuración no es lo que da sentido a la pieza. Es la conjunción plástica de los elementos del lenguaje visual lo que constituye el núcleo de sentido de Oruga. La forma en sí y las posibilidades de cada elemento del lenguaje visual como unidad de comunicación domina el espacio visual y reclama para sí el protagonismo del binomio técnica/expresión.
Oruga es el resultado de un dominio absoluto de los procesos de construcción de imagen que requiere la “madera perdida” y un compendio del estudio meticuloso del juego de las formas en el plano plástico-visual. En la disposición de los ritmos encontramos ecos de las formas precolombinas.
Barcas, con un sentido menor de la transparencia, se acerca más a la figuración, al condensar un núcleo de líneas y formas que sugieren mástiles, barcas, y un embarcadero o pequeño muelle bajo el ardiente sol. El color, aunque define ciertas formas en la dirección de lo figurativo, alcanza otra dimensión más expresiva y no necesariamente descriptiva. El cielo preñado de color logrado con tres capas de aplicaciones de amarillo, verde y naranja
consigue una condición densa y pesada que nos hace “sentir” el calor tropical sobre los botes y el agua. La dirección de los mástiles sirve de elemento aglutinante de las zonas amplias del cielo y el mar, y a su vez unifica a un grupo de pequeñas áreas de color en las que la tensión por yuxtaposición alcanza gran fuerza y despliega vitalidad y energía. La zona central de Barcas vibrante y llena de algarabía se modula con el contraste que ofrecen las superficies extensas y tranquilas que encierran esa zona plena de tensiones. En Barcas se logra una intensidad que comunica la experiencia del sol y del mar y la fuerza de la vida, esto concede al grabado una dimensión de carácter en cierta forma cercana a los expresionismos. En esta madera podemos observar algunos detalles importantes de la técnica, especialmente la construcción de zonas de color y la modulación de texturas lograda con golpes de navaja así como el papel de las “plantillas” que permiten resaltar las formas e integrar la imagen final con una impresión última de colores planos y contrastantes.
Disputa es una especie de oda a la complejidad. Duval logra esta sensación por medio de una elaborada composición en la que el antagonismo de formas y direcciones genera tensiones que observamos después, en el conflicto que enfrenta a los personajes.
Con una figuración apenas perceptible, Duval consigue que todos los elementos del espacio plástico nos hablen de la disputa como unidad total de discurso de la pieza. El ojo del espectador no descansa al desplazarse y descubrir la serie de conflictos y pugnas que la obra contiene. El conocimiento profundo del comportamiento de líneas, planos, texturas y color le permite a Duval sumergirnos en esa especie de vórtice de energías y experimentar el sentido de los opuestos y la lucha implícita en la pugna que desarrollan los personajes. Al mirar el grabado encontramos disputa entre colores, disputa de formas y de líneas, disputa de movimientos y dinamismos, disputa entre figuración y no representación, todo resuelto de manera tal que la pieza consigue una unidad excepcional entre posibilidades técnicas, composición y estructura, color y línea. Todo esto convierte a esta madera en un ejemplo de investigación que
busca integrar procesos técnicos y discurso. La nitidez de realización de este y los grabados anteriores hace evidente el dominio técnico en función de sus posibilidades comunicativas y se erige como un paradigma de formas particulares desarrolladas en torno a una peculiar sensibilidad de naturaleza moderna. En el proceso que desarrolló Alvaro Duval se percibe un amor y una dedicación excepcional al logro de la unidad medio-expresión-mensaje.
La orientación de Duval hacia la abstracción y síntesis de las formas es una condición que se puede observar desde épocas tempranas en el desarrollo de su propuesta artística. Un pequeño metal de 1977 titulado Barcas presenta el juego entre figuración, abstracción y no representatividad en la forma en que conjuga elementos figurativos (palmas y botes) con el diseño de formas y líneas puras. En este grabado un conjunto de dinámicos trazos atraviesan los objetos para conseguir un diálogo de planos y líneas que se convierte en el foco dinámico de la imagen, núcleo que es atemperado por las zonas planas que rodean el grabado.
Barcas es un impecable trabajo de agua fuerte y punta seca en el que se aprecia el deseo del autor de llevar los aspectos técnicos y el desarrollo de la forma expresiva a condiciones óptimas de ejecución e intención. Astillero constituye una muestra valiosa que nos habla de la recurrencia de motivos y a su vez de los cambios asociados al estudio de formas semejantes con el propósito de configurar espacios compositivo-plásticos complejos.
En una publicación referente a una de sus exposiciones Duval expresa que las figuraciones presentes en sus grabados están influenciadas por su experiencia de vida en la región de Quepos, comunidad en la que vivió con su familia por una década. El mar, los botes, los peces, los cardúmenes, la playa, el manglar, la pesca y el paisaje marino son recuerdos de su estancia en esta comunidad y reflejan también su amor por la naturaleza y la vida. Varios grabados a lo largo de su carrera muestran la aparición de estos motivos y temas.
Un motivo recurrente es la imagen del arte precolombino. Duval incorpora en muchas de sus obras las imágenes de esta producción simbólica, principalmente aquellas de las culturas mesoamericanas. Su interés por estas manifestaciones artísticas le llevó a estudiarlas con dedicación y a finalmente incorporar a su lenguaje visual el sentido de la forma y la síntesis presentes en este arte. En Tríptico Verde (1982) y Desarrollo urbano (sin fechar) apreciamos esa relación con imágenes que nos conectan con referentes de la cerámica de nuestros pueblos ancestrales.
En otras piezas el vínculo es más explícito pues en ellas la cita directa es evidente. Desarrollo urbano condensa elementos vinculados al tiempo en los que es posible leer las ideas contrastantes de naturaleza y cultura, de presente y pasado comentados en la compleja red de estructuras que enmarcan la presencia del ícono-sol en cuyo interior se sugiere el petroglifo. En Ceremonia para el dios indígena, Tótem del sol y la luna y Geometría chorotega tenemos otros ejemplos en los que se encuentra el resultado del estudio de estas formas visuales de nuestra cultura ancestral y la admiración del autor por la expresión plástica de estas culturas.
La obra de Duval se refiere en múltiples ocasiones al paisaje. La mayoría de sus maderas perdidas tratan el tema de la ciudad. En estas piezas encontramos que su deseo no es el de convertirse en un artista figurativo-descriptivo; por el contrario, sus imágenes de lo urbano son de naturaleza no representativa, y en algunas ocasiones, presenta una visión vinculada a una especie de “cartografía” singular que revela enfoques muy particulares sobre la idea de lo urbano. Desde esta óptica, Duval expresa las sensaciones que en él produce la estructura de la edilicia, el contraste entre lo urbano y lo rural, la vibración y el ritmo de las formas características de una ciudad. Su noción de la ciudad como fenómeno complejo y múltiple se convierte en un concepto relativo a la huella de la ciudad en el territorio y refiere a las tensiones y conflictos del mismo por medio de un depurado lenguaje visual que recoge las connotaciones vinculadas al tema por medio de los contrastes entre las tensiones y distensiones de la superficie plástica que son características de su estilo personal.
Alvaro Duval lleva al grabado la experiencia del arte no representativo que había surgido en nuestro país a finales de la década de los cincuenta y durante la del sesenta. Su obra constituye un puente que enlaza la producción de Rafael Ángel García, Lola Fernández y Manuel de la Cruz González con las nuevas generaciones. Este fenómeno constata la influencia de los profesores universitarios en la difusión de la estética de lo abstracto en nuestra cultura artística y su presencia es clara en obras como Transparencia #1 de 1982.
Otro tema que es frecuente encontrar en el grabado de este artista es el de los bodegones (Trópico I, Trópico II, Festival de las frutas). Basado en este motivo tradicional Duval obtiene imágenes creativas, plenas de imaginación en las que los elementos clásicos de este género se trastocan y proyectan a espacios diversos cargados de nuevos sentidos. Este artista usa la idea del bodegón para construir con este pretexto superficies plásticas en las que se plantea las posibilidades expresivas de espacio y forma.
Duval consiguió desarrollar un proceso técnico singular con la así llamada “madera perdida”. En este proceso la matriz se va perdiendo a medida que se procede con la impresión hasta que finalmente la posibilidad de impresión se agota y se termina con la producción de un grabado. Este grabador ingenió una y mil maneras de tratar las fases del proceso para conseguir un máximo de rendimiento unido a un conjunto de recursos concebidos en función de su capacidad de expresión. La obra de Duval se destaca dentro del grabado costarricense porque lleva este proceso peculiar de “madera perdida” a un nivel y una madurez aún no superadas. Este logro le convierte en el mayor y más sofisticado exponente de este proceso técnico en el país.
Una pieza realizada en 1982, con el título de Ventana amarilla, constituye un excelente ejemplo de los alcances y los logros conseguidos por este interesante grabador. Ventana Amarilla es parte de una serie de obras no representativas en las que Duval exhibe detalles importantes de su investigación técnica, En esta obra la textura del gran espacio violeta que domina el grabado está trabajado con cuchillo para obtener una textura vibrante que modula el color y consigue una sensación de delicada ingravidez la cual contrasta con un conjunto de formas pesadas y tensas enmarcadas en un rectángulo amarillo pajizo que eclosionan en la parte inferior de la pieza. El efecto general combina dos espacios de distinta naturaleza, uno terrenal, agresivo y complejo, y otro aéreo y silencioso y liviano en el que se destaca el círculo amarillo.
Los elementos se equilibran y estructuran una superficie plástica rica y variada en la que textura, línea y color desempeñan un papel determinante.
Ventana amarilla y otro grabado titulado Veinte siglos fueron seleccionadas para la muestra Kunst aus Costa Rica Die Expressionistischen Tendenzen compilada por el Museo Sprengel de Hannover, Alemania. Esta exposición viajó por espacio de dos años a seis museos en este país europeo. Kunst aus Costa Rica es una de las más importantes exhibiciones de arte costarricense mostradas en el continente europeo y la escogencia del grabado de Duval confirma la importancia de su trabajo.
El color en el grabado costarricense ha sido tratado de manera particular por los distintos artistas; Francisco Amighetti mezcló sus tintes con negro para sí opacar ligeramente el brillo de los colores. El grabador conseguía así una moderación del brillo cromático que permitía aminorar el papel del color e intensificar la importancia del trazo; de esa manera conseguía potenciar las figuras y los discursos en un balance entre las fuerzas de los distintos “estratos” del grabado. Crisanto Badilla prefiere un color que se inclina a la transparencia y al juego translúcido de las veladuras, destacando el papel de la línea y el plano en sus obras. Se puede distinguir un primer período en su obra en el cual el color es más fuerte y concentrado, especialmente en grabados con alto contenido social. Juan Luis Rodríguez ha usado el color con una tendencia hacia la opacidad y la mesura con paletas restringidas generalmente. Rodríguez utiliza el color como punto focal para destacar la unidad de forma y contenido.
Por su parte, Alvaro Duval propone un color vibrante, pleno de brillo, una paleta abierta y desinhibida en la que es frecuente encontrar el uso del contraste por complementarios y un acertado equilibrio entre las sensaciones de los diversos colores que incluye en una misma obra. Sin duda su formación como pintor se ve reflejada en esta actitud frente al cromatismo de la expresión plástica. En ciertas ocasiones, la convivencia de colores se torna atrevida; más, siempre acierta en conseguir la proporción correcta para finalmente lograr armonía. Con esta actitud frente al uso del color Duval contribuye a ensanchar las fronteras del horizonte del color en el grabado costarricense. Su obra contrasta con la de sus colegas, dando un sitio particular a su sensibilidad personal dentro del grupo de grabadores y enriqueciendo a la vez las posibilidades comunicativas de esta técnica.
En la obra de Duval generalmente encontramos elementos figurativos, cuyos contornos tienden a resolverse con formas geométricas. Estos elementos crean un equilibrio de puntos focales que concede gran estabilidad a la imagen. La figuración constituye un núcleo visual complejo en el que se compactan una serie de formas creando una especie de tejido de vibraciones visuales. El resto del espacio plástico-visual se completa por enérgicas formas oscuras que seccionan la superficie y la dividen en áreas menores atravesadas por rápidas diagonales que dinamizan la imagen. El uso de color complementario en superficies opuestas en el plano pictórico crea una división en zonas que se resuelve finalmente gracias a la interacción de las formas oscuras que definen las relaciones espaciales. Esta composición otorga individualidad a los espacios aéreos y a los más sólidos o “terrestres” y a la vez los integra en una unidad que consigue armonía. Las varias tintas empleadas en sus soluciones dan cuenta de la complejidad del diseño y logran el complemento que finalmente integra e unifica la imagen.
El desplazamiento de las líneas y gestos oscuros sobre la superficie produce tensión y conflicto. El gran contraste en el grabado de Duval se genera a partir de la articulación en el plano plástico del dinamismo agresivo de los conjuntos de líneas y formas en negro con las áreas de color, más reposadas y estables.
Así, línea y color se tornan expresivos y son portadores de sentido: en ellos se estructura una dualidad y pugna fundamentales en la obra de este grabador. La oposición construida debe de considerarse siempre como esencial para la comprensión del sentido del grabado de Duval.
Barrera del sol es un buen ejemplo de los rasgos esenciales del lenguaje propio de Duval. En este grabado se plantea un espacio en receso en el que se distinguen varios planos. El área visual se divide en dos sectores, uno superior y uno inferior que concentran dos núcleos de formas contrastantes. La zona superior, simple y liviana, define un foco de color en el que se distingue una forma radiante: el sol. En la parte de abajo se concentra una textura visual con formas múltiples que se mueven avanzando hacia la parte superior. Se sugiere la idea del paisaje y una forma de montaña que crece en dirección al sol. Estos planos del grabado están realizados con abundante y atractivo color, además de que exhiben delicados matices de luminosidad en capas superpuestas de pigmentos claros y oscuros que logran crear una sensación atmosférica particular. En el primer plano, cubriendo las zonas iluminadas por el color aparecen las barreras, hileras de barrotes negros que encierran el “paisaje” de fondo e intentan suprimir y apagar la energía vibrante del color de los últimos planos de la imagen. El conflicto que surge de la interacción entre las dos estructuras básicas de la imagen; barrera negra y superficies paisajísticas de colores cálidos crea una dicotomía entre luz y oscuridad que intensifica la lectura de la pugna entre opuestos: se establece una dialéctica de energía y vida versus amenaza y muerte. La sugerencia del paisaje comprime en su territorio la pugna de las fuerzas antagónicas: sol, aire, montaña y tierra conducen a interpretaciones asociadas con la vida; mientras que las hileras de barrotes negros que se desplazan desde lo alto y la base de la imagen, parecen hablar de la negación de esta energía vital e intentan dominar la superficie y anular las energías que transmite la organización de los colores y su calidez. Contraste, equilibrio, dinamismo rítmico, yuxtaposición de elementos, color brillante y estructural, trabajo con plantillas y superficies labradas con líneas delicadas y sutiles para lograr finas texturas de filigrana, todo esto constituye la esencia del lenguaje de Duval, unido a un concepto geométrico de la forma que se inclina fuertemente hacia la idea de lo abstracto y lo no representativo.
Con esta exposición de grabados realizados con la técnica de la madera perdida, la Escuela de Arte y Comunicación Visual rinde un homenaje a uno de sus profesores prominentes e inicia un programa de exposiciones que intentan resaltar la historia de los aportes de los docentes de nuestra escuela al arte costarricense y a la formación de los jóvenes estudiantes.

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EFRAÍN HERNÁNDEZ VILLALOBOS. Profesor de Historia del Arte de la Escuela de Arte y Comunicación Visual, CIDEA, UNA. Sus ensayos y textos de publican en catálogos, libros y revistas de arte y cultura costarricenses e internacionales. Recientemente, fue editado el libro Tinta y papel, en colaboración con Adrian Arguedas.


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Agulha Revista de Cultura
Número 112 | Abril de 2018
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